viernes, 27 de agosto de 2021

LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS) - MATIAS CASTAGNINO

 





















LA CURA PSICOLOGICA  DE LA  NEUROSIS DE IRINEO  CROPOSKY  (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS) - MATIAS CASTAGNINO

Los espíritus negros y preocupaciones que puede dejar la ausencia paterna

 

Existe en mí una creencia asumida de ser “Irineo, el desvalido que perdió a su papá”, manifestada desde muy pequeño en mi vida, y que derivó en una excesiva marca de errores por jefes laborales, y a veces por Gustavo, mi propio papá de crianza.
Esta creencia se manifestó de múltiples formas, y en diversos ámbitos, sin desarrollar determinadas destrezas que el resto de los miembros de los grupos en los que yo estaba, sí ejercían (por ejemplo mis amigos del barrio en la secundaria, o mis compañeros de escuela en la primaria, o los compañeros de trabajo en la actualidad).
Recuerdo que en primer grado yo era el último en copiar la tarea para hacer en casa del pizarrón al cuaderno, al finalizar la clase, yéndose todos mis compañeros y quedándome yo solo en el salón frente a la pizarra, transcribiendo durante largo tiempo los contenidos.
También recuerdo que en el taller de Informática de la escuela primaria, el resto de mis compañeros jugaban con videojuegos avanzados, y yo prefería jugar solo con la “sopa de letras”, que era un juego sencillo, y lo hacía apartado del grupo. Luego, ya durante mi adolescencia, fui malo jugando al fútbol o al truco, a pesar de ser muy querido por mis compañeros.
Lo que me frenó desde niño hasta ahora para sentirme seguro en el desarrollo de diferentes actividades, ponerles fe, e integrarme a los diferentes grupos es el temor a un espíritu de complicaciones, oscuridad, peligros y perjuicios externos, que me genera preocupaciones y miedo, y que ha permanecido reprimido en mi inconciente hasta la actualidad. Claramente dicho espíritu fue creado por el vínculo enfermo que mantenía mi padre con mi familia y conmigo, y si yo no lo reprimía podía derivar en ataques de pánico. Es un estado general de temor y preocupaciones focalizadas en uno o varios problemas reales, que actualmente son: los percances y obstáculos de la obra de ampliación en el ex hogar familiar; y las amenazas de recorte del régimen de visitas mío hacia mi hijo, planteadas por su madre, ante el nuevo convenio de separación. Es exactamente el mismo temor que yo sentía al perderme en el centro de mi ciudad cuando mi madre me enviaba solo a las prácticas de hockey, o el estancamiento y dificultad para avanzar que yo sentía al retrasarme copiando las tareas en la escuela.
Esas preocupaciones y dolor que me dejó la ausencia paterna, o su hostilidad, me llevó a generar un estado de desmentida o negación del desprecio de mi padre hacia mí, manifestado en una tendencia a la anulación del deseo del otro, falta de escucha, etc., y dando como resultado la ruptura con mis ex novias, la conflictividad con mis jefes laborales, el fracaso de mis bandas de música, la falta de iniciativa de diferentes afectos para comunicarse, etc.
 
En la encrucijada de tener un padre al que no se puede acceder

 

