viernes, 28 de mayo de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO

 




La identificación que realizo hacia mi hijo con el niño despreciado que yo fui por mi padre

Con mi hijo David, a veces yo realizo una identificación con el niño despreciado por mi padre que yo fui, y esto ocurre desde que él era un bebé hasta ahora que tiene cinco años, produciéndome angustia. Este mecanismo claramente es señal de que el duelo por el abandono de mi padre biológico fue incompleto, y haber buscado a un hijo, felizmente me enfrenta a esa angustia y duelo.

Lamentablemente, el proceso de mi vínculo con él en el tiempo fue gradualmente de mayor distancia, y esto en buena medida sanó la relación con Sofía disminuyendo mucho la conflictividad con la firma del convenio de separación en mayo de dos mil diecinueve. Pero yo estuve y estoy disconforme sin lograr que David pase más tiempo y duerma en mi hogar, como lo hizo durante todo el dos mil diecinueve.

Mi objetivo con mi hijo es asistirlo en la crianza para que crezca íntegro, y generar un vínculo sólido y afectivo con él, para que a lo largo de toda su vida podamos compartir experiencias, tiempos, viajes, sueños, conocimientos; en fin, la vida misma como compañeros.

Yo compruebo que el mismo espíritu de intranquilidad para jugar tiempos prolongados con mis amigos, se me ha presentado también con mi hijo (aunque no siempre como una constante), y logré desarticularlo siguiéndole el ritmo a él, acrecentando los tiempos de juegos, siendo creativo en la variedad de estos juegos, ya que David mantiene la atención en ellos sólo por contados minutos. Cuando él se quedaba a dormir solo conmigo en mi hogar, ocurría que él no tenía suficientes ganas de realizar diversos juegos conmigo (por ejemplo pintar o mirar videos). Por lo que yo lo dejaba y me ponía a leer o escribir, y él se terminaba durmiendo. Mi intención es llegar al punto en que los dos podamos hacer tanto actividades juntos como individuales en el mismo tiempo y ámbito compartido.

Con su mamá, por el contrario, él sostiene mayores períodos de tiempo jugando solo, sin dormirse ni aburrirse. Pero lo importante es que a la confianza y entendimiento la logro, y él me demanda esta dedicación directamente (me pide jugar, me llama para que lo acompañe, etc.)    

Visitar a mi hijo y su mamá me levanta el ánimo, me permite ver con fe mis problemas y proyectos a futuro, y a pesar de regresar a mi hogar y encontrarme solo, me ayuda a eliminar mis preocupaciones, dándole lugar a sentimientos de goce. Este goce, a su vez, puede transformarse en ansias si no lo limito. También junto a mi hijo puedo reflexionar más profundamente en mis problemas generales y psicológicos, y experimentar escenas familiares que a veces esconden conductas sintomáticas mías.

 

El “gasto inútil” y “lo retentivo” en las neurosis

Mi posición retentiva respecto del objeto de mi casa, en verdad es la conducta de sostener mi narcicismo y retracción de mi libido, mediante el síntoma de mi aislamiento solitario, llenándolo con producciones artísticas e intelectuales, y es la ilusión de poseer el falo en eso.

Al “gasto inútil” neurótico lo desarrollé en mi vida como consecuencia del aislamiento y de que por la falta de habilidades sociales (vuelco de la libido hacia las personas), no se cumplieran diferentes deseos que tuve (como formar una banda estable solista mía). Las oportunidades y puertas que no se abrieron con la música, con mis proyectos solistas, produjeron que gastara inútilmente tiempo y energía en caminos diferentes, como la carrera de abogacía o las bandas de tango y comerciales que formé, también para cumplir con mi deseo de obtener ingresos económicos con mi oficio de artista.

La defensa de fondo que sostuve inconcientemente con mi aislamiento y negaciones fue el temor a ser asesinado por mi padre, y en forma secundaria, el rechazo al desprecio de mi madre hacia mí.

Estos síntomas fueron la manifestación de mi narcicismo, como consecuencia de la retracción que realicé de mi libido hacia mi propio yo. Y esto producido por los desprecios, tanto paternos como maternos, sin aprender a volcar y hacer circular mi libido hacia la gente.

Con ambas posiciones (la retentiva y el gasto inútil), me consumí inútilmente como sujeto, me agoté, quedé girando en torno a una nada que en parte me satisfacía sin poder darle curso al acto de mi deseo, y lo único que gané fue la creación de una pérdida.

domingo, 23 de mayo de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO



El proceso de mi duelo insuficiente hacia mi padre. El circuito de la libido e identificaciones con mi padre

El proceso que mejor se adapta a todo mi desarrollo humano, psicológico y a mis problemáticas actuales, está descripto en el texto de Freud “Duelo y melancolía”, y es el siguiente: yo realicé una elección de objeto ligando una parte de mi libido a mi padre, a pesar de sus ausencias y violencia, durante mis primeros cuatro años. Luego se produjo un desengaño por parte de mi padre y su falta de amor, perdiéndose el poco vínculo que tenía conmigo con la quita de su patria potestad y prohibición de acercamiento.

El resultado fue el normal en mí, produciéndose la quita de mi libido antes puesta en mi padre, volcándola luego más en mi madre, en mi padre de crianza Gustavo, y en mis distintos objetos de juego, con los que yo disfrutaba mucho.

Este mecanismo del desplazamiento de mi libido funcionó muy bien durante once años de vida familiar junto a mis padres y mis hermanos, plenamente creativa. Con la separación de mi mamá y mi papá a mis quince años, se produjo la primer señal de que dicho proceso tenía sus fallas, y al no poder volcar más mi libido en mi papá porque dejó de convivir con nosotros, ocurrió una regresión: esa libido regredió y se retiró sobre mi yo, produciéndome los desmayos, punzadas, mareos, temores y todos los síntomas que me afectaron en el año mil novecientos noventa y cuatro, como recuerdo doloroso de la escena de la separación total mía con mi papá biológico a mis cuatro años.

Superado este período sombrío, mi libido volvió a regredir sobre mí en el año mil novecientos noventa y ocho, cuando lo reencontré a mi papá biológico Oscar, produciéndome síntomas similares a los del año mil novecientos noventa y cuatro, durante dos años y medio, período después del cual no volví a vincularme ya nunca más con él hasta la actualidad (transcurrieron veinte años). En el transcurso de todo este tiempo, yo he tenido múltiples identificaciones con mi padre Oscar como “objeto resignado”, siendo esa “sombra del objeto que cayó sobre mi yo” la que me posicionó como “objeto abandonado”. Estas identificaciones principalmente fueron:

1)   Los rasgos de violencia en el carácter

2)   Ser yo “Irineo, el niño despreciable”

3)   El “hecerme echar” de diferentes grupos y personas

 

En todo el proceso del nacimiento de mi hijo David, su crianza y la posterior separación con su madre, inconcientemente comprendí que ya desde la ruptura con mis anteriores novias, el proceso del vuelco de mi libido hacia ellas y diferentes objetos estaba siendo mal hecho; no era suficiente. Así fue que comencé terapia, pero no tuve la continuidad necesaria para una buena cura y el trabajo de duelo necesario, por el corte del vínculo con mi padre, y por las carencias de mi madre y mi papá Gustavo.

En la instancia actual de mis nuevos síntomas y la nueva regresión de la libido hacia mi yo, ocurrió que llegué al límite de que no pudiendo volcarla bien en mi hijo, por mudarse con la madre y alejarse; y tampoco pudiendo poner bien esa libido en la obra por los obstáculos que me presentó el arquitecto, dicha libido volvió a regredir sobre mí con las punzadas en el pecho, la amenaza de la ansiedad y la angustia, como síntomas. El problema de fondo es realizar plenamente el trabajo de duelo hacia mi padre aceptando su pérdida, sin pretender inconcientemente su auxilio ante mis problemáticas de pareja y vínculos, que nunca tuve en mi vida.

De esta manera debo lograr volver a depositar mi libido en una nueva pareja apta (ya que Sofía también es un objeto perdido para mí), y profundizar esta misma libido hacia mi hijo. Por último, volcarla también en el último tramo de la obra, para poder vender ese inmueble. También deseo ponerla en la profundización con otros vínculos, como mi madre y amigos, sanamente.

 

Mi posición narcisista como bloqueo histórico

Uno de los problemas más marcados en mi vida, y que representa un gran obstáculo, es el hecho de que yo desarrollé mi propia realidad narcicísticamente con mucha más dedicación hacia mí mismo que hacia el prójimo. En este mecanismo existió un predominio del segundo tiempo de la pulsión (mirarse) por sobre el primer tiempo (mirar) y el tercer tiempo (ser mirado).

