viernes, 27 de agosto de 2021

LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS) - MATIAS CASTAGNINO

 





















LA CURA PSICOLOGICA  DE LA  NEUROSIS DE IRINEO  CROPOSKY  (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS) - MATIAS CASTAGNINO

Los espíritus negros y preocupaciones que puede dejar la ausencia paterna

 

Existe en mí una creencia asumida de ser “Irineo, el desvalido que perdió a su papá”, manifestada desde muy pequeño en mi vida, y que derivó en una excesiva marca de errores por jefes laborales, y a veces por Gustavo, mi propio papá de crianza.
Esta creencia se manifestó de múltiples formas, y en diversos ámbitos, sin desarrollar determinadas destrezas que el resto de los miembros de los grupos en los que yo estaba, sí ejercían (por ejemplo mis amigos del barrio en la secundaria, o mis compañeros de escuela en la primaria, o los compañeros de trabajo en la actualidad).
Recuerdo que en primer grado yo era el último en copiar la tarea para hacer en casa del pizarrón al cuaderno, al finalizar la clase, yéndose todos mis compañeros y quedándome yo solo en el salón frente a la pizarra, transcribiendo durante largo tiempo los contenidos.
También recuerdo que en el taller de Informática de la escuela primaria, el resto de mis compañeros jugaban con videojuegos avanzados, y yo prefería jugar solo con la “sopa de letras”, que era un juego sencillo, y lo hacía apartado del grupo. Luego, ya durante mi adolescencia, fui malo jugando al fútbol o al truco, a pesar de ser muy querido por mis compañeros.
Lo que me frenó desde niño hasta ahora para sentirme seguro en el desarrollo de diferentes actividades, ponerles fe, e integrarme a los diferentes grupos es el temor a un espíritu de complicaciones, oscuridad, peligros y perjuicios externos, que me genera preocupaciones y miedo, y que ha permanecido reprimido en mi inconciente hasta la actualidad. Claramente dicho espíritu fue creado por el vínculo enfermo que mantenía mi padre con mi familia y conmigo, y si yo no lo reprimía podía derivar en ataques de pánico. Es un estado general de temor y preocupaciones focalizadas en uno o varios problemas reales, que actualmente son: los percances y obstáculos de la obra de ampliación en el ex hogar familiar; y las amenazas de recorte del régimen de visitas mío hacia mi hijo, planteadas por su madre, ante el nuevo convenio de separación. Es exactamente el mismo temor que yo sentía al perderme en el centro de mi ciudad cuando mi madre me enviaba solo a las prácticas de hockey, o el estancamiento y dificultad para avanzar que yo sentía al retrasarme copiando las tareas en la escuela.
Esas preocupaciones y dolor que me dejó la ausencia paterna, o su hostilidad, me llevó a generar un estado de desmentida o negación del desprecio de mi padre hacia mí, manifestado en una tendencia a la anulación del deseo del otro, falta de escucha, etc., y dando como resultado la ruptura con mis ex novias, la conflictividad con mis jefes laborales, el fracaso de mis bandas de música, la falta de iniciativa de diferentes afectos para comunicarse, etc.
 
En la encrucijada de tener un padre al que no se puede acceder

 