La instancia de la compra y ampliación de la casa de calle Dulmen, que le proveí a mi hijo y su madre durante tres años simbolizó mi deseo inconciente de reconciliación con mi padre biológico. Poco antes de buscar el arquitecto que se encargó de dicha ampliación, yo sentí culpa y dudas por haber transcurrido veinte años sin vincularme con él, en el sentido de tener una actitud demasiado soberbia e inflexible, y cierta pena por el hecho de que él muriera con sus setenta y seis años condenando su alma, y yo una parte de la mía en la falta de perdón.
Comprar ese inmueble cerca de mi propio hogar significó querer tener cerca a mi padre, y proveérselo a David y a Sofía fue pedirles inconcientemente auxilio para que me ayudaran en el acercamiento deseado con mi papá. Esa casa funcionó como un ensayo, una prueba de lo que hubiera resultado si yo efectivamente me reencontraba con él, y eso hubieran sido miserias.   
Todos los percances de la obra de ampliación necesaria desde lo racional para que mi hijo gozara de su propio dormitorio, baño y terraza, reflejaron los peligros espirituales y humanos de acercarme nuevamente a mi papá, tal como los había padecido veinte años atrás cuando tomé la iniciativa de buscarlo y vincularme durante dos años y medio. Todo el proceso en torno a ese hogar fue el símbolo del duelo mal hecho por mi alejamiento de mi padre, y una búsqueda indirecta de volver a vincularme con él, comprobando los resultados ruinosos que hubiera acarreado volver a relacionarme. Fue un mecanismo similar al de mi hermana, que es una gran aficionada a la cultura francesa, identificada con mi padre, que también lo es desde joven, como deseo de compartir ese amor con él a pesar de que él cortó el vínculo con ella hace también veinte años. Ella me confesó que después de reencontrarlo, y a pesar de haber tenido un bebé, él se negó a seguir visitándola (y a su nieto), dado que el que debía movilizarse para las visitas era siempre él.
Reparar la vivienda de calle Dulmen, corregirla, sanarla, enmendarla con el apoyo de mi madre, fue símbolo de desear rescatar y reparar a mi padre. A la vez, existe un temor inconciente que yo arrastro de que se produzca el destino fatal de mi padre asesinando a mi madre y a mí. En la obra implicó que hubiese ocurrido la fatalidad del derrumbe que evité con el balcón inferior, pero en el balcón superior. Este miedo a la fatalidad criminal de mi padre cumplida, ha permanecido en la raíz de otras situaciones desesperantes de mi vida, como por ejemplo cuando me perdía solo en el centro de mi ciudad al viajar en colectivo a las prácticas de hockey a las que me enviaba mi madre en mi infancia.
Siento como si Dios me hubiera situado toda mi vida en la encrucijada de tener un padre con el que no me puedo vincular por sus miserias, salvo a costa de caer en abismos profundos. Puso algo que podría haber sido muy bello pero del otro lado de un vidrio, y a quien me privó de acceder toda mi vida. Esta limitación o muro no es gratuita y constituye una de las razones de mi neurosis. Sé que con la distancia hacia mi padre evito un mal mayor, pero tiene un precio, y el resultado es una parte de mi neurosis, mis limitaciones para fluir en los vínculos sociales, de pareja, lograr un goce constante, mayor fe en el arte, etc. También soy conciente de que debo evitar encarar el destino oscuro que podría haber tenido mi padre identificándome: convertirme en el hombre solitario, marginal y miserable que él en gran parte es, a pesar de tener pareja.
Pretender salvar humanamente a otra persona es un acto errado y conlleva pecado. Lo máximo que un sujeto puede hacer por otro es facilitarle los medios para su propia salvación. Yo debo evitar las conductas oblativas o “salvadoras” neuróticas manifestadas hacia diferentes personas o actividades en mi vida, porque sólo me traen ruinas. Este caso de la identificación de mi padre con la casa y mis deseos errados de “salvación” de él, es un claro ejemplo de cómo la posición salvadora trae perjuicios, desgracias, ruinas para quien la adopta.
Si una vez que inscriba la pérdida de mi padre, una vez que realice el trabajo de ligazón / desligazón libidinal puedo ir en búsqueda de objetos sustitutos que conformarán una serie, al igual que el que perdí, entonces debo ser muy cuidadoso de que con dichos objetos no se produzca el mismo espíritu errado de rescatarlos de su ruina humana, tal como me sucedió con toda la suma de percances y desgracias en la compra y obra del hogar familiar fallido. O sea, debo evitar identificar a personas y objetos con mi padre.
Puede suceder también que yo constantemente busque la castración que mi padre biológico me negó, en otras personas, y que a esto lo haya realizado con el arquitecto inepto de la obra. Para este supuesto pude haber realizado una identificación inconciente de él con mi padre. Así, el último pago que le efectué al capataz a cuenta del arquitecto, luego de tironeos porque este último no se presentaba personalmente a cobrarme pudiendo así hacerle yo los reclamos correspondientes por desperfectos y pautas de la obra, me desencadenó en el mismo día punzadas crónicas en el pecho. Esta terminación mala del vínculo contractual pudo simbolizar la despedida definitiva que le hice a mi papá para mediados del año 2000, hace veintiun años, en la que lo eché de mi departamento cuando vino a buscarme violentamente, significando el fracaso de todo el período de dos años y medio de acercamiento mío hacia él, con todas las ruinas que me produjo.
Casualmente la angustia con llantos que padecí durante los tres meses de parate de la obra, en los que decidí frenar la ejecución debido al estrés y el trastorno de ansiedad que me trajo, desapareció con el reinicio de la construcción con el nuevo arquitecto, quizás por identificarlo a él con la reconciliación que me hubiera gustado con mi padre biológico, o también con la protección que me brindó mi papá de crianza, Gustavo, en vida, frente a mi padre biológico, identificando a este último con el arquitecto negligente. Yo nunca sufrí con ningún hombre una desvinculación tan conflictiva como con este arquitecto, más que con mi papá Oscar, generando este hombre una situación de pegoteo bastante intensa, que es la que yo siempre temí que se produjera con mi padre al quitarle mi madre la patria potestad y la posibilidad de cercanía: yo tuve miedo siendo muy pequeño de que mi padre continuara siempre acechándonos y hostigando a mi familia, cosa que gracias a Dios no ocurrió.
Otra identificación intensa de mi padre con otro hombre, que me trajo malas consecuencias, fue la que hice con un ex jefe de Sección en mi trabajo anterior, durante cinco años. Esto desembocó en verme obligado a ponerle múltiples límites a este hombre, por tendencias que tenía a sobrecargarme con trabajo y control, estando situado mi escritorio muy cerca, a un lado del suyo. Todo con discusiones mediante, y malas calificaciones que él me realizó. Por eso es importante saber mantener distancias y reservas con hombres a los que puedo llegar a identificar con mi padre, sobre todo en relaciones de subordinación mías (como en el caso de los jefes laborales), o de negocios o emprendimientos que impliquen una continua vinculación prolongada (como en el caso de la obra).
Más allá de desear una reconciliación con mi padre poco antes de contratar al arquitecto y comenzar la obra, y de haber realizado una identificación inconciente entre ellos, también es cierto que la propia imprudencia de este hombre lo hizo posicionarse solo en el lugar de enemigo mío, proveedor de ruinas, como realmente lo fue, sin poder detectarlo bien yo antes. Seguramente, si hubiera comenzado a construir con el nuevo arquitecto con quien yo ya había trabajado, la mayoría de percances de la obra no hubieran ocurrido.
El reencuentro con mi padre desestabilizó la función paterna porque él no tuvo el amor ni la voluntad de cumplirla. De ahí los síntomas cercanos a la psicosis que me produjo la vinculación: es sabido que las fallas en la metáfora paterna o el “nombre del padre” provocan psicosis.
 
