Los
dos ciclos principales de mi vida
En mi vida tuve dos ciclos con actividades creativas
bien definidas, que duró once años cada uno, produciéndose un cambio
significativo después. Ellos fueron:
1) Ciclo
del Arte: Duró desde el año 1993 al 2003 inclusive.
En el año 1993 comencé a estudiar música, convirtiéndose esta en la actividad
principal de mi vida. A principios del año 2004 decidí abandonar por completo
el arte y abocarme, primero a las Ciencias Políticas, y luego al Derecho,
recibiéndome de abogado.
Si bien en el año 2008 retomé la
literatura, la carrera universitaria continuó siendo el pilar de mi tiempo y
energía, hasta graduarme en el año 2014.
Gradualmente también retomé la música
desde el año 2012, año en el que corté el vínculo con mi ex novia Melania
Fernández.
2) Ciclo
del Derecho: Duró desde el año 2004 al 2014 inclusive.
En este ciclo me recibí de Procurador, luego de Abogado, realicé cursos
jurídicos, políticos, de Mandatario del Automotor, incursioné militando en
política, asistí a congresos e intenté ejercer la abogacía en forma privada, no
pudiendo profundizar ni darle continuidad a ese ejercicio.
Este ciclo se entremezcló con el arte,
cuando retomé la literatura en el año 2008, luego de la muerte de mi papá
Gustavo, y continué desarrollando las dos actividades hasta que me recibí de
abogado y abandoné por completo el Derecho.
En el año 2014 presenté mi tesis final
de Derecho y me recibí de Abogado. Para febrero de 2015 conocí a Sofía y en
junio de 2015 buscamos a nuestro hijo David, quedando ella embarazada.
Puedo establecer que desde febrero de
2015 (con Sofía y David), finalizó mi segundo ciclo de once años, y comenzó uno
nuevo con mi paternidad.
El próximo ciclo de once años se
cumpliría para el año 2025, teniendo yo como meta develar y adelantar el final
de ese ciclo, con los buenos frutos que espero.
Estos ciclos, aparte de permitirme
sublimar mi energía sexual y pulsiones, también actuaron como resistencia a mi
neurosis, que yo intuía que me obstaculizaba en diferentes aspectos. Por
ejemplo, inhibiéndome para conquistar mujeres, o abriéndome mas a las
amistades, o liderando grupos. Para lograr el “saber hacer con los síntomas”, y
siendo mi creatividad en parte sintomática por su función defensiva (o de
resistencia), debo encontrar el punto en el que desarrollar dicha creatividad
no se vuelva algo sintomático. Por ejemplo, crear junto a mi pareja, o reducir
esos momentos creativos solitarios, para darle mayor lugar a una mayor vida
social. Quizás esta amplitud de mi vida social sea lo que actúe como sinthom
para la salida del psicoanálisis, siendo este el punto de inflexión para trazar
un antes y un después con esos síntomas, y desarticularlos.
Las
consecuencias del corte del vínculo con mi padre biológico
La negación que yo siento para abrirme al deseo del
otro y ceder mi tiempo a vínculos humanos profundos, es producto de haber
deseado dicha apertura con mi padre biológico y no haberla conseguido. Esta
negativa es la que no me permite echar raíces con esos vínculos, que no tomen
la iniciativa para comunicarse conmigo, que no me duren las parejas, etc.
Recién con mi hijo David llegué al punto de inflexión
de revertir esa falta de involucramiento mía, y es con ese vínculo que me
siento abandonado, solo y teniendo que apoyarme en él para evitar mi soledad.
A la vez, la ruptura con Sofía también fue un punto de
inflexión para comprender que yo no me involucraba con mis ex novias, entre
otras causas, por proyectar la cercanía nociva de mi padre en ellas, por asumir
la posición de “niño despreciable” a la que me degradó mi papá, por sentir la
presión de mi superyó ante el peligro y preocupación que significaban los
acercamientos de mi padre, y por proyectar la necesidad de un mayor afecto
materno que el que tuve.
Es por esta profundización que necesito hacer con los
vínculos humanos, que ya no me siento tan a gusto creando en soledad, pero mi
posición debería ser:
1)
No sentirme abandonado al compartir tiempo
con mi hijo y la madre, comprendiendo que el amor que quise darle a mi papá
puedo generarlo con muchos otros vínculos
2)
Disfrutar de los momentos de soledad y
creatividad sin culpa, porque si bien la convivencia con Sofía y David no
resultó en una parte por mi responsabilidad, yo hice lo mejor que pude en ese
momento. Por otro lado, yo estoy atravesando un profundo proceso de cura
psicológica, para el que algo de soledad necesito, para reflexionar.