La instancia de la compra y ampliación de la casa de calle Dulmen, que le proveí a mi hijo y su madre durante tres años simbolizó mi deseo inconciente de reconciliación con mi padre biológico. Poco antes de buscar el arquitecto que se encargó de dicha ampliación, yo sentí culpa y dudas por haber transcurrido veinte años sin vincularme con él, en el sentido de tener una actitud demasiado soberbia e inflexible, y cierta pena por el hecho de que él muriera con sus setenta y seis años condenando su alma, y yo una parte de la mía en la falta de perdón.
Comprar ese inmueble cerca de mi propio hogar significó querer tener cerca a mi padre, y proveérselo a David y a Sofía fue pedirles inconcientemente auxilio para que me ayudaran en el acercamiento deseado con mi papá. Esa casa funcionó como un ensayo, una prueba de lo que hubiera resultado si yo efectivamente me reencontraba con él, y eso hubieran sido miserias.   
Todos los percances de la obra de ampliación necesaria desde lo racional para que mi hijo gozara de su propio dormitorio, baño y terraza, reflejaron los peligros espirituales y humanos de acercarme nuevamente a mi papá, tal como los había padecido veinte años atrás cuando tomé la iniciativa de buscarlo y vincularme durante dos años y medio. Todo el proceso en torno a ese hogar fue el símbolo del duelo mal hecho por mi alejamiento de mi padre, y una búsqueda indirecta de volver a vincularme con él, comprobando los resultados ruinosos que hubiera acarreado volver a relacionarme. Fue un mecanismo similar al de mi hermana, que es una gran aficionada a la cultura francesa, identificada con mi padre, que también lo es desde joven, como deseo de compartir ese amor con él a pesar de que él cortó el vínculo con ella hace también veinte años. Ella me confesó que después de reencontrarlo, y a pesar de haber tenido un bebé, él se negó a seguir visitándola (y a su nieto), dado que el que debía movilizarse para las visitas era siempre él.
Reparar la vivienda de calle Dulmen, corregirla, sanarla, enmendarla con el apoyo de mi madre, fue símbolo de desear rescatar y reparar a mi padre. A la vez, existe un temor inconciente que yo arrastro de que se produzca el destino fatal de mi padre asesinando a mi madre y a mí. En la obra implicó que hubiese ocurrido la fatalidad del derrumbe que evité con el balcón inferior, pero en el balcón superior. Este miedo a la fatalidad criminal de mi padre cumplida, ha permanecido en la raíz de otras situaciones desesperantes de mi vida, como por ejemplo cuando me perdía solo en el centro de mi ciudad al viajar en colectivo a las prácticas de hockey a las que me enviaba mi madre en mi infancia.
Siento como si Dios me hubiera situado toda mi vida en la encrucijada de tener un padre con el que no me puedo vincular por sus miserias, salvo a costa de caer en abismos profundos. Puso algo que podría haber sido muy bello pero del otro lado de un vidrio, y a quien me privó de acceder toda mi vida. Esta limitación o muro no es gratuita y constituye una de las razones de mi neurosis. Sé que con la distancia hacia mi padre evito un mal mayor, pero tiene un precio, y el resultado es una parte de mi neurosis, mis limitaciones para fluir en los vínculos sociales, de pareja, lograr un goce constante, mayor fe en el arte, etc. También soy conciente de que debo evitar encarar el destino oscuro que podría haber tenido mi padre identificándome: convertirme en el hombre solitario, marginal y miserable que él en gran parte es, a pesar de tener pareja.
Pretender salvar humanamente a otra persona es un acto errado y conlleva pecado. Lo máximo que un sujeto puede hacer por otro es facilitarle los medios para su propia salvación. Yo debo evitar las conductas oblativas o “salvadoras” neuróticas manifestadas hacia diferentes personas o actividades en mi vida, porque sólo me traen ruinas. Este caso de la identificación de mi padre con la casa y mis deseos errados de “salvación” de él, es un claro ejemplo de cómo la posición salvadora trae perjuicios, desgracias, ruinas para quien la adopta.
