miércoles, 5 de mayo de 2021

Libro: "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO


El proceso de mis fracasos en las convivencias con mis diferentes novias

El fracaso de las convivencia con Sofía y algunas ex novias, funciona como satisfacción sustitutiva de mis síntomas por volcar mi libido a otros objetos que no han sido esas novias (como la música, la lectura, la escritura), dado que mi deseo también fue y es estar acompañado por una mujer.

En el caso puntual de Sofía ocurrió que yo comencé desconfiado el vínculo con ella, porque tenía tendencias promiscuas y de mucho vínculo con hombres, que no me gustaba ni sintonizaba conmigo. Así y todo, intentamos convivir y las conflictividades de ambos generaron caos y disputas que no permitieron dicha convivencia. Por ejemplo, sus ataques de celos violentos, como cuando me tiró los libros creyendo que yo la estaba engañando por el teléfono celular. O su paranoia de que yo la engañaba con su compañera de trabajo, etc.

A ella siempre le molestó la castración que yo le apliqué para que corte con esas amistades con hombres, o para que disminuya su actividad laboral excesiva. Por ejemplo quedándose los viernes hasta tarde en la Facultad, o atendiendo consultas de alumnos en las redes, hasta altas horas. Dicha castración, entre otras cosas, le provocaron reacciones violentas que imposibilitaron la convivencia conmigo, a pesar de que asumió mis demandas y se limitó.

Por mi lado, en la raíz de mis traumas de la infancia, han quedado inscriptas las creencias de:

1)   1) El temor a la violencia de mi padre, y que me asesine a mí y a mi familia

2)   2)  Estas creencias son las que me afectaron en general en todos los vínculos humanos, incluyendo las relaciones de pareja, y me obstaculizaron tanto en el noviazgo con Sofía, como en los anteriores.

A pesar de todas estas problemáticas mutuas, decidimos buscar a nuestro hijo David a los cuatro meses de conocernos, y lamentablemente la conflictividad continuó durante el embarazo. Siguió posteriormente al nacimiento de él e incluso aumentó hasta el momento de la firma del primer convenio de separación. Luego de este convenio, y reduciendo mi tiempo y noches compartidas con mi hijo y ella (de dormir todas las noches de la semana pasé a hacerlo solamente una, en mi hogar), la conflictividad bajó notablemente.

Dadas las dificultades mías y las propias de diferentes mujeres para encarar una convivencia, yo decidí no buscar más esa instancia, al menos en forma completa. Yo no tolero determinados ritmos y costumbres de algunas mujeres en mi propio hogar, y forzarlos puede provocar violencias y frustraciones, como en el caso de Sofía, Melania y Xiomara.

 

Acerca de mi posición masoquista con algunos jefes laborales

_Mi fantasma fundamental está vinculado con denunciar el trauma de la violencia de mi padre y su falta de amor hacia mí y mi familia. Esconde la frase dolorosa: “mi padre me quiere asesinar, a mí, a mi mamá y a mi hermana, y nos desprecia”.

_El lugar del sujeto en todo fantasma es proponerse como objeto para el goce del padre (por ejemplo en el texto de Freud “Pegan a un niño”).

_En mi caso, mi posición masoquista frente a distintos jefes o figuras de autoridad, es también un modo de poder controlar al Otro, de mantenerlo pendiente para poner a resguardo la “Castración Imaginaria del Otro”, suponiendo lo que ese Otro verdaderamente desea, pensándolo vacío, pretendiendo devolverle su goce perdido, su objeto faltante en tanto castrado.

_Y para “llenar al Otro” y devolverle su goce, el masoquista pone a la madre como Otro. “Ser oído por el Otro”, convertirse en voz, se resume en devolver la voz a la madre, por no haberla escuchado del lado del padre.

_A esa negativa mía a aceptar la Castración imaginaria del Otro (o sostenerla), no solamente la ejerzo hacia jefes, sino también hacia amigos, novias, compañeros de trabajo, mi madre, hermanos, etc.

Básicamente, lo que estaría haciendo en forma inconciente es devolverle la voz a mi mamá, de la que fue privada por la violencia y desamor de mi padre.

_Para todo masoquista se trata de transformarse en la voz, pero mediante la sutil estrategia de darle la palabra a quien le pega. Es un pedagogo que educa a su victimario, dictándole en voz baja las palabras que se le deben dirigir a él.

_Con los jefes laborales y determinados amigos realicé una gran identificación con la figura de mi padre, para devolverle la voz que le faltó a mi mamá. “Hacerme oír” o “hacerme ver” por determinadas personas, fue reclamar inconcientemente el lugar y amor que le faltó a mi mamá por parte de mi papá.

Es como si yo buscara que esos jefes defiendan a mi madre, por lo mucho que mi padre la denigraba; como pedir auxilio ante los peligros que corría mi madre, y su sufrimiento.

_Si permanecer orando en los grupos es una estrategia masoquista para darle la palabra a mis jefes, en esos mensajes amorosos, voces, preguntas, que mi padre no tuvo hacia mi madre, toda mi dinámica y función grupal se vuelve errada por sostener esa perversión; obstaculizando mi vínculo sano con jefes y compañeros (esos silencios míos obstruyen la comunicación).