El desanudamiento de mis dones sociales liderando grupos y obteniendo ingresos económicos con mis diferentes proyectos

 

La competencia profesional con mi ex novia Melania Rodriguez fue la causa principal para empezar la carrera de Economía, por sus avances en Medicina y mi estancamiento con la música. Esta competencia se reactualizó con Sofía ante sus múltiples proyectos y movimientos sociales académicos con la docencia y la investigación, pero mi atasco con el arte continúa al día de hoy, y me produce frustración no sólo por la falta de ingresos económicos, sino también por la escases de vínculos sociales con que lo desarrollo.
Con la carrera de Economía obtuve buenos beneficios secundarios, como el cobro mensual del título en mi trabajo, o con los buenos posicionamientos que logré en diferentes oficinas hasta llegar a la Sección actual, donde mis labores son livianas y me permite una amplia calidad de vida gozando de la crianza de mi hijo y de la creación artística. Pero a mi sueño principal de ejercer la Economía en forma privada obteniendo ingresos extra no lo logré. Una de las causas por las que rechacé la convivencia con Sofía en mi hogar fue que yo no tolero una mujer con alto vuelo social y laboral bajo condiciones que pueda beneficiarse por mis medios (por ejemplo proveyendo yo la vivienda y asistiendo demasiado en la crianza de mi hijo). Y esto como proyección de la figura de mi madre en mis parejas, con el rechazo a la absorción que ella hizo de mi padre hasta anularlo en muchos aspectos, como en lo laboral.
Asimismo soy conciente de que aun obteniendo ingresos económicos solitariamente con mi oficio de artista, o dictando clases particulares de ciencias, yo no estaría del todo satisfecho porque también deseo compartir tiempos con gente y liderar grupos: interactuar con otros en los procesos creativos y en su exposición, con constancia. Por eso mi ideal creativo es poder realizar shows y proyectos culturales rentados para compartir con otros artistas. Con el estudio de la psicología que comencé hace nueve años descubrí una ciencia que renovó mi amor por el conocimiento y me permitió resolver varios deseos importantes en un solo movimiento. Primero que nada, estudiando esta ciencia facilité y consolidé el proceso de cura de mi neurosis. En segundo lugar logré aprovechar artísticamente toda esa incorporación teórica llevándola a textos y poesías editadas en mis libros, y a las letras de mis canciones grabadas y difundidas en mis shows. Sólo me queda pendiente formalizar estos contenidos investigativos en marcos académicos y universitarios a los que al día de hoy no tengo acceso, por no contar con un título docente ni especializado en psicología, y por no poder dictar clases. Con lo cual no tengo a mi alcance la participación en grupos de estudio, congresos, seminarios, jornadas, etc.
 
Impresiones sobre la castración y la nominación simbólica
Todo lo relativo al concepto de “castración psicológica”, al menos desde el punto de vista religioso, tiene que ver con la humildad y la aceptación. Mi duelo mal hecho por la pérdida de mi padre como objeto de amor esconde un rechazo a ser castrado aceptando yo esa pérdida. Y resistirme a ser valorado por mis ex novias significó posicionarme en el lugar de “niño despreciable” al que pretendió reducirme mi padre, y a veces mi madre, identificándome con esa idea, y no asumiendo la castración del dolor de ser degradado por los propios padres, en el caso de mi madre al día de hoy.
Claramente las somatizaciones de mis síntomas de las punzadas en el pecho son la manifestación del recuerdo doloroso de ese desprecio paterno y materno, y la falta de aceptación de esa castración.
El “sinthom” o cuarto nudo borromeo en la teoría de Lacan, funciona como “nombre del padre”, o sea actividades que fortalecen o reemplazan la función paterna en un sujeto. Mi padre biológico me privó de la “nominación simbólica” desde niño al no asumir su posición paterna y ser hostil hacia mi madre; o sea nombrarme a mí y a todas las cosas. A esta nominación me la enseñó mi madre, mi papá de crianza Gustavo, y toda otra suma de personas de las que aprendí en mi vida.

En mí coexisten y luchan dos fuerzas en forma constante. Estas son: todo el amor y solidez de la crianza de mi madre y mi papá Gustavo, y contraponiéndose, los temores y sombras del desprecio de mi padre biológico. Ir más allá de mi padre, para mí, es criar con amor e integridad a mi hijo, ya que es lo que él nunca hizo conmigo. Y a esto lo realizo gozosamente y sin culpas.

Matías Castagnino  

martes, 17 de agosto de 2021

COMPILACION DE POESIAS DE LOS LIBROS "LIBREPENSADOR", "MEMENTO MORI" Y "A LA HUMANIDAD LE QUEDAN 600 AÑOS" - MATIAS CASTAGNINO









LA TRANSITORIEDAD

Que basemos la importancia del amor en el pilar de la

transitoriedad de todo en la vida, no significa andar llenando

de vacuidad, sin sentido, ni de una nada vacía como telón de fondo a

todos los movimientos nuestros.

Ninguna emoción bondadosa se pierde en los tejidos del universo,

como ninguna energía se elimina en la naturaleza.

Y por encima del vacío, el divino paraíso en el que elegimos creer.