Si una vez que inscriba la pérdida de mi padre, una vez que realice el trabajo de ligazón / desligazón libidinal puedo ir en búsqueda de objetos sustitutos que conformarán una serie, al igual que el que perdí, entonces debo ser muy cuidadoso de que con dichos objetos no se produzca el mismo espíritu errado de rescatarlos de su ruina humana, tal como me sucedió con toda la suma de percances y desgracias en la compra y obra del hogar familiar fallido. O sea, debo evitar identificar a personas y objetos con mi padre.
Puede suceder también que yo constantemente busque la castración que mi padre biológico me negó, en otras personas, y que a esto lo haya realizado con el arquitecto inepto de la obra. Para este supuesto pude haber realizado una identificación inconciente de él con mi padre. Así, el último pago que le efectué al capataz a cuenta del arquitecto, luego de tironeos porque este último no se presentaba personalmente a cobrarme pudiendo así hacerle yo los reclamos correspondientes por desperfectos y pautas de la obra, me desencadenó en el mismo día punzadas crónicas en el pecho. Esta terminación mala del vínculo contractual pudo simbolizar la despedida definitiva que le hice a mi papá para mediados del año 2000, hace veintiun años, en la que lo eché de mi departamento cuando vino a buscarme violentamente, significando el fracaso de todo el período de dos años y medio de acercamiento mío hacia él, con todas las ruinas que me produjo.
Casualmente la angustia con llantos que padecí durante los tres meses de parate de la obra, en los que decidí frenar la ejecución debido al estrés y el trastorno de ansiedad que me trajo, desapareció con el reinicio de la construcción con el nuevo arquitecto, quizás por identificarlo a él con la reconciliación que me hubiera gustado con mi padre biológico, o también con la protección que me brindó mi papá de crianza, Gustavo, en vida, frente a mi padre biológico, identificando a este último con el arquitecto negligente. Yo nunca sufrí con ningún hombre una desvinculación tan conflictiva como con este arquitecto, más que con mi papá Oscar, generando este hombre una situación de pegoteo bastante intensa, que es la que yo siempre temí que se produjera con mi padre al quitarle mi madre la patria potestad y la posibilidad de cercanía: yo tuve miedo siendo muy pequeño de que mi padre continuara siempre acechándonos y hostigando a mi familia, cosa que gracias a Dios no ocurrió.
Otra identificación intensa de mi padre con otro hombre, que me trajo malas consecuencias, fue la que hice con un ex jefe de Sección en mi trabajo anterior, durante cinco años. Esto desembocó en verme obligado a ponerle múltiples límites a este hombre, por tendencias que tenía a sobrecargarme con trabajo y control, estando situado mi escritorio muy cerca, a un lado del suyo. Todo con discusiones mediante, y malas calificaciones que él me realizó. Por eso es importante saber mantener distancias y reservas con hombres a los que puedo llegar a identificar con mi padre, sobre todo en relaciones de subordinación mías (como en el caso de los jefes laborales), o de negocios o emprendimientos que impliquen una continua vinculación prolongada (como en el caso de la obra).
Más allá de desear una reconciliación con mi padre poco antes de contratar al arquitecto y comenzar la obra, y de haber realizado una identificación inconciente entre ellos, también es cierto que la propia imprudencia de este hombre lo hizo posicionarse solo en el lugar de enemigo mío, proveedor de ruinas, como realmente lo fue, sin poder detectarlo bien yo antes. Seguramente, si hubiera comenzado a construir con el nuevo arquitecto con quien yo ya había trabajado, la mayoría de percances de la obra no hubieran ocurrido.
El reencuentro con mi padre desestabilizó la función paterna porque él no tuvo el amor ni la voluntad de cumplirla. De ahí los síntomas cercanos a la psicosis que me produjo la vinculación: es sabido que las fallas en la metáfora paterna o el “nombre del padre” provocan psicosis.
 
