LIBRO "LA CURA PSICOLOGICA DE LA NEUROSIS DE IRINEO CROPOSKY (SUS AUTOANALISIS Y TERAPIAS)" - MATIAS CASTAGNINO
Unos pensamientos
sobre los perdones indirectos
Con mi padre biológico tuve un corte abrupto en el
vínculo a mis veintidós años y nunca más volví a relacionarme con él. Luego de
reencontrarlo a mis diecinueve años y experimentar el segundo período más
oscuro de mi vida durante dos años y medio, mi vida aumentó en ruinas, temores,
angustias, obstáculos, siendo evidente que la causa fue mi cercanía con él.
Al día de hoy, soy conciente que diferentes
conflictividades que he tenido con diferentes hombres pueden obedecer a
perfeccionismos míos como exigencias y falta de perdón hacia mi padre. Por
ejemplo con el filmador de mi show en Buenos Aires en 2019, a quien no terminé
de pagarle ni él concluyó con el envío de esos videos, por haber sido recortada
una de esas filmaciones durante su edición. O con un técnico instalador de
programas en mi P.C., a quien maltraté porque no supo enseñarme a usar
programas grabadores. O incluso con el arquitecto inepto de la obra de
ampliación de mi ex hogar familiar, que a pesar de sus graves errores, tuvo
buenas intensiones en algunos aspectos. Creo que la clave está en los niveles
de confianza con los diferentes vínculos humanos que yo genero buscando el
punto medio entre confiar y desconfiar.
Es notable cómo gracias a mi desconfianza hacia aquel
arquitecto negligente, fue que luego de que se le derrumbó un balcón inferior
construido por él en mi hogar, yo pude detectar y prevenir la caída de un
segundo balcón superior erguido sobre la misma pared y frente, por haberle
encargado yo los estudios correspondientes a otro ingeniero.
He comprobado también que el perdón inviable hacia mi
padre por el gran malestar que me producía su cercanía, puedo efectivizarlo
siendo tolerante y compasivo con otras personas, o sea en forma indirecta. Me
consuela suponer que ante los ojos de Dios, esta actitud tiene un mérito
similar.
El
desprecio de mi padre hacia mí en la raíz de la mayoría de mis males
La clave para desarticular mi neurosis es deshacer los
traumas y síntomas generados en mí por los temores ante la figura de mi padre,
durante mis primeros cuatro años de vida. Dichos miedos me condicionaron en
múltiples aspectos de mi vida: desde el apego y necesidad de protección de mi
madre, pasando por la falta de estabilidad con mis parejas, mis aislamientos y
marginalidad en los grupos, hasta la separación con Sofía y la consecuente
lejanía de mi hijo, con los respectivos perjuicios en la crianza que esto
produce. Sumando a todo esto los rasgos de carácter fuertes y un superyó a
veces cruel hacia mí y hacia el prójimo, por el odio de ese desprecio paterno,
agregado a la crianza exigente de mi madre. De haber tenido un buen vínculo con
mi padre, mis problemáticas serían otras pero no las actuales, mis frutos
serían mucho mayores en general, y la dependencia de mi madre sería bastante
menor, tal como ocurre con mis hermanos.
Mis negativas a compartir los regalos de mi mamá que
fueron los dos hogares que ella me proveyó, sin lograr convivir con mis
parejas, obedecen a la intensidad de mi temor hacia mi padre, con el
correspondiente apego a esos regalos, como protección de mi madre hacia mí.
Ahora que el hogar proveído a mi hijo y su posterior mudanza con su madre a
otra casa suya, ya cumplió su función de salvaguarda de mi hogar de calle
Amenábar ante un uso indebido de Sofía instalando alguna pareja, y una
exclusión completa mía, la mejor forma de compartir los frutos de aquel hogar
que mi hijo no llegó a disfrutar bien, es vendiéndolo y usando buena parte de
ese dinero para realizar viajes junto a David y su madre. Sería la realización
de una reparación por la función errada y de emergencia que le di al inmueble,
producto de la separación con Sofía, y la necesidad de resguardar mi propio
hogar, todo remitido a los temores antedichos generados por mi padre en mí. Si
yo hubiera tenido el amor suficiente para saber convivir con mi hijo y su madre
compartiendo mi casa, no hubiera hecho falta comprar esa vivienda, con las
múltiples refacciones, ampliaciones y perjuicios que acarreó.
Presiento que la falta de constancia y profundización
de mis sueños pueden obedecer a ese hondo dolor de ser despreciado por mi
padre…de no contar con él. Cuando revisiono filmaciones de recitales míos del
año 2001 y 2002, habiendo transcurrido veinte años, compruebo que yo tomaba
como transitorias esas instancias artísticas: como si existiera de fondo algo
más importante y preocupante por resolver, a pesar de la calidad de las
canciones y de los músicos que me acompañaban. Y eso más importante era el
dolor por el desprecio de mi padre. A la vez existió una desmentida o negación
a esa falta de amor. Esta fue la causa por la que no logré establecer amistad
duradera con los músicos con los que compartí proyectos, sin perdurar ninguno
de ellos. El dolor no tramitado no deja lugar para el amor.