Sostienen algunas corrientes psicológicas como la escuela de Lacan,

que detrás de la figura del padre y de la madre no hay nada,

que son funciones que cualquier otra persona puede cumplir,

y que yendo a buscarlos a su tumba aún después de muertos,

los cajones estarían vacíos. Lo mismo predican en cuanto a

“la relación sexual”: sería una ilusión que exista un verdadero ligamen

con el otro y mucho menos la complementariedad de la “media naranja”.

 

Estas falacias podrían hacerse extensivas a cantidad de manifestaciones

de los múltiples quehaceres y disciplinas humanas: también el

arte podría suponerse algo vacío y despersonalizado del artista

que lo produce, o las iglesias como simples espacios para

el sostenimiento de mitos. Incluso montones de los males que

atormentan al hombre desde que habita la tierra pueden pensarse

como fantasías oscuras producto de su imaginación, pero que

pueden llegar a producir consecuencias bien reales.

 

Los aventurados sofistas y defensores de la estructura psicológica

pasan completamente por alto el plano real de la energía,

su interacción y efectos sobre el mundo físico, y el hecho

incuestionable de que dichas energías pueden crearse,

medirse, traspasarse hacia el mismo sujeto o hacia el prójimo,

no sólo desde la propia psiquis humana sino también desde planos

superiores. Sólo que la ciencia y la tecnología no pueden dominarlas

bien al día de hoy.-

Matías Castagnino


VIRGINALMENTE

En el lobby del hotel

fue el encuentro agazapado de la tarde.

Yo traía un beso encadenado entre mis labios

y la llave de ese beso aguardaba en su boca eterna

de las mil palabras.

 

Réplica de un terremoto contenido

-¿por qué no ahora?- me susurró suave.

La idea aquella que quita el sueño

sin más tentación que esos muslos.

Acaso resplandeciente

el infierno de Dante abrió las puertas

y su piel veinteañera era tan tirante

que podías cortarla con un papel.

 

Ahora pareciera que amo más su nombre

que a ella misma

las letras de su nombre nomás.

Perdida que fuera la estrechez esa

estará más cerca mío

que la vena yugular.

Virginalmente mi batalla ganada en tus tierras

y mi alma inconquistable.

Si lo que dice la Biblia es cierto

hace tiempo que estoy perdido,

pero sin ti Maritzia, sin ti.-

Matías Castagnino


TUS ENOJOS Y LOS CARCELEROS

He visto casamientos

de improvisto desistidos como espasmos.

A los bravucones más ásperos

contemplé empapando los pañuelos.

Traté de adivinar

el rumbo del poema,

y aun la tormenta suave

anuncia sensata su llegada.

A la transpiración de la traición

puedo olerla desde lejos,

pero nunca, nunca

me explicaré el misterio

de tus enojos repentinos.

 

El vicio de acumular información

hoy es lo que el viento se llevó.

Del sentido del humor

me enseñaste el sentido arte.

Ya no suelo regalar

los libros sin dedicatoria

ni evitar ciertos tiempos perdidos

por el yugo de la usura digitada.

La melancolía

por el cambio de estaciones

puede ser garrapiñada.

Veré caer las guerras

y al planeta rotar al revés,

Pero jamás, jamás

comprenderé la miseria

de los carceleros que coagulan.-

Matías Castagnino


TU NEUROSIS OBSESIVA

Será que esa neurosis obsesiva son mecanismos psicológicos

de defensa ante los impulsos libidinosos edípicos no resueltos

de pretender enamorarte de tu madre.

Y parece que esos impulsos pueden presentarse en la necesidad

de cercanía con tu madre, o una distancia represora que igualmente

sería contraproducente. Sólo se trata de significar la falta en uno

mismo.

En cada rechazo de tu madre a tu cercanía y búsqueda de cariño,

fuiste generando durezas en tu corazón que te llevaron a defenderte

de esos impulsos libidinosos tan necesarios, reprimiéndolos en tu

aislamiento, al que siempre lo encausaste creativamente, con actividades

intelectuales o manuales.

 

El niño trata de ser el objeto que, según él, le falta a la madre. El nombre

de este objeto es “falo”. Puede querer decir que uno se convierta en

un chico brillante y seductor, o en alguien muerto, según cuál sea

la forma que más parezca interesarle a la madre. Ser el “falo” alude

a una posición imaginaria.

La operación paterna consiste en destruir este juego con la madre,

en significar que el falo que el niño anhela encarnar se ha perdido,

está fuera de su alcance, falta, es imposible…El falo, para ambos

sexos, es algo perdido. Esto es la castración: la renuncia a la

permanente tentativa de ser el falo para la madre. Los neuróticos,

por desgracia, no se resignan a esta renuncia.

 

El fantasma neurótico identifica el falo simbólico (o significante

del goce) con la “demanda del otro”. En vez de existir una falta

en el otro (que sería el “objeto causa del deseo”), hay un pedido

del otro. Es decir que la estrategia del neurótico consiste en

sustituir el “objeto causa del deseo” por la demanda; el deseo

del otro por su demanda. La estrategia neurótica consiste en

plantear una demanda como posible de satisfacer. El fracaso de

esta estrategia y la aparición del “objeto causa del deseo”, hará

perder al fantasma neurótico su función de enmascarar la angustia.

La neurosis es inseparable de una huida ante el deseo del padre o

de la madre, que el sujeto reemplaza por su demanda.

