El proceso de mis fracasos en las convivencias con mis diferentes novias
El fracaso de las convivencia con Sofía y algunas ex
novias, funciona como satisfacción sustitutiva de mis síntomas por volcar mi
libido a otros objetos que no han sido esas novias (como la música, la lectura,
la escritura), dado que mi deseo también fue y es estar acompañado por una
mujer.
En el caso puntual de Sofía ocurrió que yo comencé
desconfiado el vínculo con ella, porque tenía tendencias promiscuas y de mucho
vínculo con hombres, que no me gustaba ni sintonizaba conmigo. Así y todo,
intentamos convivir y las conflictividades de ambos generaron caos y disputas
que no permitieron dicha convivencia. Por ejemplo, sus ataques de celos
violentos, como cuando me tiró los libros creyendo que yo la estaba engañando
por el teléfono celular. O su paranoia de que yo la engañaba con su compañera
de trabajo, etc.
A ella siempre le molestó la castración que yo le
apliqué para que corte con esas amistades con hombres, o para que disminuya su
actividad laboral excesiva. Por ejemplo quedándose los viernes hasta tarde en
la Facultad, o atendiendo consultas de alumnos en las redes, hasta altas horas.
Dicha castración, entre otras cosas, le provocaron reacciones violentas que
imposibilitaron la convivencia conmigo, a pesar de que asumió mis demandas y se
limitó.
Por mi lado, en la raíz de mis traumas de la infancia,
han quedado inscriptas las creencias de:
1) 1) El temor a la violencia de mi padre, y que me asesine a mí y a mi familia
2) 2) Estas creencias son las que me afectaron en general en todos los vínculos humanos, incluyendo las relaciones de pareja, y me obstaculizaron tanto en el noviazgo con Sofía, como en los anteriores.
A pesar de todas estas problemáticas mutuas, decidimos
buscar a nuestro hijo David a los cuatro meses de conocernos, y lamentablemente
la conflictividad continuó durante el embarazo. Siguió posteriormente al
nacimiento de él e incluso aumentó hasta el momento de la firma del primer
convenio de separación. Luego de este convenio, y reduciendo mi tiempo y noches
compartidas con mi hijo y ella (de dormir todas las noches de la semana pasé a
hacerlo solamente una, en mi hogar), la conflictividad bajó notablemente.
Dadas las dificultades mías y las propias de diferentes
mujeres para encarar una convivencia, yo decidí no buscar más esa instancia, al
menos en forma completa. Yo no tolero determinados ritmos y costumbres de
algunas mujeres en mi propio hogar, y forzarlos puede provocar violencias y
frustraciones, como en el caso de Sofía, Melania y Xiomara.
Acerca
de mi posición masoquista con algunos jefes laborales
_Mi fantasma fundamental está vinculado con denunciar
el trauma de la violencia de mi padre y su falta de amor hacia mí y mi familia.
Esconde la frase dolorosa: “mi padre me quiere asesinar, a mí, a mi mamá y a mi
hermana, y nos desprecia”.
_El lugar del sujeto en todo fantasma es proponerse
como objeto para el goce del padre (por ejemplo en el texto de Freud “Pegan a
un niño”).
_En mi caso, mi posición masoquista frente a distintos
jefes o figuras de autoridad, es también un modo de poder controlar al Otro, de
mantenerlo pendiente para poner a resguardo la “Castración Imaginaria del
Otro”, suponiendo lo que ese Otro verdaderamente desea, pensándolo vacío,
pretendiendo devolverle su goce perdido, su objeto faltante en tanto castrado.
_Y para “llenar al Otro” y devolverle su goce, el masoquista
pone a la madre como Otro. “Ser oído por el Otro”, convertirse en voz, se
resume en devolver la voz a la madre, por no haberla escuchado del lado del
padre.
_A esa negativa mía a aceptar la Castración imaginaria
del Otro (o sostenerla), no solamente la ejerzo hacia jefes, sino también hacia
amigos, novias, compañeros de trabajo, mi madre, hermanos, etc.
Básicamente, lo que estaría haciendo en forma
inconciente es devolverle la voz a mi mamá, de la que fue privada por la
violencia y desamor de mi padre.
_Para todo masoquista se trata de transformarse en la
voz, pero mediante la sutil estrategia de darle la palabra a quien le pega. Es
un pedagogo que educa a su victimario, dictándole en voz baja las palabras que
se le deben dirigir a él.
_Con los jefes laborales y determinados amigos realicé
una gran identificación con la figura de mi padre, para devolverle la voz que
le faltó a mi mamá. “Hacerme oír” o “hacerme ver” por determinadas personas,
fue reclamar inconcientemente el lugar y amor que le faltó a mi mamá por parte
de mi papá.
Es como si yo buscara que esos jefes defiendan a mi
madre, por lo mucho que mi padre la denigraba; como pedir auxilio ante los
peligros que corría mi madre, y su sufrimiento.
_Si permanecer orando en los grupos es una estrategia
masoquista para darle la palabra a mis jefes, en esos mensajes amorosos, voces,
preguntas, que mi padre no tuvo hacia mi madre, toda mi dinámica y función
grupal se vuelve errada por sostener esa perversión; obstaculizando mi vínculo
sano con jefes y compañeros (esos silencios míos obstruyen la comunicación).
Las
identificaciones con los propios padres, y la identificación que una madre hace
del propio hijo con el padre
Existe en mí una identificación con el ser despreciable
que yo siento que es mi padre biológico, y yo punzo a determinadas personas
para que sientan por mí el mismo desprecio que yo siento por él. Por ejemplo, a
mi hijo, a mis parejas, etc.
