La
identificación con la figura del padre, el “trastorno hacia lo contrario”, la
“posición fálica” y la cosificación del otro
_Muchos de mis alejamientos del prójimo y de mi
aislamiento son producto de pretender vengar el desinterés y frialdad de mi
padre hacia mí, haciéndoselo padecer al prójimo. Esto es producto del destino
de la pulsión del “trastorno hacia lo contrario”.
Existiría una identificación con mi padre, y a la vez
un ánimo de venganza, que puede ocultar un “Edipo invertido” mío hacia mi
padre, con la búsqueda de un goce sádico, haciéndole sufrir la soledad y la
traición al amor y esperanza en el vínculo, al otro.
Dado el sadismo que mi padre tenía, puede existir en mí
el fantasma de “pegan a un niño”, en el deseo inconciente de ser pegado por mi
padre, degradado por regresión del deseo de ser amado por mi padre. Existe el
deseo sádico en mí de hacerle padecer al prójimo todo el desinterés y abandono
de mi padre, proyectando la figura de él en el otro.
_Mi aislamiento y negaciones en general, son producto
de tres conductas:
1)
El temor a ser asesinado por mi padre
2)
La lucha por no ocupar la posición fálica
con mi madre, repitiendo con susceptibilidad el rechazo a “ser gozado” por el
otro
3)
Mi identificación con “el niño
despreciable” que mi papá sintió que yo era, y con la conducta de “hacerme
echar” que él tuvo hacia mi familia.
_La lucha exagerada por no
ocupar la posición fálica, es mi mayor obstáculo para formar una pareja
estable. Mis inflexibilidades y resistencia a ser gozado por mi pareja, me
llevan a pretender gozar yo en extremo de ellas, ubicándolas en la posición de
un objeto.
_En este ánimo de cosificar al otro para gozar de él
sin peligros, se esconde mi deseo inconciente de inmovilizar a mi padre
violento, golpeador de mi madre y ausente, para poder gozar de él o contenerlo,
algo que nunca pude hacer.
También este ánimo de cosificar al otro puede esconder
una pulsión sadomasoquista de “ser yo pegado” por mi padre, degradada por
regresión en el deseo de “ser yo amado” por mi padre. Es el fantasma del texto
de Freud “Pegan a un niño”.
A este fantasma de inmovilizar al otro también lo hago
presente en los grupos, generando un vacío, saliéndome de las escenas de
interacción.
Mi posición de “observador ausente de las escenas
grupales, evitador de la interacción”, también puede deberse a haber sido
espectador del sometimiento y violencia de mi padre hacia mi madre, y el
espanto ante ese sadismo de mi padre.
Ante esa violencia, yo evitaba “ser visto” por mi
padre, para resguardarme y sobrevivir, no constituyéndome así como sujeto, en
el tercer tiempo de la pulsión escópica (ser visto). El espanto de esas escenas
y trauma me hicieron sostener la fantasía de la actualidad de ese peligro, y de
que es algo de lo que aún debo protegerme, aislándome socialmente y negando ese
dolor.
La
falta de unidad entre la corriente sensual y la corriente tierna de la libido
por la madre
Según Freud, en las neurosis existe un conflicto para
reunir la corriente sensual con la corriente tierna de la libido, o entre el
goce degradante (sucio) y el goce idealizado, o entre la castración y el
narcicismo.
Los rechazos de mi madre para el cariño cercano, su
falta de juego y mayor dedicación de tiempo con exclusividad hacia mí, produjo
que no se desarrollara normalmente mi libido, afectando la unidad de su
corriente sensual con la corriente tierna.
Esto sumado a hostilidades diversas en mi crianza. Por
ejemplo los retos o golpes que a veces me daba, las largas penitencias
encerrado en mi dormitorio, las altas exigencias en hábitos de conducta (como
todas las “normas para comer educadamente”, o el no poder levantarme de la mesa
hasta terminar algunas comidas que me eran desagradables, o el exceso de
labores domésticas, etc.)
Toda esta falta de afecto por parte de mi madre activó
mi neurosis desde niño, y sumada a la represión natural del incesto, me agregó
represiones e inhibiciones mayores.
La escases de esa corriente tierna de la libido también
me produce la hostilidad, dureza, falta de aceptación del deseo de mis parejas,
con las correspondientes rupturas.
Puede que yo haya provocado una regresión mayor que la
normal de mi libido hacia mis objetos de juego y hacia mis fantasías, generando
así mi neurosis, con una mayor intensidad, producto de no contar con la ternura
de mi madre para volcarla en ella. Y provocando así una creación intelectual
solitaria excesiva y sintomática.
A todo este duelo, sumado al duelo inconcluso por los
traumas generados por mi padre biológico, me encuentro teniendo que resolverlo
tardíamente ahora en mi adultez, con el psicoanálisis.
Mi madre obstaculizó aquella ternura en el vínculo
conmigo desde mis tres años en adelante, desde que conoció a mi papá de
crianza. Para esa edad, no sólo dejó de realizar juegos conmigo, sino que
también rechazaba mis acercamientos cariñosos. Pocos años después, a esos
rechazos los manifestaba con órdenes y labores domésticas, tal como en la
actualidad a sus represiones expulsivas las manifiesta con críticas y órdenes
abundantes.