Claramente, esta posición egoísta llegó a un límite en mi vida, si bien desde el nacimiento de mi hijo comencé a abrirme mucho más y focalizarme en él y en Sofía.

El problema de no cambiar dicho egoísmo es que me lleva a una realidad de mucha soledad, empobrecimiento humano, y con mi paternidad, me conduce a perjudicar directamente a David, como lo hice con mis ex novias.

En la raíz del narcicismo que desarrollé bastante extremistamente retrayendo la libido hacia mi propio yo u objetos inanimados, existen las dos causas fundamentales que fueron:

1)   No encontrar en personas cercanas el afecto para volcar mi libido en ellas (por ejemplo mi mamá, mi papá, etc.)

 

2)   Haber sido criado como alguien demasiado autosuficiente, cuando en verdad no me sentía así.

 

Este último aspecto de mi crianza, ocurrió por los descuidos y comodidad de nos proveía apoyo material, pero poco acompañamiento humano. Fueron muy frecuentes las iniciativas cumplidas a medias por mi mamá y papá. Por ejemplo, cuando me llevó al médico alergista del barrio, el Dr. Gargarella, para comenzar el tratamiento por mis anginas recurrentes, nunca más me acompañó a ponerme las vacunas necesarias, que eran dos semanales, debiendo yo ir solo y cruzar la peligrosa calle Estrugamón, siendo un niño. Tampoco me acompañó en otras actividades, a pesar de que me estimulaba para que las iniciara (como las prácticas de jockey o natación).

Dicho narcicismo está vinculado con el duelo mal hecho por la desvinculación de mi papá biológico, y situarme en la posición de “sujeto supuesto saber” también es una señal de volcar la libido hacia mi yo, como síntoma neurótico obsesivo de negar la división subjetiva desde la lógica del: “sí puedo, sí sé y soy”, ante el dolor del desprecio de mi padre hacia mí. Esta posición de autosuficiencia fue generada también por mi mamá, dada su falta de afecto, apoyo humano, contención cercana, a pesar de todas las grandes ayudas materiales con las que siempre me asistió, hasta el día de hoy.

Otra de las consecuencias de ese narcicismo fue mi incapacidad para hacer circular el falo con mis parejas, en el sentido de sentir ambos que el otro lo completa. Y para esto es necesario que ambos registren en sí una falta, y entrelazarla con la falta del otro. Yo no registraba la falta de mis parejas, salvo casos puntuales, pero sin continuidad.   

Esta incapacidad para registrar la falta en el otro y complacerla razonablemente haciendo circular el falo, la manifesté hacia toda la gente en general. Mi objetivo de desarrollo personal es alcanzar el punto medio entre servir y ser servido por el prójimo, desde un estado de guiar esos servicios a un objetivo mayor, que mis propios sueños. Dirigiendo todo pacíficamente, y equilibrando los vínculos, tiempos, energía, etc. Es una especie de liderazgo general con todos mis vínculos, en el que no necesariamente se relacionan ellos entre sí, pero yo los guío para conseguir mis sueños y ayudarlos a ellos con los suyos. Esta finalidad divina de las actividades, me permite enfrentar los problemas que surgen mucho más placenteramente, priorizando y delegando acciones, vínculos, etc.

 

El proceso de mis noviazgos y amantes a lo largo de mi vida

Yo mantuve un período de búsqueda y sostenimiento de la compañía de novias y amantes durante veintidós años de mi vida, desde mediados de mil novecientos noventa y ocho hasta el dosmil veinte, año en el que con la pandemia del Covid 19 se frenó dicho ciclo.

Ya habiendo tenido a mi hijo priorizado su crianza como meta actual y futura, deseo buscar oportunamente una novia con niveles de libertad altos, como para sostener dicha crianza y mi creatividad artística, sin encontrarme ni estresado ni condicionado por esa novia. Y esto teniendo en cuenta que:

1)   Los niveles de frecuencia son los que generan la toxicidad en pareja, llevando a las rupturas

 

2)   Estoy dispuesto a la fidelidad, dado que también la espero por parte de esa novia para generar un vínculo permanente

 

Para mi escala sentimental de valores, lo más acompañado que puedo estar en mi vida (y sabiendo que la separación con Sofía es definitiva) sería conviviendo con una mujer. Pero dado que en esta instancia ya fracasé varias veces, y que el escenario de mi vida es distinto, al priorizar las visitas y crianza de mi hijo, imagino que sería más viable un noviazgo de poca frecuencia presencial, por ejemplo de una visita semanal y llamadas en otros días de la semana. Con esta pareja podría compartir viajes, incluso sin reclamos si también los hago con David y Sofía.

El sueño y placer mío de tener una pareja estable, no obedece a ub rechazo patológico hacia la soledad, sino al gusto por compartir mi vida con una compañera, y la vitalidad que eso genera. Yo puedo sobrellevar muy bien mi soledad, incluso sin verlo a mi hijo, pero no es el tipo de vida que quiero. Los únicos dos obstáculos que encuentro en este momento de mi vida para concretar la búsqueda de una pareja son:

1)   No estar vacunado contra el Covid 19 y el peligro de contagiar a mi hijo y su madre

 

2)   La parte final de la obra de ampliación de la ex casa familiar que está inconclusa, y deseo focalizar para poder vender ese enmueble

En las rupturas con mis últimas cinco novias se dio una búsqueda compulsiva de la siguiente, como consecuencia de resistirme a realizar todo el trabajo de psicoanálisis que estoy haciendo ahora. Mi negación era a estar solo, y no perseveré con el primer psicoanalista al que acudí cuando corté el vínculo con Melania Fernández, y tampoco con la psicóloga Ana durante el noviazgo y ruptura con Sofía.

El actual trabajo de psicoanálisis me está llevando a comprender que existe un duelo profundo que debo hacer por la desvinculación con mi padre biológico, aparte de desarticular los traumas y síntomas para sanarme de mi neurosis.

Las lecciones más grandes que aprendí tras el límite al que llegué en el año 2020, son:

1)   Que no me conviene comenzar un nuevo vínculo de pareja hasta profundizar más el psicoanálisis y estabilizar mi vida (esto incluye finalizar la obra de ampliación del ex hogar familiar)

 

2)   Que para comenzar cualquier emprendimiento grande y con responsabilidades, primero debo estar bien estabilizado psicológicamente 

 

jueves, 20 de mayo de 2021

CUENTO "EL VIAJE" - DEL LIBRO "LIBREPENSADOR" - MATIAS CASTAGNINO

EL VIAJE

Irene, la de ayer, la de hoy...la de siempre. Pensar que nos conocimos como muchas veces suceden los encuentros: de forma casual, atravesando el intrincado río informático de cables, electricidad y códigos binarios que dieron paso, desde nuestras computadoras, a la cuña del destino en el devenir de los días. ¿Quién hubiera dicho que nuestros tiempos se intersectarían así, que dos almas a tan poca distancia, entre tanta gente, se rozarían con un brillo de semejante intensidad? Y ahora sólo queda éter, éter y ese sabor agridulce de culpa por todo lo bueno que no se hizo, que caracteriza a los recuerdos cuando la ausencia. Las valijas también se fueron con ella y sé que por un momento cargó el peso de nuestro círculo sin cerrar, quién sabe si el mismo que la movió a dejar su tierra natal.

Parece que fue ayer cuando entré al bar y sus ojos escrutadores me revisaron en una pasada fugaz desde el cabello hasta la uña del dedo gordo del pie, y a pesar de haber podido mentirle llevé exactamente la misma ropa y colores que habíamos acordado para reconocernos. Lo victorioso de ganar mi gran trofeo de batalla, anotando en la servilleta de papel su número de teléfono y dirección, extraídos como se extrae una gema preciosa de la piedra grosera.

Irene, eterna Irene. Me reclamaba a nivel matrimonio y todavía no sabía mi fecha de cumpleaños...

Llevo una semana sin poder pegar un ojo en toda la noche desde que me contó la decisión de viajar. La sangre familiar tira y de eso no hay duda, ¡pero regresar después de cinco años...! Acá, en el país más austral del mundo, las feroces crisis económicas parecen sucederse como en ciclos, y alejar siempre más la posibilidad de establecerse, esta patria, en un lugar seguro y digno. Para ella fue el agregado que le faltaba a la concreción de una vieja idea. Yo, sin embargo, siempre supe que la posibilidad de radicarme en el “Viejo Mundo” era casi nula; y sostengo, sobre el muelle, el fatuo peso de un recuerdo. Los barcos que se van son su partida, repetida una y otra vez, cruzando el océano hacia el puerto de Marsella; esta distancia que supimos sería larga en un principio.