 

El obsesivo oculta la angustia acentuando lo imposible de su

desvanecimiento como sujeto, con la fortaleza de su yo. El

neurótico se aferra a la castración imaginaria, por la pérdida de

goce, ya que es la condición de la fortaleza de su imagen. Pero

ocurre que lo no visible hace de la imagen –en primer lugar la

propia- una imagen deseada, precisamente porque ésta adquiere

la función de velar lo que falta. Entonces el yo del obsesivo

encubre su castración imaginaria a la que se aferra para no

desvanecerse. Sin la función de la pérdida del goce, sostén de

la imagen narcisista, el neurótico –no sólo el obsesivo- se encontraría

realmente a merced del goce del otro, sin ninguna posibilidad

de reconocerse.-

Matías Castagnino 

 

TU CAMINO NO ES CARGA

La permanente iridiscencia de la búsqueda

en el pecho. Fue señal de que el ángel

sobrevolaba la pequeña pluma blanca caída

a mis pies. Tu camino no es el peso de una

cruz indiferentemente frívola en el fango

del mercado digitado, a la sombra del

declive de la aurora.

 

Si sientes peso adentro de ti, te apartas

del camino. Sé alegría y humildad constante.

El fuego es alegre; lo líquido pesa.

El sendero no carga lastres del presunto

sacrificio en martirios, y sin embargo no es

una alfombra de plumas irresponsables.

Consúmete o inmólate bellamente en la

suavísima plegaria que pulveriza a cierto ego.-

Matías Castagnino  


domingo, 8 de agosto de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO

 LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA  DE LA  NEUROSIS DE IRINEO  CROPOSKY  (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO










Unos pensamientos sobre los perdones indirectos

Con mi padre biológico tuve un corte abrupto en el vínculo a mis veintidós años y nunca más volví a relacionarme con él. Luego de reencontrarlo a mis diecinueve años y experimentar el segundo período más oscuro de mi vida durante dos años y medio, mi vida aumentó en ruinas, temores, angustias, obstáculos, siendo evidente que la causa fue mi cercanía con él.

Al día de hoy, soy conciente que diferentes conflictividades que he tenido con diferentes hombres pueden obedecer a perfeccionismos míos como exigencias y falta de perdón hacia mi padre. Por ejemplo con el filmador de mi show en Buenos Aires en 2019, a quien no terminé de pagarle ni él concluyó con el envío de esos videos, por haber sido recortada una de esas filmaciones durante su edición. O con un técnico instalador de programas en mi P.C., a quien maltraté porque no supo enseñarme a usar programas grabadores. O incluso con el arquitecto inepto de la obra de ampliación de mi ex hogar familiar, que a pesar de sus graves errores, tuvo buenas intensiones en algunos aspectos. Creo que la clave está en los niveles de confianza con los diferentes vínculos humanos que yo genero buscando el punto medio entre confiar y desconfiar.

Es notable cómo gracias a mi desconfianza hacia aquel arquitecto negligente, fue que luego de que se le derrumbó un balcón inferior construido por él en mi hogar, yo pude detectar y prevenir la caída de un segundo balcón superior erguido sobre la misma pared y frente, por haberle encargado yo los estudios correspondientes a otro ingeniero.

He comprobado también que el perdón inviable hacia mi padre por el gran malestar que me producía su cercanía, puedo efectivizarlo siendo tolerante y compasivo con otras personas, o sea en forma indirecta. Me consuela suponer que ante los ojos de Dios, esta actitud tiene un mérito similar.

 

El desprecio de mi padre hacia mí en la raíz de la mayoría de mis males

La clave para desarticular mi neurosis es deshacer los traumas y síntomas generados en mí por los temores ante la figura de mi padre, durante mis primeros cuatro años de vida. Dichos miedos me condicionaron en múltiples aspectos de mi vida: desde el apego y necesidad de protección de mi madre, pasando por la falta de estabilidad con mis parejas, mis aislamientos y marginalidad en los grupos, hasta la separación con Sofía y la consecuente lejanía de mi hijo, con los respectivos perjuicios en la crianza que esto produce. Sumando a todo esto los rasgos de carácter fuertes y un superyó a veces cruel hacia mí y hacia el prójimo, por el odio de ese desprecio paterno, agregado a la crianza exigente de mi madre. De haber tenido un buen vínculo con mi padre, mis problemáticas serían otras pero no las actuales, mis frutos serían mucho mayores en general, y la dependencia de mi madre sería bastante menor, tal como ocurre con mis hermanos.

Mis negativas a compartir los regalos de mi mamá que fueron los dos hogares que ella me proveyó, sin lograr convivir con mis parejas, obedecen a la intensidad de mi temor hacia mi padre, con el correspondiente apego a esos regalos, como protección de mi madre hacia mí. Ahora que el hogar proveído a mi hijo y su posterior mudanza con su madre a otra casa suya, ya cumplió su función de salvaguarda de mi hogar de calle Amenábar ante un uso indebido de Sofía instalando alguna pareja, y una exclusión completa mía, la mejor forma de compartir los frutos de aquel hogar que mi hijo no llegó a disfrutar bien, es vendiéndolo y usando buena parte de ese dinero para realizar viajes junto a David y su madre. Sería la realización de una reparación por la función errada y de emergencia que le di al inmueble, producto de la separación con Sofía, y la necesidad de resguardar mi propio hogar, todo remitido a los temores antedichos generados por mi padre en mí. Si yo hubiera tenido el amor suficiente para saber convivir con mi hijo y su madre compartiendo mi casa, no hubiera hecho falta comprar esa vivienda, con las múltiples refacciones, ampliaciones y perjuicios que acarreó.

