domingo, 1 de agosto de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO

 

















Reflexiones sobre mi rivalidad con determinadas mujeres

Mi mamá Eloísa y Sofía, la madre de mi hijo, son las dos mujeres más cercanas en mi vida, con las que más afecto comparto, de las que más dependo y con las que más rivalizo. De ambas dependo en diferentes aspectos desde hace muchos años. Con Sofía, a causa de nuestro hijo, siendo el fruto en común que buscamos y lo más valioso que tengo en la vida, con el aumento de dicha dependencia que genera la separación con ella y la tenencia legal que ella tiene de David. Y con mi mamá la ligazón es económica e intelectual, ya que no sólo son cíclicas sus ayudas en dinero, sino también sus consejos en diferentes aspectos de mi vida (por ejemplo en la decisión de vender la casa de calle Dulmen, cuando yo tenía la intensión de alquilarla).

Es curioso que pocos meses antes de que se derrumbara el balcón en la casa familiar de calle Dulmen, durante la obra de ampliación que venía financiando mayormente mi madre, tanto con mi mamá como con Sofía mantuve una fuerte discusión en el mes de junio de 2020, durante la cena que Sofía organizó junto a mis suegros, David y yo. Esa noche yo eché a mi mamá de dicho encuentro porque pretendía ejercer dominio en el grupo y criticaba a mi hijo, grupo conformado por la familia de Sofía y que yo me esmeré por acercar a mi familia.

Esta rivalidad fálica con mi madre también sucedió en el viaje que hicimos juntos a Mar del Plata en 2019, o ante un cumpleaños de ella al que yo no quise que asistiera mi hijo. Apunto a que con una nueva novia se neutralice esta rivalidad tanto con Sofía como con mi mamá, como un tercer foco de energía en mi vida, y sin por eso descuidar la crianza de David. Pero soy conciente de que si las razones de mis rivalidades con Sofía y mi madre responden más a causas neuróticas mías no curadas, esos mismos patrones de conductas van a repetirse con cualquier otra mujer, generándome más problemas que alivios.

Con Sofía, la causa principal de las rivalidades son los criterios de la crianza de David, a veces contrapuestos, lo que genera discusiones hasta aunar posturas. Otras veces aflora el sentimiento de odio por parte de ella hacia mí, por no haberle cedido mi casa después que la convivencia no funcionó, y del nacimiento de nuestro hijo; entrega que yo concientemente me negué a realizar por lo injusto y oportunista que me resultó su separación de mí, y por descubrirle mensajes sensuales con algunos hombres ya desde antes de mudarnos, situación que hubiera puesto en peligro ese inmueble y mi posición de padre de familia, si ella hacía ingresar o instalaba a cualquier hombre bajo ese techo ante mi cesión. Con mi madre, por su lado, el motivo de las rivalidades responde a sus críticas constantes hacia mí, a las pulsiones de dominación, a su superyó excesivo, y todo lo que tiene que ver con su goce parasitario, la deficiencia de su autocastración, y la degradación mía como objeto. Con lo cual las causas de esas rivalidades recaen más sobre sus propias neurosis y son totalmente injustificadas.

 

El desahogo al ser comprendido por mi madre en mis temores, dificultades y angustias por los fantasmas de mi padre que me atacaron desde niño

Durante el último gran asedio de temores que padecí como consecuencia de los daños que produjeron en la obra de mi hogar de calle Dulmen atacantes anónimos, con ánimo de ocuparlo, al contarle inmediatamente la situación a mi madre y compartir con ella las estrategias para seguir en la protección de dicho inmueble, y recibir su ayuda en dinero para pagarle al sereno que comenzó a cuidarlo, ante estos diálogos con ella, aquellos miedos profundos desaparecieron con un gran alivio en el mismo día. Automáticamente comprendí que en el origen de muchos síntomas míos, existió la desesperación por no haber sido suficientemente entendido no contenido por mi propia mamá ante los fantasmas que me atacaron desde mi nacimiento como consecuencia del desprecio de mi padre hacia mí, y su hostilidad hacia ella. Dichos temores me generaban grandes preocupaciones y me dificultaban actividades sencillas, y me marcaron con sentimientos tristes que yo sobrellevé toda mi vida en soledad, sin abrirme ni compartirlos demasiado. Esta cerrazón y refugio en mis síntomas y obsesiones, se produjo fundamentalmente por no contar con la escucha y comprensión de mi madre. Y fue por esto que la compañía y el amor brindado por mis novias no me fue nunca suficiente: me faltaba una mayor contención por parte de mi madre.

Hizo falta una situación extrema en dificultades y percances, como lo fue esa obra de ampliación de ese hogar familiar, para que volviera yo a recurrir en forma más directa y continua a mi mamá, como no lo hice al comprar erradamente ese inmueble, y para sentirme finalmente más contenido y comprendido por ella. Así y todo, ella no mantiene conmigo una actitud de mayor amistad y cariño cuando la visito, sea por temas de dicha obra o simplemente para compartir un encuentro, sino que continúa sosteniendo la lógica de la dureza, de destinarme un tiempo estricto o inflexible y escaso.

