LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO
El
retorno del trauma de los temores muy bien reprimidos desde mi primer infancia
Actualmente, a mis cuarenta y dos años, y a siete meses
de venir realizando un tratamiento psicológico de dos sesiones por semana, me
ocurre que ante situaciones de bastante peligro en mi vida, me acechan temores
profundos que venían incubados y muy bien reprimidos desde mi primer infancia,
generados inicialmente por el vínculo hostil de mi padre hacia mi madre, siendo
mi propia mamá quien me rescataba de esos pozos de miedo hacia mi papá. La
realidad que yo experimentaba era la del temor a que mi padre asesinara a mi
mamá o a mí, y esta sombra producía que se me complicaran los juegos y
acciones, me generaba profundas preocupaciones, problematizando situaciones
simples, y obstaculizando el goce y la alegría.
Si bien a lo largo de mi vida este temor afloró en
momentos puntuales de peligro (por ejemplo cuando me extraviaba solo en el
centro de mi ciudad yendo solo en colectivo a las prácticas de hockey, enviado
por mi madre), fue dominado por mí gracias a la contención y estímulos
principalmente recibidos de mi madre y de mi papá Gustavo. Pero actualmente,
ante la amenaza de la ruina y bloqueo de la finalización de la obra de
ampliación del ex hogar familiar que le proveí a mi hijo y su madre; ante este
acecho por diferentes causas, volvió a recrudecer aquel temor muy bien
reprimido. Y la persona en la que más logro apoyarme y más me ayuda para salir
de ese estado, nuevamente es mi mamá, lo que me lleva a replantearme
profundamente mis defensas, habilidades, focos de fe y entusiasmo, para valerme
por mí mismo en mayor medida, y poder sobrevivir el día que ella ya no esté.
Por otro lado, a la vez siento cierto desamparo por
parte de mi mamá y de Sofía (que son las dos mujeres más cercanas y queridas en
mi vida hasta ahora), porque no me brindan su apoyo en aspectos importantes
para mí (por ejemplo alegrándose con mi arte o negándose mi mamá a declarar
como testigo a mi favor si hiciera falta un juicio de separación con Sofía). A
esta situación indudablemente apunto a repararla con una nueva pareja que me
brinde todo ese compañerismo, sin por eso cortar vínculos ni con mi madre ni
con Sofía. Pero el punto es desarticular la causa por la cual se genera esa rivalidad
entre ellas y yo, teniendo en cuenta que yo también la he generado con la
negación a mi castración por parte de ellas, como así también la soberbia por
la negación de ellas a ser castradas por mí.
El movimiento que generó la regresión de mi libido
sobre mi propio yo, y con esto un narcisismo sintomático, fue el hecho de
focalizarme en actividades intelectuales, racionalizar, aislarme y crear una
imagen de mí mismo como defensa y negación ante el dolor del desprecio de mi
padre, y su violencia hacia mi mamá. Este narcisismo produjo una gran cerrazón
y aislamiento durante largos años en mi vida, llevándome a realizar actividades
creativas y costumbres con mucha soledad, para fortalecer esa imagen propia
como mecanismo defensivo frente a los temores hacia mi papá, muy velados en mi
inconciente pero siempre presentes.
Sobre
el vínculo con mi hijo David. Sus problemáticas y sintomatología
Desde el mismo momento en el que deseé tener a mi hijo
David supe que en mi vínculo con él, estoy llamado a trascender todas las
miserias que mi padre biológico tuvo hacia mí, al igual que las que tuvo mi
mamá. Todo este tiempo de cinco años desde su nacimiento ha significado una
lucha por no identificarme con dichas bajezas y dirigirme en sentido opuesto.
Por ejemplo, no caer en los apoyos “a medias” que me ha brindado mi mamá,
descuidándome en diferentes procesos, con provisiones materiales abundantes
pero no tanto afectivamente y con dedicación de tiempo. Así es que actualmente
debo yo esforzarme por asistir a mi hijo en los tratamientos que realiza con su
fonoaudióloga, para no descuidarlo y delegarle dicha tarea a la madre o abuela,
sumándole todas las demás clases de tratamientos y esparcimiento que hacen a su
bienestar (natación, dentistas, fútbol, ingreso o retiro del jardín, paseos,
compras de juguetes, etc.) Pero sobre todo debo evitar el desprecio que tuvo mi
padre hacia mí, y la violencia y soberbia con que hostigó a mi mamá.