Todo comenzó cuando decidió postular sus investigaciones sociológicas en el llamado a becas de una organización gubernamental  francoinglesa – si mal no recuerdo -, en lo que sería parte de un programa de intercambio cultural entre las embajadas argentinas y francesas respectivamente. El período de capacitación constaba de un año y medio o dos, para los estudiantes de ambos países, el que en su caso se prolongó a casi siete por el misterio, ella decía, que Buenos Aires había ejercido sobre su corazón; “- cierto dejo melancólico en el aire...las fachadas. Como de tarde gris...como si el rimel se corriera por las lágrimas en el rostro de una amante despechada”-. Después me confesaría que otra de las causas principales que la animaron a tirar anclas y quedarse, fue lo joven y virgen que descubrió a estas geografías donde notaba que todo estaba por hacerse pero todo se postergaba. Lo que ahora dilucido de sus viejas palabras es, sin duda, que esa misma nostalgia que transpira la ciudad se correspondió con la lejanía que la invadía irremediablemente, aún a pesar suyo, y ya ocupaba un lugar sombrío en sus entrañas. Todavía hoy me da escalofrío recordar ese desierto que se desplegaba por momentos en su mirada, invadida de desencanto, del que no lograba apartarla ni aún al compartir alguna actividad o despertarle alguna sonrisa, y frente al que, finalmente, opté por hacerme a un lado en el silencio mutuo, hasta que los espejismos decidieran dejarla, o ella encontrara la fuerza para ahuyentarlos. Luego la costumbre terminaría por hacer normales sus fugas distantes y mi consecuente indiferencia. En estos días me he preguntado si la vaguedad aquella no hubiese sido un vislumbre de este destino errante que nos separaría, o tan solamente huecos por donde premeditaba la despedida, la forma en que me anunciaría su partida definitiva, por cierto abrupta.

Sospecho que no mintió cuando, ante mi desconcierto, dijo que prefirió callar la idea del viaje hasta estar bien segura de que era lo mejor. A decir verdad, yo incubaba la intuición de una posible visita a sus padres desde aquella carta que le encontré en el anaquel de su casa, en agosto pasado. La tinta corrida en algunas líneas develaban el llanto de su madre al escribir; pero más que nada el tono lastimoso y reminiscente de su infancia junto a ella y su padre, evidenció un destornillador con el que, ladinamente, removía la herida natural de la distancia. Hay, al menos, una certeza en mí, y es el saber que el motivo radical de su partida no fue una falla en mi virilidad ni desamor acumulado por mi parte; si bien – como siempre ocurre en las parejas – más de una promesa quedó en el tintero. Pero siempre olfateé en Irene una incapacidad llamativa de poder echar raíces. De hecho durante todo este tiempo se mudó cinco veces de vivienda dentro del barrio. Parecía no afectarle el desgaste que implica cargar con todos los muebles en el flete y el traslado. No sólo no afectarle sino también producirle placer. Repetidas veces le planteé seriamente lo evidente: se encontraba continuando la inercia nómade de su niñez cuando los traslados de su padre médico a los cuarteles y regimientos donde se lo requería; aunque ella se empeñaba en contradecirme y justificar sus rescisiones de contratos de alquiler, con nimiedades que le encontraba a cada departamento.

Aún ahora me río de sus típicos despertares malhumorados y de la vez que la terminé echando en la siesta de ese día feriado. ¿Se acordará cómo voló la zapatilla ? ¿Y cuando nos descubrió la señora del noveno cé en la azotea del edificio haciendo el amor parados? Siempre supe que lo que le he dejado es mucho más que semen en su interior, y esa certeza acaso, aquieta la tempestad de este quebranto enmohecido. Sólo espero que como la química de la obra de arte hecha con nuestra pareja ha cambiado mi vida permitiendo un mayor resplandor, el mismo cambio que también se dio en ella le sirva ahora dondequiera que se encuentre.

Muchas veces quisimos tocarnos y se interponía el cristal invisible de pensamientos, temores, palabras, emociones guardadas. Entonces apoyaba la mano desde su lado del vidrio esperando que hiciera lo mismo con la mía, cual amante que visita a su querido presidiario.

Mis labios acá dicen palabras al grabador, pero no las escucho, no estoy en ellas. Como si otro hablara desde dentro mío al cassette catártico; y su rostro anclado entre mis ojos y el horizonte. Ya no más sus medias en el velador oscureciendo la alcoba, ya no más sus angustias tragadas que yo advertía con cierta congoja cuando inhalaba, ya nadie llama y corta por teléfono en las épocas de distanciamiento, y el terrible dolor de su aroma que las toallas del baño aún conservan...de tachar en la agenda la dirección y el teléfono de su última casa, como los que años atrás fueran amatistas en manos de un minero esperanzado.¿Qué sombra es la que me abruma?

Recién encienden las luces del espigón y yo llevo un siglo esperando su voz, porque tironea la soga que todavía nos une. Un vapor sale de mi boca. Por de pronto, la llegada de este invierno en el aire pareció recordarme lo que cada año: que estoy vivo, el paso del tiempo, los colores del frío otrora; pero hay luceros que aún siendo iridiscentes, el velo de la melancolía logra opacar.

De haber sabido semejante curva de la vida, seguramente le hubiese confesado muchas de las cosas que callé - quizás cobarde, tal vez por no herirla – que ahora irán a parar a cartas que nadie leerá; y lo inútil que fue haber aprendido juntos a saber vivir separados si es que a tantas horas del adiós siento aún las sábanas tibias. Algo me dice que tuve lo que tanto ansié demasiado cerca y no lo vi. Puede que amarla sea dejarla ir, y que mi mente resignada se esfuerce por entender una distancia que mi corazón no termina de aceptar; o bien podría seguir intentando llenar este remolino extraño que ha dejado en mí, imposible de reemplazar, buscando palabras estériles en el diccionario, escribiendo imágenes furtivas, sobrecargándome de trabajo...

Anteayer no pude, aunque por un momento lo intenté frente a sus amigas, contener las lágrimas que amenazantes, se agolpaban en el rincón del ojo.

Hoy es el día de “acción de gracias” y acá todo seguirá como entonces, en esa mezcla de incertidumbre y tranquilidad que desde joven provoca en mí la realidad de este tiempo; el no tener del todo en claro si es que nuestra civilización evoluciona mediante la ciencia, si hay algún objetivo al que llegar - como la expansión del porcentaje utilizable de nuestra capacidad cerebral, o algún cambio de estado en nuestra materia – o, caóticamente, estamos inmersos en un lento apocalipsis que nos conduce a la desaparición inevitable de nuestra especie, caminando en un callejón sin salida. Supongo que siendo esta última hipótesis cierta, no tendría ningún sentido llevar una vida saludable ni creer en la posibilidad del cambio; y siendo cierta la primera, todo este desencanto carecería de sentido. Me volveré a cruzar con el futuro errante de lo que no voy a convertirme, personificado en esos solterones solitarios de bar en queja permanente; y morderé el barro otra vez. Después de todo la mayoría de gatos perdidos saben regresar a su hogar.

¿Cómo nunca antes oliste ese maldito gas en el aire? ¿Por qué tanta mala suerte de producirse la pérdida justo cuando dormías y apenas una noche antes de embarcarte? Una vez más compruebo tristemente que la parca, aparte de imprevisible es injusta ya que tu estado de salud era perfecto y tu corazón de una calidez pocas veces vista en la gente, y ni siquiera me sirve el consuelo de que al menos no sentiste dolor. Uno lamenta la muerte de un ser querido porque nos hace acordar de la propia - o esa calidad de turistas de paso que todos tenemos por la vida -, y por la parte nuestra que se va. Así, con lágrimas, damos la bienvenida en el nacimiento al paréntesis que se abre, y la despedida al que se cierra por siempre en un ataúd que cruza el mar para ser velado con los suyos.-

LOS CORDIER (UNA FAMILIA COMO CUALQUIER OTRA) - DEL LIBRO "LIBREPENSADOR" - MATIAS CASTAGNINO

 

LOS CORDIER (UNA FAMILIA COMO CUALQUIER OTRA)

Se conocieron escarbando en la maraña virtual de Internet. Kilómetros de cables y códigos binarios en realidad no los separaban tanto, ya que vivían a quince cuadras uno del otro.

Ella, Estela, traía una compulsión de repetición con mil y un intentos frustrados. A cada hombre le encontraba la pestaña que la incomodaba lo suficiente como para descartarlo. El síndrome del “príncipe azul” ideal. A aquella primera cita con él fue más presionada que convencida para aceptarlo, porque ya varias de sus amigas se habían casado y dado a luz.