Presiento que la falta de constancia y profundización de mis sueños pueden obedecer a ese hondo dolor de ser despreciado por mi padre…de no contar con él. Cuando revisiono filmaciones de recitales míos del año 2001 y 2002, habiendo transcurrido veinte años, compruebo que yo tomaba como transitorias esas instancias artísticas: como si existiera de fondo algo más importante y preocupante por resolver, a pesar de la calidad de las canciones y de los músicos que me acompañaban. Y eso más importante era el dolor por el desprecio de mi padre. A la vez existió una desmentida o negación a esa falta de amor. Esta fue la causa por la que no logré establecer amistad duradera con los músicos con los que compartí proyectos, sin perdurar ninguno de ellos. El dolor no tramitado no deja lugar para el amor.

 

Aproximaciones al síntoma de las punzadas en mi pecho / De cómo ciertas pulsiones de muerte pueden prolongar la vida

Los síntomas de las punzadas que en situaciones extremas siento en mi pecho, tienen en general causas similares. Las que sufrí recientemente en el transcurso de los últimos dos, ocurrieron: en 2019, a la vuelta de unas vacaciones familiares en Mar del Plata. Y en 2021, durante la ejecución de la obra de ampliación de la vivienda familiar proveída por mí a mi hijo y su madre.

El malestar que me afectó regresando del viaje a la Costa Atlántica ocurrió en el contexto de un intento de exclusión mía por parte de Sofía, como ya lo había manifestado en viajes anteriores, sumado a una seguidilla de shows que realicé en dicha ciudad, como nunca antes. Toda mi estadía la hice en un hotel a siete cuadras del hotel donde se alojó Sofía, mi hijo, mi mamá y mi suegra (que fueron invitadas por nosotros), dado que ya estaba vigente el convenio de separación firmado unos meses atrás. A todas esas presentaciones musicales en vivo las realicé con un grupo de amigos locales, pero sin la compañía ni de mi hijo ni de su madre: o sea con cierto sentimiento de soledad.

Seguirlos a ellos como “de colado” en aquel periplo fue una clara manifestación del temor al abandono de mis seres más queridos, que ya fuera expresado en mi niñez hacia mis padres, y que esconde el miedo a la amenaza y peligro de la figura de mi papá biológico, y de no poder desvincularme nunca de él. A estas punzadas las sentí al regresar a mi ciudad, Rosario, esporádicamente durante varios días.

Por otro lado, los achaques en el pecho que padecí durante la obra de ampliación, fueron el resultado de los múltiples descuidos del arquitecto negligente que la llevó a cabo, teniendo como consecuencia más grave el derrumbe de un balcón, y la construcción de otro que no cumple con las medidas reglamentarias, ni resiste demasiado peso más que el propio. Sumando a estos dolores la mudanza de mi hijo y su madre sobre el final de la obra, a otra casa más alejada, regalada por mi suegra. Con lo que a las situaciones de estrés producidas por el profesional, se agregó la soledad de que mi hijo no pudiera disfrutar del nuevo dormitorio, baño y terraza en el que consistió dicha obra, y que tanto sacrificio me costó.

Cabe aclarar que la compra de este inmueble y el costo de la obra fue financiado principalmente por mi madre como un regalo hacia mí, que yo decidí compartir con David y Sofía. Con lo cual yo identifiqué al objeto de amor que significa mi mamá con el símbolo de ese hogar.

Aparte de los daños ocasionados por la impericia del arquitecto, existió un vínculo contractual de hecho, que dificultó la desvinculación definitiva con él, siendo esto lo que el veintidós de marzo de 2021 me desencadenó las punzadas crónicas en mi pecho durante quince días, al no ponernos de acuerdo en lo que fue mi último pago. Es claro que estos síntomas expresan el temor de fondo a la figura de mi padre identificada con el arquitecto; y al desamparo de mi madre hacia mí proyectado en la separación de Sofía y mi hijo de mí, y repitiendo la escena del terror a quedar a merced de mi papá, de su hostilidad, perdiendo mi vida.

Compruebo que la opresión en mi pecho está íntimamente relacionada con un acrecentamiento o impedimento de circulación de mi libido en esa zona de mi cuerpo, y surge en momentos de aumento de mi ritmo y cantidad de actividades. A la vez, este aumento de actividades tiende a impulsar ansias internas mías, con lo cual al punto de equilibrio u homeostasis lo encontraría en el estado intermedio entre las punzadas en el tórax y las ansias desencadenadas por sucesos externos, anulando ambas corrientes…amortizándome en calma. Estas ansias implican una aceleración en mis movimientos, sumas de actividades y mayor cantidad de pensamientos a veces.

Esto se hizo evidente con la reanudación del ritmo laboral luego del parate por la pandemia del Covid 19, pasando de asistir de un día semanal a cinco días a la oficina, comenzando a sentir un reflejo de la opresión toráxica, menos intenso que el que padecí cuatro meses atrás con mi trastorno de ansiedad.

A raíz de esta amenaza llego a la comprensión de que determinadas pulsiones de muerte en la vida de un sujeto pueden tener la paradoja de prolongarle la vida. Por ejemplo, si yo considero a mi soledad como una pulsión y escena de muerte, síntoma de los traumas generados por mi padre con su ausencia y violencia durante mi primer infancia, también este aislamiento de la gente me sirve para reponer energías, hallarme con mi ser, cultivar el silencio, la creatividad artística, la oración, la paz, etc., y así despojarme de la opresión y ansias que me acechan. Si bien es cierto que tampoco me agrada encontrarme demasiado solo sin contar con determinados afectos para compartir determinadas actividades.