Mi hijo padece un leve retraso en el habla que lo
imposibilita para expresarse fluidamente. Ante esto, tiene una tendencia a
aislarse de los grupos de compañeros, genera juegos solo, produciendo así que
decaiga su autoestima. El debe aprender a aceptar y cambiar sus decepciones por
no estar a la altura de los niños de su edad en ese aspecto. También ese
aislamiento solitario obedece a una identificación intuitiva que hace con mi
persona, dado que yo también me apartaba de los grupos de compañeros en los
cumpleaños, en la escuela, etc., producto de mis síntomas psicológicos
históricos.
El famoso juego del “Fort – da” fue un descubrimiento
que hizo Freud cuando presenció la simbolización que realizó su pequeño nieto arrojando
y recogiendo un carretel en el momento traumático en que su madre partía a
trabajar. Fue un intento de tramitar el alejamiento materno para elaborarlo
psíquicamente, registrarlo simbólicamente y operar con él. El niño arrojaba el
carretel y emitía el sonido “fort”; y luego lo recogía emitiendo la onomatopeya
“da”, repitiendo muchas veces esta operación. Claramente el carretel que se
alejaba, representaba a su mamá. Fue un enorme logro cultural que supo hacer
para procesar la angustia de la pérdida materna por medio del juego, y la
renuncia pulsional de aceptar sin protestar dicha ausencia.
A la vez, el pequeño se escondía del frente de un
espejo, haciéndose desaparecer él mismo.
Es importante destacar la necesidad de que la respuesta
del sujeto frente a la ausencia materna haya sido compartida, leída e
interpretada por el Otro, dado que tanto Freud como su hija estaban presentes
durante el juego del niño. De ese modo, supo ligar frente a lo traumático. La
actividad psíquica de la ligazón le permitió atravesar la ausencia.
Yo logro comprender que en la separación y acercamiento
de mi hijo David a los grupos de niños sin lograr una integración mayor, puede
existir ese mismo juego del “Fort – da” pero tardío, en cuanto a no haber
simbolizado bien los cortes y partidas de Sofía, desprendiéndose de sí mismo de
una parte suya asociada a ella; sobre todo por ser Sofía muy apegada a él. Pero
también esa falta de integración grupal es la simbolización de la necesidad de faltarle
él al otro, como recriminación y resarcimiento de lo que le faltamos Sofía y yo
a él con las peleas, la separación, la violencia, etc., repitiendo esa conducta
para dominar su angustia. Esta conducta antisocial puede ser muy nociva y
repetirse después en la escuela con falta de atención, salir y entrar del aula,
tirar y buscar lápices, desconcentrarse, permanecer inquieto, etc., como
intento de instalar una operatoria simbólica que le permita apropiarse de su
lugar o situación. Es muy bueno que él pueda “vengarse” de nosotros para lograr
simbolizar con sus ausencias, por ejemplo cuando nos dice ante nuestros
llamados: “no voy porque estoy ocupado”. Ahí proyecta las ocupaciones que a
menudo tenemos Sofía y yo (o nuestras discusiones), y que lo afectan.
En Sofía puede existir una no aceptación del rechazo de
David hacia ella, generando una ruptura narcisista en ella, de ser la “madre
ideal”, y reprimiéndola sobreprotegiéndolo, sin delegar o permitirse faltar. No
se deben interrumpir los juegos de David ni de ningún niño, para que él pueda
desarrollar fantasías más completas. El juego tiene la misma estructura que los
síntomas. Si un niño puede dialectizar y simbolizar dentro del juego, no le va
a ser necesario sintomatizar. Y si un niño tiene problemas en sus juegos, va a
desarrollar síntomas. El juego no es una reproducción pasada del niño, sino una
producción actual donde él manifiesta su subjetividad y soluciona
problemáticas, síntomas, etc. El síntoma del niño da respuesta de lo que hay de
sintomático en la estructura familiar.
Es bueno habilitar las producciones de los niños sobre
temas oscuros como la muerte, o la violencia, porque así simbolizan algo real
que los preocupa, les duele, etc. en estos “males” que los niños simbolizan,
existe goce y deseo inconciente del niño, deseo que no estaría habilitado en el
contexto familiar, y aparece de esta forma. Los niños también sienten
perversiones (según Freud son “perversos polimorfos”), y es bueno que las
simbolicen y expresen.
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