Esos rechazos produjeron dolor en mí, con la sensación
de desamparo y afectando mi autoestima. Y si comenzaba a generarse un trato
tierno, ella se encargaba de que no durase mucho.
Esta puede ser una de las causas por las que yo siento
que un vínculo armonioso y amoroso no puede durar mucho con mis parejas, y al
poco tiempo de la relación, aflora mi superyó con conflictos, como una
identificación con el superyó duro de mi madre.
Yo experimento también una represión a mi ternura en el
vínculo actual con mi hijo, retándolo a veces injustificadamente después de
jugar armoniosamente con él, también como identificación con el bloqueo de la
ternura de mi madre.
Por ocupar durante muchos años una posición fálica a la
cual me reducía mi mamá, con sus excesos de órdenes e imponiendo su deseo, yo
tengo muchas dificultades para aceptar el deseo del otro, en general, con todo
el mundo. Debo ejercitar mucho la aceptación del deseo del otro, ya que esta es
una de las causas de mayor conflictividad y obstáculos en mi vida. Por ejemplo,
con mi hijo, parejas, compañeros de trabajo, etc.
Con mi hijo David, acompañarlo en actividades y
propuestas suyas donde manifiesta su deseo, me abre cantidad de confianza y
logro de múltiples conductas buenas por parte de él. Por ejemplo, el
discernimiento para hacer caca en la pelela lo generó después de que yo imprimí
su distintivo de la escuela (que su madre me reclamó con insistencia), y todo
en el mismo día en el que también accedí a cenar con él en la cama, que es su
territorio de juego, y al cual yo me venía negando desde siempre.
Acerca
del “Fantasma fundamental” y la dificultad para aceptar el deseo del otro
_En la raíz de mis traumas de la infancia, ha quedado
inscripta la creencia de ser yo “Irineo, el niño despreciable que merece ser
abandonado”, por todo el desprecio que ejerció mi padre biológico sobre mí, mi
mamá y mi hermana.
Esta falsa creencia del “Irineo despreciable” es parte
de mi fantasma fundamental, sumado a que aparte de ser despreciable en la
posición en la que me puso mi padre, también él podía asesinarme. Este temor a
ser asesinado por mi padre, también puede ser parte de dicho fantasma.
Dicha creencia me afectó en general durante toda mi
vida, mis vínculos, mis proyectos y sueños; perjudicando mi autoestima, mis
relaciones de pareja y el vínculo y crianza de mi hijo. Al ser degradado como
objeto de amor por mi padre, también degradé yo a mis seres queridos, vínculos
y proyectos. Por ejemplo las convivencias que no me funcionaron; o no cuidar
más a mi hijo sin prepararle mamaderas, cambiarle los pañales ni calmarlo de
noche apenas nación, etc.
En cuanto a las convivencias frustradas, esta
degradación de autodesprecio se manifestó siempre teniendo que permanecer en
soledad total, por lo que yo me encargué inconcientemente de expulsar a cada ex
novia con mis conductas.
El sentimiento de fondo mío puede haber sido la culpa y
los autorreproches neurótico obsesivos, como consecuencia de esa falsa creencia
destructiva, generada en mí por mi padre.
El “deseo prohibido obsesivo” mío, que le hago sostener
al otro en general, puede ser la creencia contraria al “Matías despreciable”
que me cargó mi padre; o sea el “Matías digno de amor, que puede corresponder
los vínculos amorosos, la amistad, la flexibilidad, ponerse en el lugar del
otro, etc.”
Dicha creencia de ser un sujeto despreciable funciona
como mi fantasma fundamental, porque este surge cuando el niño interpreta el
deseo de los padres, y claramente el deseo de mi papá fue de desprecio hacia
mí, aún estando yo en el vientre de mi madre. También a mi mamá pretendió
reducirla a esa posición de “mujer despreciable”, pero fracasó con ambos.
Así, mi “marco de la realidad” o manera de ver el mundo
fue esa posición de “niño despreciable y abandonado”, que mi padre sintió hacia
mí.
El atravesamiento de este fantasma va a implicar desarticularlo con conductas contrarias, reordenando mis defensas y modificando mi relación con el goce. También implica saber sobrellevar creativamente mi sinthome; la caída del “sujeto supuesto saber”; tener un “deseo advertido” para evitar peligros, repeticiones, etc. Y requiere un cambio en la interpretación que hice desde niño del deseo del otro.
_En relación a mi fantasma fundamental “temor a ser
asesinado por mi padre”, también mi madre generó su deseo y conductas
protectorias hacia mí; y en base a mi interpretación de esos deseos y
conductas, es que yo construí mi fantasma.
Como el fantasma tiene una función defensiva y está
asimilado a la “detención en la imagen”, es un modo de impedir que surja un
episodio traumático, y ese episodio es el “temor a ser asesinado por mi padre”.
