De
cómo el amor de mi madre contribuyó a la generación de mi narcisismo
El gran peso que cargué desde el mismo vientre de mi
madre fue la creencia y posición de mi padre de ser yo “Irineo, el niño
despreciable que no vale la pena criar”, del mismo modo que también trató como
despreciable a mi mamá. Ante esta enorme miseria por parte de él, mi mamá tuvo
la actitud y me crió con muchos estímulos y autosuficiencia, justamente para no
dejarme caer en aquel pozo sombrío.
Paralelamente a ese espíritu autosuficiente y exigente
de mi crianza materna, ella nunca permitió la unificación de la corriente
cariñosa y sensual de la libido en mí, por lo que tuvo un estilo de poco afecto
directo hacia mí, y de excesos de demandas y exigencias, en lugar de crear
tiempos de juego, interesarse más por mis sentimientos, dedicar actividades
conmigo, etc., incluso desentendiéndose por comodidad de acompañarme en
actividades peligrosas (como dejarme solo para ir a vacunarme en el tratamiento
semanal que yo debí hacer por mi angina, teniendo que cruzar la peligrosa calle
Salta).
Este espíritu de autosuficiencia y desentendimiento de
mi madre fue el que generó mi narcisismo y la retracción de la libido sobre mí
mismo, creando un egoísmo, sujeto supuesto saber, ensimismamiento, falta de
empatía y registro del otro, etc. a lo largo de mi vida. Pero en primer lugar,
dicha retracción ocurrió por la ausencia de mi padre desde que nací, ya que ese
solo vacío impidió que yo pudiera desarrollar y volcar mi libido en él. Gracias
a Dios, los estímulos y la sexualidad que encontré en mi madre, mis abuelos, mi
madrina, mis tías y luego en mi papá Gustavo fueron muy sólidos y suficientes para
que aquella retracción de la libido no me generara males peores en mi vida.
Los movimientos de la libido son lentos y dificultosos,
por lo que generar una constante para volcarla en determinadas personas, es un
proceso largo e impredecible con algunos de estos vínculos, ya que el
establecimiento de una relación (sea de pareja o de amistad) depende también de
las neurosis ajenas.
El movimiento social más grande en mi vida va a suceder
con una nueva pareja, y quizás en forma secundaria con amigas y amigos, por la
mayor intimidad y cercanía que implica dicha pareja.
El problema con el valiosísimo amor y estímulos de mi
mamá para que yo no cayera en la posición miserable de “niño despreciable” a la
que pretendió reducirme mi padre, fue que a los logros y frutos de mi vida los
obtuve desde el peso de tener que evitar aquel pozo sombrío, y no confiando más
en mis propias fuerzas, autoestima y dones. Cuando ese contrapeso negro se
volvió muy difícil de sobrellevar, diferentes proyectos fracasaban, o quedaban
a medio camino, o sufrían muchos inconvenientes sin dar los mejores resultados.
Así ocurrió con mis bandas de rock, que se fueron
reduciendo en miembros a través del tiempo, hasta terminar yo solo con mi
perfil de cantautor solista; o con Sofía y David, con quienes no logré
convivir y brindarle una crianza más íntegra a mi hijo.
Mi
culpa por la incapacidad para convivir con mi hijo y su madre
Desde el embarazo de Sofía hasta el día de hoy, en que
nuestro hijo tiene cinco años, se produjo un alejamiento mayor en el tiempo,
entre mi hijo y yo, producto (entre otras causas), de mi incapacidad histórica
para volcar mi libido en otras personas. Esta situación me produce un grado de
culpa, porque desnuda mis egoísmos y debilidades, sabiendo que las
consecuencias de mis pequeñas lejanías en la crianza de David, aunque pequeñas,
no son gratis para él, y lo van a perjudicar a lo largo de su vida.
Sea por la falta de límites cercanos que yo no puedo
inculcarle producto de la separación, sea por la falta de juegos personales de
los que yo lo privo (ocasionando que él permanezca más volcado a los videos y
tecnología digital), sea por cierta castración deficiente que yo tengo hacia
Sofía por no ser más mi pareja (situación que también produce que Sofía
permanezca más apegada a él y lo domine más), por todas estas razones es que ya
le estamos causando un perjuicio con su madre, y yo cargo con mi cuota de
responsabilidad.
Existe aparte un perjuicio que le generamos a nuestro
hijo con su madre, ya desde el embarazo de Sofía, producto de nuestras
discusiones, que es probable que le haya causado la falta de fluidez en el
habla que padece. En este sentido, es posible que una separación mía más pronta
con Sofía, podría haber disminuido la conflictividad frente a él, tal como
ocurrió luego de la firma del convenio de separación. Ahora las discusiones son
mucho menos intensas e infrecuentes, y esta decisión tardía de separarnos es
otra de las muestras de mi lentitud para realizar el corte de determinados
vínculos nocivos que yo dilato en el tiempo. Por ejemplo, con todas mis ex
novias yo debí haberme separado mucho antes, y con el arquitecto inepto de la
obra en mi hogar, también debí haberme desvinculado con anterioridad.
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