Dicha identificación es altamente nociva para mí,
porque me produce peores resultados que los que mi padre obtiene en su propia
vida. Por ejemplo: él tiene una pareja estable desde hace mucho tiempo y yo no.
El también mantiene vínculos fluidos con sus hermanos, y yo no consigo eso.
Detrás de esa identificación existe un Complejo de
Edipo invertido mío hacia él, en el sentido de querer parecerme a él para
lograr su amor, protección, complicidad; o sea todos los procesos y tiempos del
mismo Complejo que él no permitió.
Yo necesito identificarme a mi papá, para obtener esos
logros y vínculos que él mantiene, o sea cumplir el tercer tiempo del Edipo, de
poder ser hombre.
Lo que me faltó fue hacer un buen duelo por el corte
del vínculo con mi papá, para no identificarme con él, aparte de la
identificación inconciente que mi madre me ha hecho con él.
Mi madre me identificó históricamente al lado miserable
de mi propio padre, generando una posición de desprecio hacia mí, que yo asumí
como propia en muchos aspectos. Por ejemplo siendo yo autoritario y
despreciando a mis ex novias, llevándolas a que ellas endurecieran su corazón
hacia mí y no se interesaran, tal como lo hace mi mamá.
En toda la suma de ayudas materiales de mi mamá, existe
la buena intensión de reparar la ignorancia de ese mecanismo inconciente de
identificación y desprecio que ella tiene hacia mí, y el pedido inconciente mío
de que abra su corazón y deje de degradarme a esa posición indigna. Mucha de la
sobreexigencia de mi superyó a lo largo de mi vida fue por liberarme de ese
mecanismo degradador de ella.
Aparte de la tendencia de mi madre a identificarme con
mi padre para degradarme, también existe un desprecio general de mi madre hacia
mí y mis hermanos con sus críticas y órdenes, producto del desprecio de mi
abuela hacia ella. Ella está altamente identificada con el carácter de mi
abuela y realiza el destino de la pulsión del “trastorno hacia lo contrario”
ubicándose activamente ante el desamor que sufrió en forma pasiva.
En la falta de cesión de mi hogar de calle Amenábar a
mi hijo y su madre después de la separación, puede existir, entre otras causas,
una identificación con el desprecio que
yo sufrí por parte de mi padre, dándoles un lugar peor que dicha casa para que
vivan. A mí no me inspiraba confianza Sofía como para cederle mi hogar de
soltero que yo venía habitando desde hacía años, porque desde que la conocí
ella tenía vínculos confianzudos con varios hombres, e incluso le descubrí
costumbres promiscuas con varios otros hombres más, previo a comenzar nuestro
noviazgo. Y teniendo un hijo menor, se me hacía imposible desalojarla para el
caso de que introdujera a cualquier hombre en mi hogar. Esto significaba un peligro
para mi hijo, y una degradación total hacia mí, que me hubiera despojado no
sólo de mi bien material más valioso (mi propio hogar), sino también de mi
posición y autoridad paterna hacia David.
Una parte del rencor que Sofía guarda hacia mí, y su
negativa a convivir, más los obstáculos que pone en el vínculo entre mi hijo y
yo, obedecen a ese sentimiento de decepción que ella siente hacia mí por no
haberles proveído un mejor hogar, pero fundamentalmente por haberse sentido
echada junto a David, de mi hogar de calle Amenábar.
Le desconfianza inicial que yo tuve hacia Sofía al
momento de buscar tener a nuestro hijo, fue porque ella ya no sentía verdadero
amor por mí, y el embarazo fue como la “última chance” que ella vio en mí, pero
más como deseo suyo narcisista de ser una “madre soltera”, que para recomponer
la pareja. Al punto de que siempre se negó a reintentar una convivencia, a
pesar de mi comodidad y ciertos egoísmos o negativas a compartir más. Esta también
fue una razón fundamental por la que no le cedí mi hogar familiar al separarnos.
La causa psicológica de mis punzadas en el pecho fue la
falta de apoyo materno mayor a lo largo de mi vida. A esto lo compruebo porque
en todo el proceso de la obra de ampliación del ex hogar familiar con todos sus
percances, en la medida en la que me fui abriendo a mi madre, haciéndola
participar, consultándola y buscando un vínculo más afectuoso, dichas punzadas
desaparecieron completamente.
La
dificultad para profundizar los vínculos sociales
La angustia y negación que yo siento para abrirme y
ceder mi tiempo a vínculos humanos profundos, es producto de haber deseado
dicha apertura con mi padre biológico y no haberla conseguido. Esta negativa es
la que no me permite echar raíces con esos vínculos, que no tomen la iniciativa
para comunicarse conmigo, que no me duren las parejas, etc.
Recién con mi hijo David llegué al punto de inflexión
de revertir paulatinamente esa falta de involucramiento mía, y es con ese
vínculo que me siento abandonado, solo y teniendo que apoyarme en él para
evitar mi soledad.
A la vez, la ruptura con Sofía también fue un punto de
inflexión para comprender que yo no me involucraba con mis ex novias por
proyectar la cercanía nociva de mi padre en ellas, por asumir la posición de
“niño despreciable” a la que me degradó mi papá, por sentir la presión de mi
superyó ante el peligro y preocupación que significaban los acercamientos de mi
padre, y por proyectar la necesidad de un mayor afecto materno que nunca tuve.
No hay comentarios:
Publicar un comentario