La imagen propia en la que me detengo es la de aislarme y atrincherarme para
salvar mi vida, negando el horror de la violencia que mi padre ejercía sobre mi
madre. Siendo también esa imagen coagulada un modo de defensa contra la
castración. Esto genera mis conductas sintomáticas de la acumulación (de
información, canciones, libros, etc.), en soledad, y produciendo el “gasto
inútil neurótico”, por la falta de salida suficiente de toda esa energía.
Mi fantasma actúa en base a sostener el discurso del
“temor a ser asesinado por mi padre” (discurso que también sostuvo mi madre), y
en todos mis vínculos humanos yo interpongo dicho discurso. Por ejemplo: en
determinados aislamientos, reclamos y exigencias obsesivas hacia mis parejas,
yo les estaba diciendo inconcientemente que mi padre podría asesinarme,
producto de su violencia y alcoholismo, que necesitaba protección, que no
alcanzaba con su compañía y que yo no podía quedarme tranquilo ante ese
peligro.
Sostener ese discurso fantasmático es también lo que me
corta la amistad con el prójimo, la fluidez en los vínculos, la integración con
mis hermanos, etc. El prójimo lee en mí que existe una preocupación mayor (por
ese temor a ser asesinado), y que me esfuerzo por anular el deseo del otro y
presentarme como alguien “sin falta”, como “sujeto supuesto saber”.
_Yo tengo dificultades para aceptar el deseo del otro
por dos razones:
1) Temo que el prójimo me conduzca a los caminos perniciosos y peligrosos que pretendía llevarme mi padre, de no haber sido por la protección que me dio mi mamá.
2) Mi deseo fue muy desatendido, primero por mi padre, con su desprecio y abandono; y luego por mi madre, con una crianza bastante estricta, en la que no me acompañó muchas veces que la necesité, y no se me escuchaba en muchos deseos míos.
Mi fantasma fundamental es
también una estrategia para poder detener en algún punto el deseo del otro, y
cosificar así al otro para que mi deseo tenga un objeto. Siendo también dicho
fantasma una estrategia para localizar un objeto apto para el goce.
Esta cosificación del otro
y anulación de su deseo; este esfuerzo por inmovilizar al otro mediante el
habla, actitudes, conductas, etc., son una estrategia para convertirlo en
objeto pasivo y controlable por mí, y evitar así cualquier posible agresión;
que es el reflejo y proyección de las hostilidades a las que me sometió mi
padre, y a las que sometió a mi mamá.
Logrando así
inconcientemente que el otro se convierta en un objeto inmovilizado, podría yo
gozar:
1) 1) Evitando
recibir cualquier perjuicio del otro, siendo mal guiado, como lo hacía mi padre
2) 2)Pudiendo
vengarme con el otro, proyectando así el sentimiento de venganza y furia
reprimido que pude haber tenido hacia mi padre
3 3) Cosificando
y conteniendo reflejamente al deseo de mi padre para poder gozar de él, dado
que su violencia me impedía hacerlo
Todas estas conductas fantasmáticas y
obsesivas, tienen su raíz en el axioma de mi fantasma fundamental: “temor a ser
asesinado por mi padre” y “necesito la protección de mi madre”.
La inmovilización del otro que yo
busco por medio de mi fantasma fundamental también puede significar el deseo de
retener la vida familiar, armonía y presencia de mi madre y padre que no tuve. Como
si buscara lograr y capturar esa escena familiar que me produciría tanto goce,
frenando el deseo del otro; congelando y cosificando al otro.
Quizás por el incumplimiento de esta
fantasía inconciente imaginaria, es que no he encontrado satisfacción ni aun
cumpliendo parte de mis sueños. Por ejemplo al sentirme vacío después de tocar
con mi banda en la Sala Lavardén, yéndome a dormir, sintiendo soledad, o en
otros shows.
También esta “inmovilización del otro”
(o conflictividad en caso de no lograrlo, como con mis parejas, con mi mamá o
ciertas figuras de autoridad), son el discurso inconciente de mi superyó de
frenar la interacción y amor del otro, por considerar que el amor que necesito
es el de mi padre y madre, idealizando o como hubiera debido ser (normal), en mi
niñez; esa normalidad y coherencia que no ocurrió en el vínculo familiar por
culpa de mi padre.
Mi síntoma de no ofrecerme para el
goce o deseo del otro, y la dificultad que tengo de aceptar ese deseo, es
producto de dos factores:
1)
Ocultarme ante los deseos perversos de mi
padre y su violencia, descontándome del otro para constituirme como sujeto
2) La falta de juego y aceptación de mis deseos por mis padres, que produjo que no se ofrecieran como objetos de goce hacia mí, identificándome yo con esas conductas
Cuando los lazos sociales se sostienen en el fantasma,
ocurren de la forma en la que el sujeto está identificado al objeto en el
fantasma. Esta identificación sucede hacia un objeto pulsional, según el tercer
tiempo de la voz gramatical de la pulsión, según cada una de las cuatro
pulsiones: hacerse chupar, hacerse cagar, hacerse ver y hacerse oír.
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