Así es que le encuentro un mayor sentido al resguardo que siempre hice de mi soledad, y una justificación quizás cobarde a la falta de voluntad para convivir con mis ex parejas, incluyendo a mi hijo y a su madre. A pesar de no haber sabido cultivar esta paz aún acompañado por mi familia íntima, mi soledad puede ser el escudo protectorio ante situaciones externas de presión que ahora y siempre me toquen enfrentar, en algunos casos sin opción, como ocurre con mi trabajo.

Matías Castagnino 

domingo, 1 de agosto de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO

 

















Reflexiones sobre mi rivalidad con determinadas mujeres

Mi mamá Eloísa y Sofía, la madre de mi hijo, son las dos mujeres más cercanas en mi vida, con las que más afecto comparto, de las que más dependo y con las que más rivalizo. De ambas dependo en diferentes aspectos desde hace muchos años. Con Sofía, a causa de nuestro hijo, siendo el fruto en común que buscamos y lo más valioso que tengo en la vida, con el aumento de dicha dependencia que genera la separación con ella y la tenencia legal que ella tiene de David. Y con mi mamá la ligazón es económica e intelectual, ya que no sólo son cíclicas sus ayudas en dinero, sino también sus consejos en diferentes aspectos de mi vida (por ejemplo en la decisión de vender la casa de calle Dulmen, cuando yo tenía la intensión de alquilarla).

Es curioso que pocos meses antes de que se derrumbara el balcón en la casa familiar de calle Dulmen, durante la obra de ampliación que venía financiando mayormente mi madre, tanto con mi mamá como con Sofía mantuve una fuerte discusión en el mes de junio de 2020, durante la cena que Sofía organizó junto a mis suegros, David y yo. Esa noche yo eché a mi mamá de dicho encuentro porque pretendía ejercer dominio en el grupo y criticaba a mi hijo, grupo conformado por la familia de Sofía y que yo me esmeré por acercar a mi familia.

Esta rivalidad fálica con mi madre también sucedió en el viaje que hicimos juntos a Mar del Plata en 2019, o ante un cumpleaños de ella al que yo no quise que asistiera mi hijo. Apunto a que con una nueva novia se neutralice esta rivalidad tanto con Sofía como con mi mamá, como un tercer foco de energía en mi vida, y sin por eso descuidar la crianza de David. Pero soy conciente de que si las razones de mis rivalidades con Sofía y mi madre responden más a causas neuróticas mías no curadas, esos mismos patrones de conductas van a repetirse con cualquier otra mujer, generándome más problemas que alivios.

Con Sofía, la causa principal de las rivalidades son los criterios de la crianza de David, a veces contrapuestos, lo que genera discusiones hasta aunar posturas. Otras veces aflora el sentimiento de odio por parte de ella hacia mí, por no haberle cedido mi casa después que la convivencia no funcionó, y del nacimiento de nuestro hijo; entrega que yo concientemente me negué a realizar por lo injusto y oportunista que me resultó su separación de mí, y por descubrirle mensajes sensuales con algunos hombres ya desde antes de mudarnos, situación que hubiera puesto en peligro ese inmueble y mi posición de padre de familia, si ella hacía ingresar o instalaba a cualquier hombre bajo ese techo ante mi cesión. Con mi madre, por su lado, el motivo de las rivalidades responde a sus críticas constantes hacia mí, a las pulsiones de dominación, a su superyó excesivo, y todo lo que tiene que ver con su goce parasitario, la deficiencia de su autocastración, y la degradación mía como objeto. Con lo cual las causas de esas rivalidades recaen más sobre sus propias neurosis y son totalmente injustificadas.

 

El desahogo al ser comprendido por mi madre en mis temores, dificultades y angustias por los fantasmas de mi padre que me atacaron desde niño

Durante el último gran asedio de temores que padecí como consecuencia de los daños que produjeron en la obra de mi hogar de calle Dulmen atacantes anónimos, con ánimo de ocuparlo, al contarle inmediatamente la situación a mi madre y compartir con ella las estrategias para seguir en la protección de dicho inmueble, y recibir su ayuda en dinero para pagarle al sereno que comenzó a cuidarlo, ante estos diálogos con ella, aquellos miedos profundos desaparecieron con un gran alivio en el mismo día. Automáticamente comprendí que en el origen de muchos síntomas míos, existió la desesperación por no haber sido suficientemente entendido no contenido por mi propia mamá ante los fantasmas que me atacaron desde mi nacimiento como consecuencia del desprecio de mi padre hacia mí, y su hostilidad hacia ella. Dichos temores me generaban grandes preocupaciones y me dificultaban actividades sencillas, y me marcaron con sentimientos tristes que yo sobrellevé toda mi vida en soledad, sin abrirme ni compartirlos demasiado. Esta cerrazón y refugio en mis síntomas y obsesiones, se produjo fundamentalmente por no contar con la escucha y comprensión de mi madre. Y fue por esto que la compañía y el amor brindado por mis novias no me fue nunca suficiente: me faltaba una mayor contención por parte de mi madre.

Hizo falta una situación extrema en dificultades y percances, como lo fue esa obra de ampliación de ese hogar familiar, para que volviera yo a recurrir en forma más directa y continua a mi mamá, como no lo hice al comprar erradamente ese inmueble, y para sentirme finalmente más contenido y comprendido por ella. Así y todo, ella no mantiene conmigo una actitud de mayor amistad y cariño cuando la visito, sea por temas de dicha obra o simplemente para compartir un encuentro, sino que continúa sosteniendo la lógica de la dureza, de destinarme un tiempo estricto o inflexible y escaso.