En el proceso de ampliación, compra y refacción del ex hogar familiar se conjugaron la incomprensión de mi dolor por el desprecio paterno, tanto por parte de mi madre como de Sofía, aún esforzándome mucho para buscar dicho inmueble, construirlo, etc., siendo esas mismas incomprensiones las que me llevaron a separarme de Sofía y tener que proveerle esa casa. Esta puede ser la causa principal de mis rivalidades con ellas, y claramente debo apuntar a curar mi neurosis producida por los traumas y síntomas de mi infancia confiando más en mí, y no tanto a ser comprendido por los demás. Igualmente es muy importante saber pedir ayuda, compartir el propio dolor y hacerse valer.

 

Sobre mi rivalidad con determinadas personas

Con mi padre biológico no existió un Complejo de Edipo ni desarrollado ni sepultado, dado que él permaneció casi completamente ausente toda mi infancia. Es a raíz de esto que cuando lo reencontré a mis diecinueve años no se dio la instancia de la reconciliación, el hacer las paces y llevarme los “títulos de virilidad” en mis bolsillos, porque yo ya era un hombre formado para ese entonces, con todo el proceso del Edipo cumplido con mi papá Hugo. Y es por esta razón que puede haber permanecido en mí hasta el día de hoy, un sentimiento de rivalidad hacia mi papá biológico, proyectado en ciertos otros hombres, porque de niño no pude “vengarme” de él por todo lo que la hizo sufrir a mi madre. Con el agravante de que cuando nos reencontramos, tampoco él tuvo el deseo de fraternizar bien conmigo, manifestando su mismo desamor de quince años atrás.

Si considero que en la obra de ampliación conflictiva en mi hogar de calle Dulmen existió una identificación del mismo con mi madre, la posición de rivalidad fálica entonces tuvo como objetivos al arquitecto negligente y a mi propio padre, ya que ambos pusieron en riesgo dicho inmueble como objeto de amor mío. Sobre todo, teniendo en cuenta que la mayoría del capital para la compra y ampliación de la casa me la regaló mi madre: fue un obsequio que funcionó como lugar de asilo para mi hijo y su madre, a la vez que protegió mi hogar de soltero ante la posible ocupación de ellos y el peligro de que Sofía introdujera o formara pareja con un hombre allí, estando nosotros separados.

En cuanto a mi padre, si bien no mantengo vínculo con él desde hace veintiún años, su influencia negativa tanto durante mi infancia como cuando lo reencontré en mi adultez, no hubiera permitido ni comprar ni ampliar dicho hogar, ni obtener ninguno de los frutos que logré a lo largo de mi vida, porque los temores, angustias y obnubilación fueron siempre muy grandes ante su presencia. Existió una mezcla de amor y temor hacia mi papá durante mi primer infancia, en el sentido de necesitar su protección como todo niño, pero a la vez comprobar su desamor hacia mí, y el peligro de sus conductas temerarias.

Fue por aquel Complejo de Edipo inconcluso con él que yo, luego del siniestro del derrumbe del balcón en la obra, sin consecuencias graves, retomé el vínculo con mi primo hermano por la línea paterna,

enviándole un mensaje por chat, con la foto de la tapa de mi séptimo libro, en la que figuro mi hijo y yo. Lo hice para que mi padre se enterara de mis “títulos de virilidad” ganados por mi propio mérito, con el nacimiento de mi hijo y el rescate de la pérdida de la casa que hubiera implicado un accidente con el derrumbe del balcón, demostrándole indirectamente que puedo valerme por mí mismo, algo que él no permitió en mi niñez por la falta de vínculo. Y a la vez, esta comunicación mía pudo haber simbolizado un desafío hacia mi papá por considerarlo un rival.

Paralelamente también desarrollo rivalidades hacia mi madre o jefes laborales. Con mi mamá la lucha suele ser por quién ejerce más dominio sobre el otro, o quién tiene más la verdad, o simplemente son defensas mías ante su goce parasitario de dominar, dar órdenes, criticar, etc. Se presenta esta rivalidad como rechazo neurótico a la castración del otro, y ambos, a la vez, nos sostenemos mutuamente el falo en el sentido de asistirnos. Por ejemplo, ella haciéndome múltiples regalos o financiando mi obra, y yo enviándole fotos de mi hijo, o comprándole chocolates. Por el lado de ella existe un fuerte impulso a no tolerar la falta en mí: necesitar completarme. Asistirnos mutuamente no tiene nada de malo, siempre que no signifique una conducta sintomática. Ser yo sostenedor de su falo en cuanto a ponerme en falta para que ella se preocupe por mí, es una posición inconciente que debo desarticular. El hecho de no bañarme, tener conflictos con mis jefes o volver recurrentemente a solicitar sus ayudas, pueden ser muestras de buscar yo la posición fálica hacia ella haciéndola preocupar. Asimismo, dicha posición también se manifiesta en mi rivalidad con diferentes mujeres y ex novias con las que no me abrí lo suficiente por “tener que completar a mi mamá y a ninguna otra mujer”. Ya en el exceso de labores en mi hogar desde niño, con las que mi madre me sobrecargaba, existía su búsqueda de esa posición fálica, incluso sin permitirme jugar demasiado con amigos.

Matías Castagnino 

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