EN LA OFICINA SE OPACA LA FE EN EL PROJIMO
Hay una luz, como un divino brillo
que cultivo en mi hogar
y con frecuencia se opaca en la oficina.
La delgada línea de alianzas, prejuicios, lealtades,
barro entre compañeros y jefes. Me iré a vivir
al medio de la isla en el Paraná Viejo.
Imaginate que podés imaginar la llave,
el cambio que a cada compañero de trabajo
le hace falta para superar unas cuantas sombras;
como la fe anticipada de un salto
que te deja con un dulce sabor en el paladar,
pero que puede tradar años en concretarse en el prójimo,
y que ineludiblemente va enlazado
de tu propia luz, tu propia peripecia, de la certera confianza.
Pues bien, quiero contarte que alguna vez
en el espacio y el tiempo, finalmente coinciden las coordenadas,
se alinean los planetas, se suma la luz de los diferentes compañeros,
los jazmines que has sembrado tan de a poco florecen a la vez
y se acomodan los acontecimientos.
Es entonces, sólo entonces, cuando la nueva piel de hermandad
y un aire renovado surge en la oficina.
Y no sabés por cuánto tiempo durará,
pero seguro que será eterno, eterno…
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