El, Eugenio, por su lado, venía de un noviazgo de once años. Analizaba con lupa cada reacción de Estela para vislumbrar aquellas sombras que pudieran potenciarse con el tiempo. Y ni aun así sus cálculos funcionaron en los vanos intentos de apresar al futuro y al corazón con la razón. Después de largos meses terminó por aceptarla a pesar de su carácter tan fuerte, sólo porque no encontró ninguna mujer mejor entre todas las que buscó.

Todo un largo matrimonio sin quererse, como turistas casi desconocidos en un hotel, que era su hogar. No era de extrañar que durmieran desde hacía años en habitaciones separadas.

Eugenio postergaba y detestaba los arreglos de la casa. De la misma manera que Estela renegaba de cocinar y pedía rotisería diariamente. Cuando estaba a punto de romper con su mujer, organizaba algún interesante viaje para los dos que emparchaba la relación. Pero una de sus mayores irritaciones de fondo era que Estela ganara más dinero por mes.

Por el rechazo y la desconfianza que sentía hacia todas las mujeres, jamás pudo amar de verdad a Selene, su única hija. Estela, a su vez, fue siempre competitiva con la niña, aunque en público fingía estar orgullosa de ella.

La típica familia disfuncional en el mar de secretos, indiferencia y falta de diálogo que era la casa de los Cordier. Cada uno jugando el infame papel rígido, con la comunicación restringida a las palabras que se adecuaban a esos roles. El juego macabro era adaptarse al papel de los demás, aplastando deseos, sentimientos, necesidades; el maldito cambio de tema cuando alguno quería hablar de los problemas. Cómo no prever que la semilla de ese tipo de hogares se cultiva en el noviazgo…y ninguno de los dos se animó a dejar al otro.

Estela fue muy astuta para su partida: recolectó dinero de todos los familiares para una supuesta operación de cáncer, y se realizó el implante de siliconas en los pechos, luego de lo cual se fue con su amante. Eugenio fue menos pretencioso e invitó a Clara a que trajera sus valijas a la casa; la empleada doméstica con la que mantenía una relación desde hacía años.

Pensar que el oficial público que los casó les deseó un buen matrimonio no sólo en honor al amor, sino también para consolidar la institución de la sociedad conyugal, la de los Cordier, una familia como muchas otras.-

 


sábado, 15 de mayo de 2021

CUENTO "LA ANTIPODA" - DEL LIBRO "LIBREPENSADOR" - MATIAS CASTAGNINO


LA ANTIPODA

Todo comenzó en las vísperas de aquel año nuevo, cuando los papeles rotos de las oficinas y los apuntes estudiantiles vengados regaban las calles céntricas de su Rosario natal.

Y ese malestar crónico de las anginas y esa mala suerte recurrente que hasta en las fallas de cualquier artefacto nuevo que adquiría se veía reflejada.

Eugenio Montiel era su nombre. Montiel para los compañeros del trabajo y en bar de la vuelta, donde destilaba su único vicio de los conocidos, con los vasos de Fernet por las tardes y los tres o cuatro amigos que siempre se sumaban a la mesa.

El hombre soltero y solitario de dientes amarillentos por el efecto de cigarrillos y café, al que las mujeres nunca le habían durado demasiado, indudablemente producto de la interferencia que ejercía su madre y de la ineludible condición de hijo único. Pero injusto sería cargarle el peso de esa asfixia sólo a la señora si al fin y al cabo el juego enfermo de los rechazos y las búsquedas, las lágrimas y el pañuelo era mutuo y consentido por él, que nunca se animó a tomar distancia. Exactamente en la manera como siempre funciona el amor…

Aquel día se levantó como todos los días previo a la jornada laboral, pero una extraña sensación de hartazgo que provoca decisión se apoderó en los primeros pensamientos de la mañana, quizá definida durante el ensueño (ese estado entre conciencia y sueño en el que la mente divaga pero los recuerdos quedan mejor plasmados). Se afeitó igual que siempre e igual que siempre se cortó a la altura de la nuez. Se puso los lentes de contacto pero esta vez uno se le calló, con la consiguiente dificultad que lleva el encontrarlos, por su tamaño y transparencia. Se puso el perfume de uso diario porque a los importados los destinaba para eventos especiales, y partió rumbo a la oficina de la aduana en donde se desempeñaba desde hacía años.

Algo le resultaba raro en su persona y era de esas rarezas de las que uno siempre sabe bien la causa. No dudó: agendó para el mediodía llamar al cartógrafo de la universidad que tanto le había costado ubicar y dar así el primer paso de su plan.

En ningún espíritu sano hubiese cabido la certeza descabellada de que las enfermedades físicas, los infortunios y hasta su inspiración literaria plagiada podía deberse al obrar de otra persona, a una conspiración maquiavélica de alguien tan distante que pudiera evitar todo intento de venganza e identificación.[1]Alguien que habitara en el exacto extremo diametralmente opuesto de la Tierra, que en sueños, quizás, lo conociese, y que tuviese la obsesión perversa de arruinarle la vida: su antípoda.

Así fue como Julio Navarro, el geógrafo y cartógrafo más saliente del ámbito universitario le señaló un país en el planisferio (Rusia), una ciudad en el país y, por obra de los satélites, un punto preciso en la ciudad, que no era otro que la casa de Vladimir Rafkin, la futura víctima de un homicidio tan absurdo como inesperado.

Oriundo de Omsk, residía en Krasnoyarsk, ciudad con mayor movimiento económico y académico, a donde se había trasladado después de finalizar sus estudios secundarios hacía treinta años, en pos de una carrera universitaria que nunca terminó. Adepto se había vuelto a la búsqueda apasionada de libros usados y compra de rarezas antiguas en las ferias americanas, en ese afán de apresar la mayor carga de vida que le dejan a los objetos los anteriores dueños, aparte del fabricante y el distribuidor. De unos años a esta parte se ganaba la vida como calesitero en el parque de diversiones local, con la ansiada sortija arrebatada sólo dos veces por vuelta en manos de los niños.

Solitario y generoso, había llegado al extremo en el que gracias a la tecnología cultivó muchos más amigos a miles de kilómetros de distancia que en su barrio o en el trabajo, donde mantenía un buen llevarse diario…una convivencia, pero no lazos más hondos (dicen que los compañeros de trabajo y los familiares son las únicas clases de personas que no se eligen).

La paranoia fisurando el velo de la razón y una fatídica eliminación de opuestos ya se había puesto en marcha. El punto más distante que una persona puede tener con otra sobre la faz de la Tierra era el lugar en el que un domingo por la tarde –iguales como son en casi todos los sitios del planeta- se produciría la escena del crimen.

Luego fue seguir paso a paso el derrotero de aquel plan y el cronograma aproximado de cada etapa: la licencia sin goce de haberes en la aduana para disponer del tiempo suficiente, la compra clandestina del arma homicida, el disparo a la distancia –silencioso y certero- como tanto lo había practicado y el deshacerse del revólver en el río Volga, triste escenario de muertes nazis y stalinistas.

Ya en el avión de regreso Montiel no era el mismo. El alivio habitaba en él y la sensación de arrojar mil kilos de lastre, el peso que toda una vida lo había atormentado. Su teoría se había cumplido con precisión científica en un campo en el que la ciencia no llegaba aún a producir certezas. ¿Qué instrumento podía calcular con exactitud esa extraña química osmósica que desde otra persona daba la vuelta al mundo y acechaba sus pasos y su destino, su desvelo y su cobardía?

El plan de una vida nueva y retomar incluso el camino yermo del amor femenino. Todo parecía recobrar sentido, y acaso lo hubiese alcanzado de no haber sido por un error, el ínfimo error que frustró al crimen perfecto de una mente siniestra. Jamás imaginaría a un ciudadano ruso de apellido Rafkin como turista en su Rosario natal esperándolo, con un arma cargada y el plan trazado, ni que las conexiones mentales y macabras suelen ser mutuas, ni al amigo de Rafkin bajo un metro ochenta de tierra sobre su pecho (ese que lo había reemplazado en la calesita y le cuidaba la casa), miserablemente engañado como las presas desprevenidas sucumben ante las astutas.-

 



[1] Según sus últimas conclusiones, cantidades de ideas de su autoría publicadas en revistas narrativas de poca monta, eran recopiladas por alguien y enviadas a personalidades relevantes de la literatura, quienes las publicaban como propias.

