domingo, 8 de agosto de 2021

LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO

 LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA  DE LA  NEUROSIS DE IRINEO  CROPOSKY  (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO










Unos pensamientos sobre los perdones indirectos

Con mi padre biológico tuve un corte abrupto en el vínculo a mis veintidós años y nunca más volví a relacionarme con él. Luego de reencontrarlo a mis diecinueve años y experimentar el segundo período más oscuro de mi vida durante dos años y medio, mi vida aumentó en ruinas, temores, angustias, obstáculos, siendo evidente que la causa fue mi cercanía con él.

Al día de hoy, soy conciente que diferentes conflictividades que he tenido con diferentes hombres pueden obedecer a perfeccionismos míos como exigencias y falta de perdón hacia mi padre. Por ejemplo con el filmador de mi show en Buenos Aires en 2019, a quien no terminé de pagarle ni él concluyó con el envío de esos videos, por haber sido recortada una de esas filmaciones durante su edición. O con un técnico instalador de programas en mi P.C., a quien maltraté porque no supo enseñarme a usar programas grabadores. O incluso con el arquitecto inepto de la obra de ampliación de mi ex hogar familiar, que a pesar de sus graves errores, tuvo buenas intensiones en algunos aspectos. Creo que la clave está en los niveles de confianza con los diferentes vínculos humanos que yo genero buscando el punto medio entre confiar y desconfiar.

Es notable cómo gracias a mi desconfianza hacia aquel arquitecto negligente, fue que luego de que se le derrumbó un balcón inferior construido por él en mi hogar, yo pude detectar y prevenir la caída de un segundo balcón superior erguido sobre la misma pared y frente, por haberle encargado yo los estudios correspondientes a otro ingeniero.

He comprobado también que el perdón inviable hacia mi padre por el gran malestar que me producía su cercanía, puedo efectivizarlo siendo tolerante y compasivo con otras personas, o sea en forma indirecta. Me consuela suponer que ante los ojos de Dios, esta actitud tiene un mérito similar.

 

El desprecio de mi padre hacia mí en la raíz de la mayoría de mis males

La clave para desarticular mi neurosis es deshacer los traumas y síntomas generados en mí por los temores ante la figura de mi padre, durante mis primeros cuatro años de vida. Dichos miedos me condicionaron en múltiples aspectos de mi vida: desde el apego y necesidad de protección de mi madre, pasando por la falta de estabilidad con mis parejas, mis aislamientos y marginalidad en los grupos, hasta la separación con Sofía y la consecuente lejanía de mi hijo, con los respectivos perjuicios en la crianza que esto produce. Sumando a todo esto los rasgos de carácter fuertes y un superyó a veces cruel hacia mí y hacia el prójimo, por el odio de ese desprecio paterno, agregado a la crianza exigente de mi madre. De haber tenido un buen vínculo con mi padre, mis problemáticas serían otras pero no las actuales, mis frutos serían mucho mayores en general, y la dependencia de mi madre sería bastante menor, tal como ocurre con mis hermanos.

Mis negativas a compartir los regalos de mi mamá que fueron los dos hogares que ella me proveyó, sin lograr convivir con mis parejas, obedecen a la intensidad de mi temor hacia mi padre, con el correspondiente apego a esos regalos, como protección de mi madre hacia mí. Ahora que el hogar proveído a mi hijo y su posterior mudanza con su madre a otra casa suya, ya cumplió su función de salvaguarda de mi hogar de calle Amenábar ante un uso indebido de Sofía instalando alguna pareja, y una exclusión completa mía, la mejor forma de compartir los frutos de aquel hogar que mi hijo no llegó a disfrutar bien, es vendiéndolo y usando buena parte de ese dinero para realizar viajes junto a David y su madre. Sería la realización de una reparación por la función errada y de emergencia que le di al inmueble, producto de la separación con Sofía, y la necesidad de resguardar mi propio hogar, todo remitido a los temores antedichos generados por mi padre en mí. Si yo hubiera tenido el amor suficiente para saber convivir con mi hijo y su madre compartiendo mi casa, no hubiera hecho falta comprar esa vivienda, con las múltiples refacciones, ampliaciones y perjuicios que acarreó.

Presiento que la falta de constancia y profundización de mis sueños pueden obedecer a ese hondo dolor de ser despreciado por mi padre…de no contar con él. Cuando revisiono filmaciones de recitales míos del año 2001 y 2002, habiendo transcurrido veinte años, compruebo que yo tomaba como transitorias esas instancias artísticas: como si existiera de fondo algo más importante y preocupante por resolver, a pesar de la calidad de las canciones y de los músicos que me acompañaban. Y eso más importante era el dolor por el desprecio de mi padre. A la vez existió una desmentida o negación a esa falta de amor. Esta fue la causa por la que no logré establecer amistad duradera con los músicos con los que compartí proyectos, sin perdurar ninguno de ellos. El dolor no tramitado no deja lugar para el amor.