El desanudamiento de mis dones sociales liderando grupos y obteniendo ingresos económicos con mis diferentes proyectos

 

La competencia profesional con mi ex novia Melania Rodriguez fue la causa principal para empezar la carrera de Economía, por sus avances en Medicina y mi estancamiento con la música. Esta competencia se reactualizó con Sofía ante sus múltiples proyectos y movimientos sociales académicos con la docencia y la investigación, pero mi atasco con el arte continúa al día de hoy, y me produce frustración no sólo por la falta de ingresos económicos, sino también por la escases de vínculos sociales con que lo desarrollo.
Con la carrera de Economía obtuve buenos beneficios secundarios, como el cobro mensual del título en mi trabajo, o con los buenos posicionamientos que logré en diferentes oficinas hasta llegar a la Sección actual, donde mis labores son livianas y me permite una amplia calidad de vida gozando de la crianza de mi hijo y de la creación artística. Pero a mi sueño principal de ejercer la Economía en forma privada obteniendo ingresos extra no lo logré. Una de las causas por las que rechacé la convivencia con Sofía en mi hogar fue que yo no tolero una mujer con alto vuelo social y laboral bajo condiciones que pueda beneficiarse por mis medios (por ejemplo proveyendo yo la vivienda y asistiendo demasiado en la crianza de mi hijo). Y esto como proyección de la figura de mi madre en mis parejas, con el rechazo a la absorción que ella hizo de mi padre hasta anularlo en muchos aspectos, como en lo laboral.
Asimismo soy conciente de que aun obteniendo ingresos económicos solitariamente con mi oficio de artista, o dictando clases particulares de ciencias, yo no estaría del todo satisfecho porque también deseo compartir tiempos con gente y liderar grupos: interactuar con otros en los procesos creativos y en su exposición, con constancia. Por eso mi ideal creativo es poder realizar shows y proyectos culturales rentados para compartir con otros artistas. Con el estudio de la psicología que comencé hace nueve años descubrí una ciencia que renovó mi amor por el conocimiento y me permitió resolver varios deseos importantes en un solo movimiento. Primero que nada, estudiando esta ciencia facilité y consolidé el proceso de cura de mi neurosis. En segundo lugar logré aprovechar artísticamente toda esa incorporación teórica llevándola a textos y poesías editadas en mis libros, y a las letras de mis canciones grabadas y difundidas en mis shows. Sólo me queda pendiente formalizar estos contenidos investigativos en marcos académicos y universitarios a los que al día de hoy no tengo acceso, por no contar con un título docente ni especializado en psicología, y por no poder dictar clases. Con lo cual no tengo a mi alcance la participación en grupos de estudio, congresos, seminarios, jornadas, etc.
 
Impresiones sobre la castración y la nominación simbólica
Todo lo relativo al concepto de “castración psicológica”, al menos desde el punto de vista religioso, tiene que ver con la humildad y la aceptación. Mi duelo mal hecho por la pérdida de mi padre como objeto de amor esconde un rechazo a ser castrado aceptando yo esa pérdida. Y resistirme a ser valorado por mis ex novias significó posicionarme en el lugar de “niño despreciable” al que pretendió reducirme mi padre, y a veces mi madre, identificándome con esa idea, y no asumiendo la castración del dolor de ser degradado por los propios padres, en el caso de mi madre al día de hoy.
Claramente las somatizaciones de mis síntomas de las punzadas en el pecho son la manifestación del recuerdo doloroso de ese desprecio paterno y materno, y la falta de aceptación de esa castración.
El “sinthom” o cuarto nudo borromeo en la teoría de Lacan, funciona como “nombre del padre”, o sea actividades que fortalecen o reemplazan la función paterna en un sujeto. Mi padre biológico me privó de la “nominación simbólica” desde niño al no asumir su posición paterna y ser hostil hacia mi madre; o sea nombrarme a mí y a todas las cosas. A esta nominación me la enseñó mi madre, mi papá de crianza Gustavo, y toda otra suma de personas de las que aprendí en mi vida.

En mí coexisten y luchan dos fuerzas en forma constante. Estas son: todo el amor y solidez de la crianza de mi madre y mi papá Gustavo, y contraponiéndose, los temores y sombras del desprecio de mi padre biológico. Ir más allá de mi padre, para mí, es criar con amor e integridad a mi hijo, ya que es lo que él nunca hizo conmigo. Y a esto lo realizo gozosamente y sin culpas.

Matías Castagnino  

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