 

Las identificaciones con los propios padres, y la identificación que una madre hace del propio hijo con el padre

 

Existe en mí una identificación con el ser despreciable que yo siento que es mi padre biológico, y yo punzo a determinadas personas para que sientan por mí el mismo desprecio que yo siento por él. Por ejemplo, a mi hijo, a mis parejas, etc.

Dicha identificación es altamente nociva para mí, porque me produce peores resultados que los que mi padre obtiene en su propia vida. Por ejemplo: él tiene una pareja estable desde hace mucho tiempo y yo no. El también mantiene vínculos fluidos con sus hermanos, y yo no consigo eso.

Detrás de esa identificación existe un Complejo de Edipo invertido mío hacia él, en el sentido de querer parecerme a él para lograr su amor, protección, complicidad; o sea todos los procesos y tiempos del mismo Complejo que él no permitió.

Yo necesito identificarme a mi papá, para obtener esos logros y vínculos que él mantiene, o sea cumplir el tercer tiempo del Edipo, de poder ser hombre.

Lo que me faltó fue hacer un buen duelo por el corte del vínculo con mi papá, para no identificarme con él, aparte de la identificación inconciente que mi madre me ha hecho con él.

Mi madre me identificó históricamente al lado miserable de mi propio padre, generando una posición de desprecio hacia mí, que yo asumí como propia en muchos aspectos. Por ejemplo siendo yo autoritario y despreciando a mis ex novias, llevándolas a que ellas endurecieran su corazón hacia mí y no se interesaran, tal como lo hace mi mamá.

En toda la suma de ayudas materiales de mi mamá, existe la buena intensión de reparar la ignorancia de ese mecanismo inconciente de identificación y desprecio que ella tiene hacia mí, y el pedido inconciente mío de que abra su corazón y deje de degradarme a esa posición indigna. Mucha de la sobreexigencia de mi superyó a lo largo de mi vida fue por liberarme de ese mecanismo degradador de ella.

Aparte de la tendencia de mi madre a identificarme con mi padre para degradarme, también existe un desprecio general de mi madre hacia mí y mis hermanos con sus críticas y órdenes, producto del desprecio de mi abuela hacia ella. Ella está altamente identificada con el carácter de mi abuela y realiza el destino de la pulsión del “trastorno hacia lo contrario” ubicándose activamente ante el desamor que sufrió en forma pasiva.

En la falta de cesión de mi hogar de calle Amenábar a mi hijo y su madre después de la separación, puede existir, entre otras causas,  una identificación con el desprecio que yo sufrí por parte de mi padre, dándoles un lugar peor que dicha casa para que vivan. A mí no me inspiraba confianza Sofía como para cederle mi hogar de soltero que yo venía habitando desde hacía años, porque desde que la conocí ella tenía vínculos confianzudos con varios hombres, e incluso le descubrí costumbres promiscuas con varios otros hombres más, previo a comenzar nuestro noviazgo. Y teniendo un hijo menor, se me hacía imposible desalojarla para el caso de que introdujera a cualquier hombre en mi hogar. Esto significaba un peligro para mi hijo, y una degradación total hacia mí, que me hubiera despojado no sólo de mi bien material más valioso (mi propio hogar), sino también de mi posición y autoridad paterna hacia David.

Una parte del rencor que Sofía guarda hacia mí, y su negativa a convivir, más los obstáculos que pone en el vínculo entre mi hijo y yo, obedecen a ese sentimiento de decepción que ella siente hacia mí por no haberles proveído un mejor hogar, pero fundamentalmente por haberse sentido echada junto a David, de mi hogar de calle Amenábar.

Le desconfianza inicial que yo tuve hacia Sofía al momento de buscar tener a nuestro hijo, fue porque ella ya no sentía verdadero amor por mí, y el embarazo fue como la “última chance” que ella vio en mí, pero más como deseo suyo narcisista de ser una “madre soltera”, que para recomponer la pareja. Al punto de que siempre se negó a reintentar una convivencia, a pesar de mi comodidad y ciertos egoísmos o negativas a compartir más. Esta también fue una razón fundamental por la que no le cedí mi hogar familiar al separarnos.

La causa psicológica de mis punzadas en el pecho fue la falta de apoyo materno mayor a lo largo de mi vida. A esto lo compruebo porque en todo el proceso de la obra de ampliación del ex hogar familiar con todos sus percances, en la medida en la que me fui abriendo a mi madre, haciéndola participar, consultándola y buscando un vínculo más afectuoso, dichas punzadas desaparecieron completamente. 

 

La dificultad para profundizar los vínculos sociales

La angustia y negación que yo siento para abrirme y ceder mi tiempo a vínculos humanos profundos, es producto de haber deseado dicha apertura con mi padre biológico y no haberla conseguido. Esta negativa es la que no me permite echar raíces con esos vínculos, que no tomen la iniciativa para comunicarse conmigo, que no me duren las parejas, etc.

Recién con mi hijo David llegué al punto de inflexión de revertir paulatinamente esa falta de involucramiento mía, y es con ese vínculo que me siento abandonado, solo y teniendo que apoyarme en él para evitar mi soledad.

A la vez, la ruptura con Sofía también fue un punto de inflexión para comprender que yo no me involucraba con mis ex novias por proyectar la cercanía nociva de mi padre en ellas, por asumir la posición de “niño despreciable” a la que me degradó mi papá, por sentir la presión de mi superyó ante el peligro y preocupación que significaban los acercamientos de mi padre, y por proyectar la necesidad de un mayor afecto materno que nunca tuve.

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