A mí me produce angustia asumir que de mi padre me vi
obligado a distanciarme, por la suma de miserias que él cargó y carga, y que
tanto me perjudicaron. Me da dolor la decisión que tuvo que tomar mi madre de
alejarnos de él para salvarnos la vida siendo tan pequeños, pero que fue la
misma postura que me vi obligado a tomar yo a mis diecinueve años cuando lo
reencontré.
Me duele la escena de mi madre diciéndonos
figuradamente junto a mi hermana, cuando yo tenía cuatro años: “despídanse de
su papá porque hasta que ustedes mismos tengan criterio no lo van a volver a
ver más”. No es una “maldad del demonio que se sale con la suya” la distancia
de por vida con mi padre, sino su propia soberbia, cerrazón del corazón, etc.
que tuvo hacia mí aún cuando lo reencontré.
Es Dios el que por misteriosos motivos no desea que mi
padre y yo mantengamos un vínculo cercano, porque aún siendo el demonio quien
le cierra el corazón a él, Dios permite eso, y es esa misma actitud suya la que
despierta sombras y distancia en mí. Y Dios siempre busca lo mejor para todos.
La mejor forma mía de amar a mi padre es mediante la oración, a distancia.
El
superyó cruel como identificación con el objeto perdido
_Freud estableció que “se esclarece el sufrimiento
doloroso de la melancolía mediante el supuesto de que un objeto perdido se
vuelve a erigir en el yo, o sea, una investidura de objeto es relevada por una
identificación”. “El sujeto se identifica con el objeto perdido y lo maltrata.
Hay una instancia sufriente, producto de esa identificación, y una instancia
crítica, feroz y obscena, que es el antecedente del superyó”. (S.Freud, "Duelo y
melancolía")
Las identificaciones más fuertes que yo tuve con mi
padre biológico fueron las de: “Irineo, el niño despreciable y abandonado”, que
él sintió hacia mí; “hacerme echar de diferentes personas y grupos”, tal como
él se hizo echar de mi familia. Y actitudes violentas similares a las que él
tenía, en el trato con la gente. Evidentemente estas identificaciones vinieron
a reemplazarlo a él en mí, como objeto perdido, generando un superyó muy cruel
en mí.
En cuanto a todo el “gasto inútil neurótico” histórico
mío, con las grandes acumulaciones de información, producción intelectual,
posición fálica de llenar al otro, casi siempre solitariamente; dicho gasto y
empobrecimiento creo que ha sido más una conducta defensiva ante la violencia y
desprecio de mi padre, que un mecanismo para incorporarlo en mí ante su
ausencia.
La razón principal que me ha hecho sentir culpa por el
alejamiento que establecí hacia mi padre, hace ya más de veinte años, es el
hecho de que pueda existir cierta soberbia de mi parte siendo tan inflexible,
dado que a él como enemigo deba yo amarlo (tal como enseñó Jesús), para generar
méritos espirituales y salvar mejor mi alma, que si continúo manteniendo esta
distancia. Mis acercamientos a él me causaron gran ruina en mi vida, por lo que
es claro que hasta ahora Dios no quiere dicha cercanía, dada su soberbia.
Mi padre, sin tomar bien la iniciativa de acercarse
fraternalmente hacia mí, adopta una posición soberbia. A estos acercamientos ni
siquiera los planteó cuando nos hemos cruzado en la calle, ni tampoco en forma
virtual, habiéndome yo comunicado con mi primo hermano en un chat, sin obtener
respuesta ni interés por parte de mi padre. Dicha soberbia es la que siempre
sostuvo hacia mi familia, despreciándonos y haciéndose echar.
Yo debo evitar caer en esa lógica de la soberbia, ni
hacia él ni hacia ninguna otra persona, comprendiendo que si no tomo la
iniciativa nuevamente yo para reencontrarlo, es justamente porque esa postura
soberbia que él mantiene, es la que tanto daño me hizo desde que nací, e
incluso cuando lo reencontré en 1998.
Claramente mi superyó con tendencias violentas se
generó al identificarme con mi padre como objeto perdido, para vengarme y
maltratarlo, con el agravante de que a esa violencia la proyecté en el prójimo.