 

Aproximaciones al síntoma de las punzadas en mi pecho / De cómo ciertas pulsiones de muerte pueden prolongar la vida

Los síntomas de las punzadas que en situaciones extremas siento en mi pecho, tienen en general causas similares. Las que sufrí recientemente en el transcurso de los últimos dos, ocurrieron: en 2019, a la vuelta de unas vacaciones familiares en Mar del Plata. Y en 2021, durante la ejecución de la obra de ampliación de la vivienda familiar proveída por mí a mi hijo y su madre.

El malestar que me afectó regresando del viaje a la Costa Atlántica ocurrió en el contexto de un intento de exclusión mía por parte de Sofía, como ya lo había manifestado en viajes anteriores, sumado a una seguidilla de shows que realicé en dicha ciudad, como nunca antes. Toda mi estadía la hice en un hotel a siete cuadras del hotel donde se alojó Sofía, mi hijo, mi mamá y mi suegra (que fueron invitadas por nosotros), dado que ya estaba vigente el convenio de separación firmado unos meses atrás. A todas esas presentaciones musicales en vivo las realicé con un grupo de amigos locales, pero sin la compañía ni de mi hijo ni de su madre: o sea con cierto sentimiento de soledad.

Seguirlos a ellos como “de colado” en aquel periplo fue una clara manifestación del temor al abandono de mis seres más queridos, que ya fuera expresado en mi niñez hacia mis padres, y que esconde el miedo a la amenaza y peligro de la figura de mi papá biológico, y de no poder desvincularme nunca de él. A estas punzadas las sentí al regresar a mi ciudad, Rosario, esporádicamente durante varios días.

Por otro lado, los achaques en el pecho que padecí durante la obra de ampliación, fueron el resultado de los múltiples descuidos del arquitecto negligente que la llevó a cabo, teniendo como consecuencia más grave el derrumbe de un balcón, y la construcción de otro que no cumple con las medidas reglamentarias, ni resiste demasiado peso más que el propio. Sumando a estos dolores la mudanza de mi hijo y su madre sobre el final de la obra, a otra casa más alejada, regalada por mi suegra. Con lo que a las situaciones de estrés producidas por el profesional, se agregó la soledad de que mi hijo no pudiera disfrutar del nuevo dormitorio, baño y terraza en el que consistió dicha obra, y que tanto sacrificio me costó.

Cabe aclarar que la compra de este inmueble y el costo de la obra fue financiado principalmente por mi madre como un regalo hacia mí, que yo decidí compartir con David y Sofía. Con lo cual yo identifiqué al objeto de amor que significa mi mamá con el símbolo de ese hogar.

Aparte de los daños ocasionados por la impericia del arquitecto, existió un vínculo contractual de hecho, que dificultó la desvinculación definitiva con él, siendo esto lo que el veintidós de marzo de 2021 me desencadenó las punzadas crónicas en mi pecho durante quince días, al no ponernos de acuerdo en lo que fue mi último pago. Es claro que estos síntomas expresan el temor de fondo a la figura de mi padre identificada con el arquitecto; y al desamparo de mi madre hacia mí proyectado en la separación de Sofía y mi hijo de mí, y repitiendo la escena del terror a quedar a merced de mi papá, de su hostilidad, perdiendo mi vida.

Compruebo que la opresión en mi pecho está íntimamente relacionada con un acrecentamiento o impedimento de circulación de mi libido en esa zona de mi cuerpo, y surge en momentos de aumento de mi ritmo y cantidad de actividades. A la vez, este aumento de actividades tiende a impulsar ansias internas mías, con lo cual al punto de equilibrio u homeostasis lo encontraría en el estado intermedio entre las punzadas en el tórax y las ansias desencadenadas por sucesos externos, anulando ambas corrientes…amortizándome en calma. Estas ansias implican una aceleración en mis movimientos, sumas de actividades y mayor cantidad de pensamientos a veces.

Esto se hizo evidente con la reanudación del ritmo laboral luego del parate por la pandemia del Covid 19, pasando de asistir de un día semanal a cinco días a la oficina, comenzando a sentir un reflejo de la opresión toráxica, menos intenso que el que padecí cuatro meses atrás con mi trastorno de ansiedad.

A raíz de esta amenaza llego a la comprensión de que determinadas pulsiones de muerte en la vida de un sujeto pueden tener la paradoja de prolongarle la vida. Por ejemplo, si yo considero a mi soledad como una pulsión y escena de muerte, síntoma de los traumas generados por mi padre con su ausencia y violencia durante mi primer infancia, también este aislamiento de la gente me sirve para reponer energías, hallarme con mi ser, cultivar el silencio, la creatividad artística, la oración, la paz, etc., y así despojarme de la opresión y ansias que me acechan. Si bien es cierto que tampoco me agrada encontrarme demasiado solo sin contar con determinados afectos para compartir determinadas actividades.

Así es que le encuentro un mayor sentido al resguardo que siempre hice de mi soledad, y una justificación quizás cobarde a la falta de voluntad para convivir con mis ex parejas, incluyendo a mi hijo y a su madre. A pesar de no haber sabido cultivar esta paz aún acompañado por mi familia íntima, mi soledad puede ser el escudo protectorio ante situaciones externas de presión que ahora y siempre me toquen enfrentar, en algunos casos sin opción, como ocurre con mi trabajo.

Matías Castagnino 

No hay comentarios:

Publicar un comentario