viernes, 18 de junio de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO




 

De cómo el amor de mi madre contribuyó a la generación de mi narcisismo

El gran peso que cargué desde el mismo vientre de mi madre fue la creencia y posición de mi padre de ser yo “Irineo, el niño despreciable que no vale la pena criar”, del mismo modo que también trató como despreciable a mi mamá. Ante esta enorme miseria por parte de él, mi mamá tuvo la actitud y me crió con muchos estímulos y autosuficiencia, justamente para no dejarme caer en aquel pozo sombrío.

Paralelamente a ese espíritu autosuficiente y exigente de mi crianza materna, ella nunca permitió la unificación de la corriente cariñosa y sensual de la libido en mí, por lo que tuvo un estilo de poco afecto directo hacia mí, y de excesos de demandas y exigencias, en lugar de crear tiempos de juego, interesarse más por mis sentimientos, dedicar actividades conmigo, etc., incluso desentendiéndose por comodidad de acompañarme en actividades peligrosas (como dejarme solo para ir a vacunarme en el tratamiento semanal que yo debí hacer por mi angina, teniendo que cruzar la peligrosa calle Salta).

Este espíritu de autosuficiencia y desentendimiento de mi madre fue el que generó mi narcisismo y la retracción de la libido sobre mí mismo, creando un egoísmo, sujeto supuesto saber, ensimismamiento, falta de empatía y registro del otro, etc. a lo largo de mi vida. Pero en primer lugar, dicha retracción ocurrió por la ausencia de mi padre desde que nací, ya que ese solo vacío impidió que yo pudiera desarrollar y volcar mi libido en él. Gracias a Dios, los estímulos y la sexualidad que encontré en mi madre, mis abuelos, mi madrina, mis tías y luego en mi papá Gustavo fueron muy sólidos y suficientes para que aquella retracción de la libido no me generara males peores en mi vida.

Los movimientos de la libido son lentos y dificultosos, por lo que generar una constante para volcarla en determinadas personas, es un proceso largo e impredecible con algunos de estos vínculos, ya que el establecimiento de una relación (sea de pareja o de amistad) depende también de las neurosis ajenas.

El movimiento social más grande en mi vida va a suceder con una nueva pareja, y quizás en forma secundaria con amigas y amigos, por la mayor intimidad y cercanía que implica dicha pareja.

El problema con el valiosísimo amor y estímulos de mi mamá para que yo no cayera en la posición miserable de “niño despreciable” a la que pretendió reducirme mi padre, fue que a los logros y frutos de mi vida los obtuve desde el peso de tener que evitar aquel pozo sombrío, y no confiando más en mis propias fuerzas, autoestima y dones. Cuando ese contrapeso negro se volvió muy difícil de sobrellevar, diferentes proyectos fracasaban, o quedaban a medio camino, o sufrían muchos inconvenientes sin dar los mejores resultados.

Así ocurrió con mis bandas de rock, que se fueron reduciendo en miembros a través del tiempo, hasta terminar yo solo con mi perfil de cantautor solista; o con Sofía y David, con quienes no logré convivir y brindarle una crianza más íntegra a mi hijo.

 

Mi culpa por la incapacidad para convivir con mi hijo y su madre

Desde el embarazo de Sofía hasta el día de hoy, en que nuestro hijo tiene cinco años, se produjo un alejamiento mayor en el tiempo, entre mi hijo y yo, producto (entre otras causas), de mi incapacidad histórica para volcar mi libido en otras personas. Esta situación me produce un grado de culpa, porque desnuda mis egoísmos y debilidades, sabiendo que las consecuencias de mis pequeñas lejanías en la crianza de David, aunque pequeñas, no son gratis para él, y lo van a perjudicar a lo largo de su vida.

Sea por la falta de límites cercanos que yo no puedo inculcarle producto de la separación, sea por la falta de juegos personales de los que yo lo privo (ocasionando que él permanezca más volcado a los videos y tecnología digital), sea por cierta castración deficiente que yo tengo hacia Sofía por no ser más mi pareja (situación que también produce que Sofía permanezca más apegada a él y lo domine más), por todas estas razones es que ya le estamos causando un perjuicio con su madre, y yo cargo con mi cuota de responsabilidad.

Existe aparte un perjuicio que le generamos a nuestro hijo con su madre, ya desde el embarazo de Sofía, producto de nuestras discusiones, que es probable que le haya causado la falta de fluidez en el habla que padece. En este sentido, es posible que una separación mía más pronta con Sofía, podría haber disminuido la conflictividad frente a él, tal como ocurrió luego de la firma del convenio de separación. Ahora las discusiones son mucho menos intensas e infrecuentes, y esta decisión tardía de separarnos es otra de las muestras de mi lentitud para realizar el corte de determinados vínculos nocivos que yo dilato en el tiempo. Por ejemplo, con todas mis ex novias yo debí haberme separado mucho antes, y con el arquitecto inepto de la obra en mi hogar, también debí haberme desvinculado con anterioridad.

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