CUENTO "LA CONVIVENCIA, ESE FILTRO IMPIADOSO" - DEL LIBRO "RECUERDA QUE HAS DE MORIR" - MATIAS CASTAGNINO


 

LA CONVIVENCIA, ESE FILTRO IMPIADOSO

Mi desafío para lograr una pareja próspera pasa por la convivencia, una instancia que nunca experimenté bien con Lautaro Droivieux. Me llamo Gianette, soy contadora de profesión, nunca ejercí, pero subsisto como empleada administrativa en el Banco Municipal y dando clases pakua, un arte marcial chino. Cuando caí en la cuenta que la soledad es un hábito silencioso que se adosa en la piel como la cera depiladora, y nos acomoda la intolerancia o los prejuicios, decidí invitar a Joana – mi prima hermana -, a que se quede en mi departamento. El vencimiento de su contrato de alquiler sumado a su falta de medios para renovarlo reforzaron la decisión. Si bien fui conciente que ningún grupo de compañeras que vienen a estudiar a la ciudad desde el interior del país (ni siquiera siendo dos) logran convivir más de un año y medio, por los lazos de sangre que nos unían más mi necesidad de abrirme, aposté a poder lograr un vínculo duradero bajo el mismo techo.

En realidad, antes de relatar el penoso devenir por medio del cual un vínculo afectivo termina por estropearse definitivamente, debo remontarme más atrás en el tiempo y dejar en claro cómo fue que pude disponer de mi espacio y tiempo para aceptar una convivencia con Joana, cómo llegué a esa situación. Y eso fue la consecuencia de mi ruptura con Lautaro. Con Lautaro terminamos el noviazgo (mejor dicho lo dejé), simplemente porque no quiso invertir en la construcción de la casa que tanto yo anhelaba. Suena muy frívolo dicho así. En verdad la inversión fallida fue la punta del iceberg...¿por qué no reconocerlo? La debacle en nuestra historia había comenzado años atrás: el famoso y paulatino desinvolucramiento que termina por quebrar las parejas, y la conflictividad, y la falta de fe, y las broncas calladas, y las broncas habladas que traen discusiones sin solucionar nada, y las infidelidades...en suma: un noviazgo destinado a terminarse o la condena a sobrellevar una larga vida de desdichas. Si hablamos de engaños, yo opté por meterle los cuernos con mi entrenador personal, pero sólo cuando la pareja ya venía mal, y provisoriamente hasta que nos casáramos y tuviéramos hijos. Creo que cada encuentro lujurioso a sus espaldas era una suerte de venganza por su frialdad...para que reaccionara.

Después de los primeros meses de engaños con el entrenador no quise que el vínculo se profundizara,  y mi corazón se llenó con aires renovados de esperanza hacia Lautaro; quizás con culpa también. Fue entonces cuando decidimos comenzar las sesiones de terapia de pareja ¿No era coherente intentar rescatar los lazos que nos unieron durante tantos años? ¿Qué hubiera hecho usted en mi lugar? Para resumir, el efecto de los diálogos con la psicoterapeuta fueron como intentar apagar el fuego con combustible…A mis largas defensas –en las que encontraba bastante consenso de la terapeuta-, le seguían feroces discusiones afuera, cuando volvíamos. Luego comprendimos que era en vano intentar resolver los problemas en conjunto, si cada uno tenía bastantes sombras individuales para desenmascarar. Y fue ahí cuando comprendí cabalmente que cuando un integrante de la pareja comienza psicoanálisis, lo más saludable es que el otro, por su lado, también lo haga. Al menos si a lo que se apunta es que la pareja continúe unida. Fue evidente que el terreno farragoso de dudas al que lo llevó su psicóloga personal, me encontró desprevenida y sin comprender sus reclamos, por no haberme yo analizado por mi lado.

Lo que jamás sospeché de aquella primera aventura amorosa fue que abriría un irrefrenable camino de amantes y lujuria que terminarían por convertirme en la ninfómana que soy hoy, que no puede aguantarse más de un día sin hacer el amor. Y eso que siempre llegué al orgasmo con Lautaro, a diferencia del desconsiderado de mi novio anterior, que en cinco años nunca me hizo ni mojar, y ni se preocupó por averiguar sobre mi sexualidad. Y quizás fue aquel otro de los escollos fundamentales que me llevaron a terminar con Lautaro. ¿Para qué enumerar mi aventura vegetariana con Lidoro, el verdulero desalineado que me acorraló entre los cajones de manzanas, o con Cacho, el taxista que cambió de trayecto y propuso el motel “Brujas”, en las afueras de la ciudad? Ni hablar de Octavio, el joven ginecólogo que supo enseñarme las virtudes del punto G entre la camilla y el escritorio.

Mucho pensé y repensé las causas de mi ruptura, porque no tengo la plena certeza de que haya sido por los numerosos amoríos. De hecho es muy poco probable que el vínculo con mis amantes pudiera influir en algo, ya que siempre fui una artesana en eliminar todo tipo de pruebas…incluso los cabellos del colchón, cuando Lautaro viajaba. A la infidelidad la ubicaría entre las últimas de las causas perniciosas. Bastante más influencia ha tenido la falta de enamoramiento con la que empecé la relación ¿Cómo creer en el idilio a lo Romeo y Julieta si la ciencia ya determinó que los químicos que generan las glándulas (endorfinas), y actúan sobre el cerebro, no perduran por más de seis meses? Pero de a poco me fui involucrando, y más que nada a fuerza de celos, cuando él empezó a estudiar con la vecina del departamento de enfrente, en su edificio. Lo que sí me propuse desde entonces es no revivir más cadáveres en mi vida. Porque Lautaro era eso cuando lo conocí: un tipo chato y con un trabajo mediocre. Desde que me conoció no sólo lo ascendieron de puesto sino que recorrió otras ciudades y supo lo que era veranear, producto de mi insistencia con los viajes.

 

Con el aroma a café con leche que regalan los bares por la mañana, comencé el día de hoy, y para no irme por las ramas diré que no existe fuerza más poderosa en el mundo que la ternura, y también mencionaré a los bienes materiales como una de las principales miserias del hombre, o al menos mía. Es verdad que cuando la relación no dio para más (portazos y desapariciones de por medio), llegaron mis recurrentes “si no te gusta andate”, ya que el departamento donde vivíamos era mío. Pero no es menos cierto que mi frialdad e insensibilidad de entonces ante las tantas tarjetitas con dedicatorias que me regalaba (esas que venden los niños en la calle), o la falta de actividades culturales en común para compartir (a él le encantaba el cine dramático y la lectura…yo jamás terminé un libro en mi vida y a lo sumo veo comedias), todos estos desencuentros, es cierto que tuvieron su origen en el trauma que sufrí en mi infancia cuando mi tío Mirko me manoseó varias veces, ante lo que yo callaba en mi casa, y pasaba largas horas embelesada frente al televisor. Y a esto pude dilucidarlo hablándolo en las psicoterapias. Incluso la misma terapeuta me dio el alta…Yo ya detecté las causas de todos mis males removiendo el vado del pasado, y con eso es más que suficiente. Basta con tener buena memoria y modificar algunas mañas para que el noventaicinco por ciento de la existencia de una persona quede solucionado; y como no creo en las vidas pasadas ni en toda esa ridiculez digna de las mejores historias de ficción, del karma y la rueda de la vida, creo que mi realidad quedó resuelta y establecida hace ya unos años, sin tener que replantearme nada demasiado, también por eso de que la duda es un ruin veneno para el alma.

Acá en la oficina todo sigue con la chatura de siempre: comenzar la jornada desayunando (el momento que más disfruto del trabajo), los chistes con mis compañeros, la misma tanda de oficios judiciales con pedidos de los jueces y abogados, casi similares reclamos por parte de mi jefe, en suma…Pero no puedo soslayar que algo cambió profundamente en mis días desde que una persona muy particular ingresó en ellos: Eliseo Ruckert, el arquitecto quincuagenario que fuera una esponja para mi sueldo. Nos reencontramos gracias a los milagros de la Internet después de diez años sin tener noticias uno del otro. Su vida seguía casi tan estática como siempre, con la novedad de que Sonsoles, su única hija –que la última vez que nos vimos tenía ocho años -, ahora era una adolescente con más carácter que desarrollo físico. Y su sequía laboral…El padecía las consecuencias de no saber liderar grupos humanos, algo fundamental en el ejercicio de la arquitectura. Por lo que toda obra que comenzaba terminaba por frustrarse por supuestas causas contingentes (como el incumplimiento de albañiles, carpinteros, etc.), y sus clientes optaban por contratar a otro profesional. En esas circunstancias fue que nos reencontramos con “Eli”, como yo solía decirle cariñosamente.