En el proceso de ampliación, compra y refacción del ex hogar familiar se conjugaron la incomprensión de mi dolor por el desprecio paterno, tanto por parte de mi madre como de Sofía, aún esforzándome mucho para buscar dicho inmueble, construirlo, etc., siendo esas mismas incomprensiones las que me llevaron a separarme de Sofía y tener que proveerle esa casa. Esta puede ser la causa principal de mis rivalidades con ellas, y claramente debo apuntar a curar mi neurosis producida por los traumas y síntomas de mi infancia confiando más en mí, y no tanto a ser comprendido por los demás. Igualmente es muy importante saber pedir ayuda, compartir el propio dolor y hacerse valer.

 

Sobre mi rivalidad con determinadas personas

Con mi padre biológico no existió un Complejo de Edipo ni desarrollado ni sepultado, dado que él permaneció casi completamente ausente toda mi infancia. Es a raíz de esto que cuando lo reencontré a mis diecinueve años no se dio la instancia de la reconciliación, el hacer las paces y llevarme los “títulos de virilidad” en mis bolsillos, porque yo ya era un hombre formado para ese entonces, con todo el proceso del Edipo cumplido con mi papá Hugo. Y es por esta razón que puede haber permanecido en mí hasta el día de hoy, un sentimiento de rivalidad hacia mi papá biológico, proyectado en ciertos otros hombres, porque de niño no pude “vengarme” de él por todo lo que la hizo sufrir a mi madre. Con el agravante de que cuando nos reencontramos, tampoco él tuvo el deseo de fraternizar bien conmigo, manifestando su mismo desamor de quince años atrás.

Si considero que en la obra de ampliación conflictiva en mi hogar de calle Dulmen existió una identificación del mismo con mi madre, la posición de rivalidad fálica entonces tuvo como objetivos al arquitecto negligente y a mi propio padre, ya que ambos pusieron en riesgo dicho inmueble como objeto de amor mío. Sobre todo, teniendo en cuenta que la mayoría del capital para la compra y ampliación de la casa me la regaló mi madre: fue un obsequio que funcionó como lugar de asilo para mi hijo y su madre, a la vez que protegió mi hogar de soltero ante la posible ocupación de ellos y el peligro de que Sofía introdujera o formara pareja con un hombre allí, estando nosotros separados.

En cuanto a mi padre, si bien no mantengo vínculo con él desde hace veintiún años, su influencia negativa tanto durante mi infancia como cuando lo reencontré en mi adultez, no hubiera permitido ni comprar ni ampliar dicho hogar, ni obtener ninguno de los frutos que logré a lo largo de mi vida, porque los temores, angustias y obnubilación fueron siempre muy grandes ante su presencia. Existió una mezcla de amor y temor hacia mi papá durante mi primer infancia, en el sentido de necesitar su protección como todo niño, pero a la vez comprobar su desamor hacia mí, y el peligro de sus conductas temerarias.

Fue por aquel Complejo de Edipo inconcluso con él que yo, luego del siniestro del derrumbe del balcón en la obra, sin consecuencias graves, retomé el vínculo con mi primo hermano por la línea paterna,

enviándole un mensaje por chat, con la foto de la tapa de mi séptimo libro, en la que figuro mi hijo y yo. Lo hice para que mi padre se enterara de mis “títulos de virilidad” ganados por mi propio mérito, con el nacimiento de mi hijo y el rescate de la pérdida de la casa que hubiera implicado un accidente con el derrumbe del balcón, demostrándole indirectamente que puedo valerme por mí mismo, algo que él no permitió en mi niñez por la falta de vínculo. Y a la vez, esta comunicación mía pudo haber simbolizado un desafío hacia mi papá por considerarlo un rival.

Paralelamente también desarrollo rivalidades hacia mi madre o jefes laborales. Con mi mamá la lucha suele ser por quién ejerce más dominio sobre el otro, o quién tiene más la verdad, o simplemente son defensas mías ante su goce parasitario de dominar, dar órdenes, criticar, etc. Se presenta esta rivalidad como rechazo neurótico a la castración del otro, y ambos, a la vez, nos sostenemos mutuamente el falo en el sentido de asistirnos. Por ejemplo, ella haciéndome múltiples regalos o financiando mi obra, y yo enviándole fotos de mi hijo, o comprándole chocolates. Por el lado de ella existe un fuerte impulso a no tolerar la falta en mí: necesitar completarme. Asistirnos mutuamente no tiene nada de malo, siempre que no signifique una conducta sintomática. Ser yo sostenedor de su falo en cuanto a ponerme en falta para que ella se preocupe por mí, es una posición inconciente que debo desarticular. El hecho de no bañarme, tener conflictos con mis jefes o volver recurrentemente a solicitar sus ayudas, pueden ser muestras de buscar yo la posición fálica hacia ella haciéndola preocupar. Asimismo, dicha posición también se manifiesta en mi rivalidad con diferentes mujeres y ex novias con las que no me abrí lo suficiente por “tener que completar a mi mamá y a ninguna otra mujer”. Ya en el exceso de labores en mi hogar desde niño, con las que mi madre me sobrecargaba, existía su búsqueda de esa posición fálica, incluso sin permitirme jugar demasiado con amigos.

Matías Castagnino