El
duelo mal hecho por la ausencia de mi padre
Yo arrastré hasta mi adultez actual el dolor, la
soledad y angustia de haber tenido un padre que me despreció desde que nací, se
ausentó mucho durante mis primeros cuatro años, y se alejó definitivamente
desde esa edad en adelante.
Yo no hice bien un trabajo de duelo ni a mis cuatro
años, ni a mis diecinueve cuando lo reencontré, y aquellas sombras son las que
me han limitado socialmente, me han quitado la fe en mis diferentes proyectos,
me obstaculizaron los vínculos de pareja, etc. A dicho duelo lo realicé en gran
porcentaje con mi papá Gustavo, desde mis cuatro años (en los que comenzó a
criarme), hasta mi adolescencia, en la que separó de mi mamá, pero me faltó
lograr en mi alma la obtención de “los títulos de virilidad en el bolsillo” del
sepultamiento del Complejo de Edipo, estado que fue evidente en su carencia con
las inhibiciones que tuve desde mi pubertad para cortejar a mujeres, y luego
para prosperar con mis diferentes noviazgos y convivencias.
Una de las manifestaciones de aquel dolor por el
desprecio paterno fue identificarme con dos posiciones de mi papá:
1) 1) Ser yo “Irineo, el niño despreciable” que
él me consideró
2 2) “Hacerme echar”, tal como él se hizo echar
de mi grupo familiar
La separación con Sofía es producto de mi duelo mal
hecho, estando nuestro hijo David en el medio, y a mí me angustia la situación
de que él sea perjudicado por mi falta de cercanía, cargando con soledad, falta
de juegos, etc. Ante esta situación irremediable por ahora, yo debo lograr
disfrutar de mis momentos de soledad y acercarme todo lo posible a él, porque
mis incapacidades para convivir fueron consecuencia de mi ignorancia por la
insuficiencia de mi duelo, y no actos de maldad buscada concientemente.
En el trabajo de duelo se trata de desinvestir y
sacarle libido a los recuerdos patógenos o representaciones inconciliables para
que pierdan fuerza, y volcar dicha libido a nuevos objetivos concientes. Por
ejemplo, los vínculos sociales, proyectos particulares, una nueva pareja, etc.
Todo aquel dolor y angustia por la ausencia paterna permaneció muy velado en mi
inconciente durante muchos años, sin haberlo simbolizado bien a lo largo de mi
vida, y evidentemente obstaculizó toda una parte de mi libido relacionada con
mis vínculos de pareja, liderazgo de grupos, prosperidad con ganancias por mis
oficios, fluidez en los vínculos sociales en general, con familiares, amigos,
grupos laborales, etc. Y muchas de estas incapacidades relacionadas con anular
el deseo del otro.
Como mi memoria no llega bien a esos primeros cuatro
años traumáticos de mi vida, yo debo reconstruirlos con las dos testigos
directas, que fueron mi mamá y mi hermana. Y también representándome yo ciertas
escenas que claramente marcaron un vacío paterno en mi historia, y todo esto
para “limpiar” esas escenas angustiosas, despojarlas de la carga afectiva que
han tenido. Por ejemplo: últimamente yo lloré representándome las escenas de mi
mamá teniendo que asistirse sola al momento de romper la bolsa de mi embarazo,
tomándose un taxi para ir al Sanatorio Español y darme a luz, sin ninguna
asistencia de mi padre ausente; acercándose él cuando nací, pero con un mal
vínculo con mi madre (de quien ya estaba divorciado), mis abuelos y tíos
presentes en el sanatorio.
También estuve llorando por la escena del último
encuentro que yo tuve con mi padre a mis cuatro años, cuando él vino a
buscarnos borracho una noche a mi hermana y a mí, y la moto con la que forzó su
ingreso a nuestro hogar se le quedó trabada en la puerta. En esa ocasión, mi
mamá y mi papá Gustavo ya habían avisado al jefe de la Seccional 7ma y
detuvieron a mi padre biológico. Esta detención sirvió para que finalmente le
quitaran la patria potestad. Lo angustiante de esta escena para mí, fue ver la
ruina de mi papá Oscar y su pérdida paulatina de mí como hijo, siendo esa su
despedida hasta mis diecinueve años.
Todo esto es un profundo trabajo de duelo que yo estoy
realizando.