A los pedidos de ayuda financiera para pagar los gastos varios de Sonsoles, le siguieron los préstamos para saldar el alquiler del hogar, ya que su casa de siempre la ocupaba Domitilia, su ex esposa, y según el acuerdo judicial al que habían arribado. Ocurría que la joven Sonsoles había elegido vivir con su padre porque Domitilia sufría de alteraciones mentales que la volvían una mujer peligrosa y difícil de sobrellevar. En ese contexto decidimos –después de nueve meses de filtreos-, intentar una convivencia en su casa de calle Zeballos mil trecientos veinte, para comodidad de los dos, dada la frecuencia cada vez mayor con que nos veíamos y la generosa distancia que separaba a ambos hogares. Tengo la seguridad de que podríamos haber echado raíces allí de no haber sido por los ataques de celos de la jovencita. Desde que instalé la valija en el dormitorio, la muchacha no dejaba de atacar a Eli por las nimiedades más variadas, situación que me ponía de mal humor y me situaba en la incómoda postura de permanecer neutral, ya que la muy astuta me negaba todo tipo de participación y hasta me había retirado el saludo. Sólo agregaré que a esta convivencia fallida de dos meses, le siguió un injusto maltrato de él hacia mí, cuando decidí dejar de ser la monja caritativa que encubría con dinero su falta de apertura social y liderazgo en las construcciones edilicias. La bomba estalló en el viaje que programamos a Santiago de Chile, reservado para pasar quince días juntos, y que sólo duró dos, cuando después de la quinta discusión decidí volverme sola.

 

Dicen que la vida es pendular y que la inercia de los sucesos es lo que prevalece, por más esfuerzos que se realicen. De esto no tengo la menor duda. Porque no creo que mi madre sea un verdadero escollo en mis noviazgos fallidos; ni siquiera con las cinco o seis llamadas que me hace por día, ya que tengo bien en claro que el consentimiento a alguno de sus caprichos es algo provisorio, algo que se va a terminar el día que forme una familia. No puedo negar que he llenado mis horas con actividades de toda especie, aparte de las clases de pakua en el instituto. Hasta llegué a participar en un taller de paisajismo porque me aburría en las tardes libres y vi el anuncio en el diario. Yo me encargué de darle forma al mundo que me mantuvo en movimiento desde el quiebre con Eliseo, y tal es la dinámica diaria que ya ni escucho a las canciones enteras. Era de esperarse que los días de mi prima Joana en mi hogar duraran lo que un pestañeo, y que con ellos se estropeara un vínculo de tantos años, aunque en su momento no lo advertí y creí hacerle un bien.

Los primeros síntomas de la ruptura comenzaron con su desidiosa falta de colaboración con las tareas del hogar y hasta con el pago de los impuestos, a pesar de los costosos cursos en los que invertía con descaro. Su actitud pareció ser la de un turista o pensionado, llegando al colmo de la inexperiencia cuando quiso rellenar los alcauciles con salsa y carne picada, sabiendo cualquier cocinera con mínima práctica que el relleno se hace con queso y atún. No quiero volver a rememorar la reconciliación con Toto, el grosero de su novio, después de haber llorado durante días y pedirme toda clase de consejos ante las sospechas de que la engañaba. Pero hubo un hecho puntual que me decidió a que le pidiera que pensara en otro lugar para vivir. Ocurría que cada vez que yo le comentaba algún proyecto, de la especie que fuera, dicho proyecto fracasaba con un éxito rotundo. Ejercía una especie de nube negra, alentada por los vientos miserables de la envidia o del desmerecimiento. La decisión más importante que tomé desde que Joana partió fue vender de una vez esa cama de dos plazas que estaba siempre como a la espera de otra persona.

Hoy por hoy estoy bastante bien sola, aunque por supuesto que extraño ciertos momentos de la vida en pareja, sobre todo cuando escucho a los jóvenes decirse “mi amor”. Y es verdad que hay días que me pesa no poder contar con ninguna amiga, ya que todas formaron familia. Tengo pensado que si a los cuarentaicinco sigo sin encontrar pareja, me haré inseminar semen o le propondré a algún amigo que me embarace, con la promesa de no reclamarle la paternidad ni los alimentos, porque si a algo no voy a renunciar eso es a la maternidad. A mamá no creo que la deba hospedar a futuro, ya que la obra social le cubrirá el geriátrico, y hombres no me faltan, pero eso sí: de la puerta para afuera.- 

 

CUENTO "EL OBSEQUIO" - DEL LIBRO "A LA HUMANIDAD LE QUEDAN 600 AÑOS DE VIDA EN EL PLANETA TIERRA" - MATIAS CASTAGNINO


 

EL OBSEQUIO

Me estoy yendo…veo el cuerpo de arriba y a mis seres queridos rodeándome con lágrimas en los ojos. Emoción…dolor de perder conmigo una parte suya. No hay palabras que quepan: hablar es cortar la unión misteriosa con esa comprensión, entendimiento tácito entre ellos. El aire tiene como un halo de amor indescriptible, un éter que ellos no ven bien pero lo sienten…lo absorben…lo contagian. Yo me elevo más llevando conmigo la grandeza de haber acabado la obra, cual guerrero glorioso tras caer, sufrir y levantarse; cumpliendo el designio desmemoriado o lo que yo mismo fui escribiendo en una posibilidad más del destino, que quizás así ya estaba prevista.

Soy esencia, soy incorpóreo, soy una brisa que puede ver y la corazonada de que me esperan mejores horizontes. Esta alma vieja necesita descanso. Hay un niño que ingresa al cuarto por la puerta entreabierta. Tiene tres, cuatro octubres que el tiempo le ha cargado. Su cara trasluce la preocupación, temor al peregrinaje que intuye acercarse por el inmenso desierto con sólo dos compañeras de travesía, cuales profetas desterrados.

Aunque no nos ven, tengo la sensación de ser escuchado por no resultar recíproca la imperceptibilidad en este funeral casero. He tomado su manecita y puedo llegar directo a las profundidades del corazón desconfiado, reflejo de traición genealógica y biológica; premonición de la curtiembre que recibirá esa temprana piel, de vientos salados…golpes de arena y sol. El me sigue hacia el cuarto desocupado, sabiendo una parte suya que yo seré él en un desliz de años. Se extiende tan sutil el cordón invisible de ojos a ojos, mente a corazón, transmitiendo la vibración que decodifico en discernimiento, de no hallar respuesta para el miedo de su padre en los portales de la ciudad, ante el vacío interminable de los médanos…soledad de espejismos y cielo, donde sucumbió. “¿Quién fuera lágrima para saber mi angustia, quién algodón absorbente de cachorro y abandono, compañía errante de macho protector?”, me preguntó mudo en estas palabras que no logró reunir, y continuó: “si te hubieras sabido alma vagabunda, buscador encontrando a otros buscadores en eterna caminata, eterna soledad; justo ahí, cuando el ángel centinela te dejó a merced de la ventolera sin más que tu túnica, el bastón, tu hermana, nuestra madre…”.

El gozo de sentarte en mi regazo es que la noche más oscura no doblegará tu espíritu de osadía, ni tifones frenarán la marcha, niño. Puedo darte cada respuesta de lo que vivirás como perlas en la ostra, pero no puedo despiadarme contra tu libertad; y habrán de aparecer solas en la arena, inesperadas, cuando confíes…lo que llamarás “fe”. Pensar que después de atravesar el desierto comprobarás que en verdad no hay nada que cruzar ni ciudad que dejar…lo iluso de esos espejismos, símbolos físicos de impresiones del espíritu, reflejo material muerto en sí; aquello que tu padre no distinguió como confrontación interna. La única certeza es que hasta aquí llegarás y esto no es más que una jugarreta al tiempo.

Afuera un galopar se aproxima desde calle Montes de Oca, y por un instante el hilo violáceo – verdoso se torna escarlata, cambiando la amplitud de ondas en un dibujo más corto el zigzagueo del cardiógrafo, a ritmo intenso: se ha asustado presintiendo mi partida.

Alguien llama al pórtico pasando inadvertido entre prima Margot y Yiyí, que la consuela con un café y le ofrece su pañuelo: nos unía un lazo que parecía de tiempos remotos, buscándonos, conservándolo; y ahora, en el ascenso, se cortaba bruscamente volviéndose contra su plexo solar…latigazo de angustia en la boca del estómago al desdoblarme en este otro cuerpo más sutil. Es el jinete que me hace una seña de subir al corcel: afuera espera la hueste suya que ya ha terminado la recolección del día por el barrio.

Me termino de ir…Veo a mi cuerpo como envase descartable y a mis seres queridos saliendo de casa, con el misterio en el alma de no saber qué pasa. Sólo resta despedirme con un beso en la frente y la duda de no haber sido entendido, aunque el vidrio de esos ojos fueran ventanas abiertas al alma. No debo mirar atrás, corro el riesgo de salificarme.

