martes, 19 de febrero de 2013

LOS MISERABLES Y EL CORRAL DESMEJORADO

Todo corral suburbano alberga
a miserables que no han sabido cultivar
la miel en el pecho.

Sea el chiquero administrativo o industrial
las pobres almas pululan con el desgaste ajeno
que los deja más flacos.
El excremento en el que se enfangan
es el mismo o varía muy poco:
mezcla de rencor, cardos y otras sombras.
El panóptico militar en la mente de cada uno
la consigna infame de un supuesto "deber ser"
una pseudoética que tranquiliza
pero hasta ahí nomás,
en una tranquilidad de barro
que pronto se desmorona.

Los miserables tienen versión masculina
o vienen con tetas,
porque yo -un poco cruel- los considero casi humanos.
Digamos que el brillo de humanidad
refulge cada tanto en sus corazones
y más hacia ciertas personas que hacia otros
porque otro rasgo de negrura de esta gente
es la selectividad.
He oído de treguas en guerras sangrientas
de asesinos que se confiesan
pero el prejuicio de los miserables
perdura largo tiempo,
en algunos tan duros que hasta el día de hoy...

Los hay persistentes y los hay cíclicos.
Sabés muy bien que hasta soportaría a los inteligentes.
Pero ¿cómo no posibilitar la natural apertura
ante el perdón o especie de confirmación obvia
de aquello tan brilloso que perdieron
y vuelven a buscar?
Hijos del rigor o masoquistas de oficina.
Cuando la hostilidad es bandera cotidiana.
Con sus pupilas en nuestros hombros
otros diseñaron la norma
que éstos se empeñan en estampar
pero sólo cuando conviene.

Dramatizaste el pelo en la sopa
tu policía interior no te deja dormir
conseguiste la oveja negra que tanto querías
y así y todo te pides licencia
porque la úlcera o el desgarro en la espalda
ya no te dejan seguir.
Ese es el negocio del miserable:
cielo por espina, suave champagne por agua de zanja.-

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