Ya en cabalgata, el que terminaba de cortar la última hebra plateada lanzó una risotada pícara como de quien cumplió con la tarea encomendada, seguramente misericordia del Gran Emperador que ayer nos lanzara y hoy compensaba con este obsequio el orden de su reino. Luego me confesó que en su retraso permitió grabar al niño el soplo anheloso que a pocos privilegiados se confiere.- 

Me estoy yendo…veo el cuerpo de arriba y a mis seres queridos rodeándome con lágrimas en los ojos. Emoción…dolor de perder conmigo una parte suya. No hay palabras que quepan: hablar es cortar la unión misteriosa con esa comprensión, entendimiento tácito entre ellos. El aire tiene como un halo de amor indescriptible, un éter que ellos no ven bien pero lo sienten…lo absorben…lo contagian. Yo me elevo más llevando conmigo la grandeza de haber acabado la obra, cual guerrero glorioso tras caer, sufrir y levantarse; cumpliendo el designio desmemoriado o lo que yo mismo fui escribiendo en una posibilidad más del destino, que quizás así ya estaba prevista.

Soy esencia, soy incorpóreo, soy una brisa que puede ver y la corazonada de que me esperan mejores horizontes. Esta alma vieja necesita descanso. Hay un niño que ingresa al cuarto por la puerta entreabierta. Tiene tres, cuatro octubres que el tiempo le ha cargado. Su cara trasluce la preocupación, temor al peregrinaje que intuye acercarse por el inmenso desierto con sólo dos compañeras de travesía, cuales profetas desterrados.

Aunque no nos ven, tengo la sensación de ser escuchado por no resultar recíproca la imperceptibilidad en este funeral casero. He tomado su manecita y puedo llegar directo a las profundidades del corazón desconfiado, reflejo de traición genealógica y biológica; premonición de la curtiembre que recibirá esa temprana piel, de vientos salados…golpes de arena y sol. El me sigue hacia el cuarto desocupado, sabiendo una parte suya que yo seré él en un desliz de años. Se extiende tan sutil el cordón invisible de ojos a ojos, mente a corazón, transmitiendo la vibración que decodifico en discernimiento, de no hallar respuesta para el miedo de su padre en los portales de la ciudad, ante el vacío interminable de los médanos…soledad de espejismos y cielo, donde sucumbió. “¿Quién fuera lágrima para saber mi angustia, quién algodón absorbente de cachorro y abandono, compañía errante de macho protector?”, me preguntó mudo en estas palabras que no logró reunir, y continuó: “si te hubieras sabido alma vagabunda, buscador encontrando a otros buscadores en eterna caminata, eterna soledad; justo ahí, cuando el ángel centinela te dejó a merced de la ventolera sin más que tu túnica, el bastón, tu hermana, nuestra madre…”.

El gozo de sentarte en mi regazo es que la noche más oscura no doblegará tu espíritu de osadía, ni tifones frenarán la marcha, niño. Puedo darte cada respuesta de lo que vivirás como perlas en la ostra, pero no puedo despiadarme contra tu libertad; y habrán de aparecer solas en la arena, inesperadas, cuando confíes…lo que llamarás “fe”. Pensar que después de atravesar el desierto comprobarás que en verdad no hay nada que cruzar ni ciudad que dejar…lo iluso de esos espejismos, símbolos físicos de impresiones del espíritu, reflejo material muerto en sí; aquello que tu padre no distinguió como confrontación interna. La única certeza es que hasta aquí llegarás y esto no es más que una jugarreta al tiempo.

Afuera un galopar se aproxima desde calle Montes de Oca, y por un instante el hilo violáceo – verdoso se torna escarlata, cambiando la amplitud de ondas en un dibujo más corto el zigzagueo del cardiógrafo, a ritmo intenso: se ha asustado presintiendo mi partida.

Alguien llama al pórtico pasando inadvertido entre prima Margot y Yiyí, que la consuela con un café y le ofrece su pañuelo: nos unía un lazo que parecía de tiempos remotos, buscándonos, conservándolo; y ahora, en el ascenso, se cortaba bruscamente volviéndose contra su plexo solar…latigazo de angustia en la boca del estómago al desdoblarme en este otro cuerpo más sutil. Es el jinete que me hace una seña de subir al corcel: afuera espera la hueste suya que ya ha terminado la recolección del día por el barrio.

Me termino de ir…Veo a mi cuerpo como envase descartable y a mis seres queridos saliendo de casa, con el misterio en el alma de no saber qué pasa. Sólo resta despedirme con un beso en la frente y la duda de no haber sido entendido, aunque el vidrio de esos ojos fueran ventanas abiertas al alma. No debo mirar atrás, corro el riesgo de salificarme.

Ya en cabalgata, el que terminaba de cortar la última hebra plateada lanzó una risotada pícara como de quien cumplió con la tarea encomendada, seguramente misericordia del Gran Emperador que ayer nos lanzara y hoy compensaba con este obsequio el orden de su reino. Luego me confesó que en su retraso permitió grabar al niño el soplo anheloso que a pocos privilegiados se confiere.-

martes, 11 de mayo de 2021

LIBRO: "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO


 

Los dos ciclos principales de mi vida

En mi vida tuve dos ciclos con actividades creativas bien definidas, que duró once años cada uno, produciéndose un cambio significativo después. Ellos fueron: 

1) Ciclo del Arte: Duró desde el año 1993 al 2003 inclusive. En el año 1993 comencé a estudiar música, convirtiéndose esta en la actividad principal de mi vida. A principios del año 2004 decidí abandonar por completo el arte y abocarme, primero a las Ciencias Políticas, y luego al Derecho, recibiéndome de abogado.

Si bien en el año 2008 retomé la literatura, la carrera universitaria continuó siendo el pilar de mi tiempo y energía, hasta graduarme en el año 2014.

 

Gradualmente también retomé la música desde el año 2012, año en el que corté el vínculo con mi ex novia Melania Fernández.

 2) Ciclo del Derecho: Duró desde el año 2004 al 2014 inclusive. En este ciclo me recibí de Procurador, luego de Abogado, realicé cursos jurídicos, políticos, de Mandatario del Automotor, incursioné militando en política, asistí a congresos e intenté ejercer la abogacía en forma privada, no pudiendo profundizar ni darle continuidad a ese ejercicio.

Este ciclo se entremezcló con el arte, cuando retomé la literatura en el año 2008, luego de la muerte de mi papá Gustavo, y continué desarrollando las dos actividades hasta que me recibí de abogado y abandoné por completo el Derecho.

En el año 2014 presenté mi tesis final de Derecho y me recibí de Abogado. Para febrero de 2015 conocí a Sofía y en junio de 2015 buscamos a nuestro hijo David, quedando ella embarazada.

Puedo establecer que desde febrero de 2015 (con Sofía y David), finalizó mi segundo ciclo de once años, y comenzó uno nuevo con mi paternidad.

El próximo ciclo de once años se cumpliría para el año 2025, teniendo yo como meta develar y adelantar el final de ese ciclo, con los buenos frutos que espero.

Estos ciclos, aparte de permitirme sublimar mi energía sexual y pulsiones, también actuaron como resistencia a mi neurosis, que yo intuía que me obstaculizaba en diferentes aspectos. Por ejemplo, inhibiéndome para conquistar mujeres, o abriéndome mas a las amistades, o liderando grupos. Para lograr el “saber hacer con los síntomas”, y siendo mi creatividad en parte sintomática por su función defensiva (o de resistencia), debo encontrar el punto en el que desarrollar dicha creatividad no se vuelva algo sintomático. Por ejemplo, crear junto a mi pareja, o reducir esos momentos creativos solitarios, para darle mayor lugar a una mayor vida social. Quizás esta amplitud de mi vida social sea lo que actúe como sinthom para la salida del psicoanálisis, siendo este el punto de inflexión para trazar un antes y un después con esos síntomas, y desarticularlos.

 

Las consecuencias del corte del vínculo con mi padre biológico

La negación que yo siento para abrirme al deseo del otro y ceder mi tiempo a vínculos humanos profundos, es producto de haber deseado dicha apertura con mi padre biológico y no haberla conseguido. Esta negativa es la que no me permite echar raíces con esos vínculos, que no tomen la iniciativa para comunicarse conmigo, que no me duren las parejas, etc.

Recién con mi hijo David llegué al punto de inflexión de revertir esa falta de involucramiento mía, y es con ese vínculo que me siento abandonado, solo y teniendo que apoyarme en él para evitar mi soledad.

A la vez, la ruptura con Sofía también fue un punto de inflexión para comprender que yo no me involucraba con mis ex novias, entre otras causas, por proyectar la cercanía nociva de mi padre en ellas, por asumir la posición de “niño despreciable” a la que me degradó mi papá, por sentir la presión de mi superyó ante el peligro y preocupación que significaban los acercamientos de mi padre, y por proyectar la necesidad de un mayor afecto materno que el que tuve.

Es por esta profundización que necesito hacer con los vínculos humanos, que ya no me siento tan a gusto creando en soledad, pero mi posición debería ser:

 

1)   No sentirme abandonado al compartir tiempo con mi hijo y la madre, comprendiendo que el amor que quise darle a mi papá puedo generarlo con muchos otros vínculos

 

2)   Disfrutar de los momentos de soledad y creatividad sin culpa, porque si bien la convivencia con Sofía y David no resultó en una parte por mi responsabilidad, yo hice lo mejor que pude en ese momento. Por otro lado, yo estoy atravesando un profundo proceso de cura psicológica, para el que algo de soledad necesito, para reflexionar.

 

A mí me produce angustia asumir que de mi padre me vi obligado a distanciarme, por la suma de miserias que él cargó y carga, y que tanto me perjudicaron. Me da dolor la decisión que tuvo que tomar mi madre de alejarnos de él para salvarnos la vida siendo tan pequeños, pero que fue la misma postura que me vi obligado a tomar yo a mis diecinueve años cuando lo reencontré.

Me duele la escena de mi madre diciéndonos figuradamente junto a mi hermana, cuando yo tenía cuatro años: “despídanse de su papá porque hasta que ustedes mismos tengan criterio no lo van a volver a ver más”. No es una “maldad del demonio que se sale con la suya” la distancia de por vida con mi padre, sino su propia soberbia, cerrazón del corazón, etc. que tuvo hacia mí aún cuando lo reencontré.

Es Dios el que por misteriosos motivos no desea que mi padre y yo mantengamos un vínculo cercano, porque aún siendo el demonio quien le cierra el corazón a él, Dios permite eso, y es esa misma actitud suya la que despierta sombras y distancia en mí. Y Dios siempre busca lo mejor para todos. La mejor forma mía de amar a mi padre es mediante la oración, a distancia.

 

El superyó cruel como identificación con el objeto perdido

_Freud estableció que “se esclarece el sufrimiento doloroso de la melancolía mediante el supuesto de que un objeto perdido se vuelve a erigir en el yo, o sea, una investidura de objeto es relevada por una identificación”. “El sujeto se identifica con el objeto perdido y lo maltrata. Hay una instancia sufriente, producto de esa identificación, y una instancia crítica, feroz y obscena, que es el antecedente del superyó”. (S.Freud, "Duelo y melancolía")

Las identificaciones más fuertes que yo tuve con mi padre biológico fueron las de: “Irineo, el niño despreciable y abandonado”, que él sintió hacia mí; “hacerme echar de diferentes personas y grupos”, tal como él se hizo echar de mi familia. Y actitudes violentas similares a las que él tenía, en el trato con la gente. Evidentemente estas identificaciones vinieron a reemplazarlo a él en mí, como objeto perdido, generando un superyó muy cruel en mí.

En cuanto a todo el “gasto inútil neurótico” histórico mío, con las grandes acumulaciones de información, producción intelectual, posición fálica de llenar al otro, casi siempre solitariamente; dicho gasto y empobrecimiento creo que ha sido más una conducta defensiva ante la violencia y desprecio de mi padre, que un mecanismo para incorporarlo en mí ante su ausencia.

La razón principal que me ha hecho sentir culpa por el alejamiento que establecí hacia mi padre, hace ya más de veinte años, es el hecho de que pueda existir cierta soberbia de mi parte siendo tan inflexible, dado que a él como enemigo deba yo amarlo (tal como enseñó Jesús), para generar méritos espirituales y salvar mejor mi alma, que si continúo manteniendo esta distancia. Mis acercamientos a él me causaron gran ruina en mi vida, por lo que es claro que hasta ahora Dios no quiere dicha cercanía, dada su soberbia.

Mi padre, sin tomar bien la iniciativa de acercarse fraternalmente hacia mí, adopta una posición soberbia. A estos acercamientos ni siquiera los planteó cuando nos hemos cruzado en la calle, ni tampoco en forma virtual, habiéndome yo comunicado con mi primo hermano en un chat, sin obtener respuesta ni interés por parte de mi padre. Dicha soberbia es la que siempre sostuvo hacia mi familia, despreciándonos y haciéndose echar.

Yo debo evitar caer en esa lógica de la soberbia, ni hacia él ni hacia ninguna otra persona, comprendiendo que si no tomo la iniciativa nuevamente yo para reencontrarlo, es justamente porque esa postura soberbia que él mantiene, es la que tanto daño me hizo desde que nací, e incluso cuando lo reencontré en 1998.

Claramente mi superyó con tendencias violentas se generó al identificarme con mi padre como objeto perdido, para vengarme y maltratarlo, con el agravante de que a esa violencia la proyecté en el prójimo.

 

El duelo mal hecho por la ausencia de mi padre

Yo arrastré hasta mi adultez actual el dolor, la soledad y angustia de haber tenido un padre que me despreció desde que nací, se ausentó mucho durante mis primeros cuatro años, y se alejó definitivamente desde esa edad en adelante.

Yo no hice bien un trabajo de duelo ni a mis cuatro años, ni a mis diecinueve cuando lo reencontré, y aquellas sombras son las que me han limitado socialmente, me han quitado la fe en mis diferentes proyectos, me obstaculizaron los vínculos de pareja, etc. A dicho duelo lo realicé en gran porcentaje con mi papá Gustavo, desde mis cuatro años (en los que comenzó a criarme), hasta mi adolescencia, en la que separó de mi mamá, pero me faltó lograr en mi alma la obtención de “los títulos de virilidad en el bolsillo” del sepultamiento del Complejo de Edipo, estado que fue evidente en su carencia con las inhibiciones que tuve desde mi pubertad para cortejar a mujeres, y luego para prosperar con mis diferentes noviazgos y convivencias.

Una de las manifestaciones de aquel dolor por el desprecio paterno fue identificarme con dos posiciones de mi papá:

1)   1) Ser yo “Irineo, el niño despreciable” que él me consideró

 

2   2) “Hacerme echar”, tal como él se hizo echar de mi grupo familiar

La separación con Sofía es producto de mi duelo mal hecho, estando nuestro hijo David en el medio, y a mí me angustia la situación de que él sea perjudicado por mi falta de cercanía, cargando con soledad, falta de juegos, etc. Ante esta situación irremediable por ahora, yo debo lograr disfrutar de mis momentos de soledad y acercarme todo lo posible a él, porque mis incapacidades para convivir fueron consecuencia de mi ignorancia por la insuficiencia de mi duelo, y no actos de maldad buscada concientemente.

En el trabajo de duelo se trata de desinvestir y sacarle libido a los recuerdos patógenos o representaciones inconciliables para que pierdan fuerza, y volcar dicha libido a nuevos objetivos concientes. Por ejemplo, los vínculos sociales, proyectos particulares, una nueva pareja, etc. Todo aquel dolor y angustia por la ausencia paterna permaneció muy velado en mi inconciente durante muchos años, sin haberlo simbolizado bien a lo largo de mi vida, y evidentemente obstaculizó toda una parte de mi libido relacionada con mis vínculos de pareja, liderazgo de grupos, prosperidad con ganancias por mis oficios, fluidez en los vínculos sociales en general, con familiares, amigos, grupos laborales, etc. Y muchas de estas incapacidades relacionadas con anular el deseo del otro.

Como mi memoria no llega bien a esos primeros cuatro años traumáticos de mi vida, yo debo reconstruirlos con las dos testigos directas, que fueron mi mamá y mi hermana. Y también representándome yo ciertas escenas que claramente marcaron un vacío paterno en mi historia, y todo esto para “limpiar” esas escenas angustiosas, despojarlas de la carga afectiva que han tenido. Por ejemplo: últimamente yo lloré representándome las escenas de mi mamá teniendo que asistirse sola al momento de romper la bolsa de mi embarazo, tomándose un taxi para ir al Sanatorio Español y darme a luz, sin ninguna asistencia de mi padre ausente; acercándose él cuando nací, pero con un mal vínculo con mi madre (de quien ya estaba divorciado), mis abuelos y tíos presentes en el sanatorio.

También estuve llorando por la escena del último encuentro que yo tuve con mi padre a mis cuatro años, cuando él vino a buscarnos borracho una noche a mi hermana y a mí, y la moto con la que forzó su ingreso a nuestro hogar se le quedó trabada en la puerta. En esa ocasión, mi mamá y mi papá Gustavo ya habían avisado al jefe de la Seccional 7ma y detuvieron a mi padre biológico. Esta detención sirvió para que finalmente le quitaran la patria potestad. Lo angustiante de esta escena para mí, fue ver la ruina de mi papá Oscar y su pérdida paulatina de mí como hijo, siendo esa su despedida hasta mis diecinueve años.

Todo esto es un profundo trabajo de duelo que yo estoy realizando.