Aproximaciones
al síntoma de las punzadas en mi pecho / De cómo ciertas pulsiones de muerte
pueden prolongar la vida
Los síntomas de las punzadas que en situaciones
extremas siento en mi pecho, tienen en general causas similares. Las que sufrí
recientemente en el transcurso de los últimos dos, ocurrieron: en 2019, a la
vuelta de unas vacaciones familiares en Mar del Plata. Y en 2021, durante la
ejecución de la obra de ampliación de la vivienda familiar proveída por mí a mi
hijo y su madre.
El malestar que me afectó regresando del viaje a la
Costa Atlántica ocurrió en el contexto de un intento de exclusión mía por parte
de Sofía, como ya lo había manifestado en viajes anteriores, sumado a una
seguidilla de shows que realicé en dicha ciudad, como nunca antes. Toda mi
estadía la hice en un hotel a siete cuadras del hotel donde se alojó Sofía, mi
hijo, mi mamá y mi suegra (que fueron invitadas por nosotros), dado que ya
estaba vigente el convenio de separación firmado unos meses atrás. A todas esas
presentaciones musicales en vivo las realicé con un grupo de amigos locales,
pero sin la compañía ni de mi hijo ni de su madre: o sea con cierto sentimiento
de soledad.
Seguirlos a ellos como “de colado” en aquel periplo fue
una clara manifestación del temor al abandono de mis seres más queridos, que ya
fuera expresado en mi niñez hacia mis padres, y que esconde el miedo a la
amenaza y peligro de la figura de mi papá biológico, y de no poder
desvincularme nunca de él. A estas punzadas las sentí al regresar a mi ciudad,
Rosario, esporádicamente durante varios días.
Por otro lado, los achaques en el pecho que padecí
durante la obra de ampliación, fueron el resultado de los múltiples descuidos
del arquitecto negligente que la llevó a cabo, teniendo como consecuencia más
grave el derrumbe de un balcón, y la construcción de otro que no cumple con las
medidas reglamentarias, ni resiste demasiado peso más que el propio. Sumando a
estos dolores la mudanza de mi hijo y su madre sobre el final de la obra, a
otra casa más alejada, regalada por mi suegra. Con lo que a las situaciones de
estrés producidas por el profesional, se agregó la soledad de que mi hijo no pudiera
disfrutar del nuevo dormitorio, baño y terraza en el que consistió dicha obra,
y que tanto sacrificio me costó.
Cabe aclarar que la compra de este inmueble y el costo
de la obra fue financiado principalmente por mi madre como un regalo hacia mí,
que yo decidí compartir con David y Sofía. Con lo cual yo identifiqué al objeto
de amor que significa mi mamá con el símbolo de ese hogar.
Aparte de los daños ocasionados por la impericia del
arquitecto, existió un vínculo contractual de hecho, que dificultó la
desvinculación definitiva con él, siendo esto lo que el veintidós de marzo de
2021 me desencadenó las punzadas crónicas en mi pecho durante quince días, al
no ponernos de acuerdo en lo que fue mi último pago. Es claro que estos
síntomas expresan el temor de fondo a la figura de mi padre identificada con el
arquitecto; y al desamparo de mi madre hacia mí proyectado en la separación de
Sofía y mi hijo de mí, y repitiendo la escena del terror a quedar a merced de
mi papá, de su hostilidad, perdiendo mi vida.
Compruebo que la opresión en mi pecho está íntimamente
relacionada con un acrecentamiento o impedimento de circulación de mi libido en
esa zona de mi cuerpo, y surge en momentos de aumento de mi ritmo y cantidad de
actividades. A la vez, este aumento de actividades tiende a impulsar ansias
internas mías, con lo cual al punto de equilibrio u homeostasis lo encontraría
en el estado intermedio entre las punzadas en el tórax y las ansias
desencadenadas por sucesos externos, anulando ambas corrientes…amortizándome en
calma. Estas ansias implican una aceleración en mis movimientos, sumas de
actividades y mayor cantidad de pensamientos a veces.
Esto se hizo evidente con la reanudación del ritmo
laboral luego del parate por la pandemia del Covid 19, pasando de asistir de un
día semanal a cinco días a la oficina, comenzando a sentir un reflejo de la
opresión toráxica, menos intenso que el que padecí cuatro meses atrás con mi
trastorno de ansiedad.
A raíz de esta amenaza llego a la comprensión de que
determinadas pulsiones de muerte en la vida de un sujeto pueden tener la
paradoja de prolongarle la vida. Por ejemplo, si yo considero a mi soledad como
una pulsión y escena de muerte, síntoma de los traumas generados por mi padre
con su ausencia y violencia durante mi primer infancia, también este
aislamiento de la gente me sirve para reponer energías, hallarme con mi ser,
cultivar el silencio, la creatividad artística, la oración, la paz, etc., y así
despojarme de la opresión y ansias que me acechan. Si bien es cierto que
tampoco me agrada encontrarme demasiado solo sin contar con determinados
afectos para compartir determinadas actividades.
Así es que le encuentro un mayor sentido al resguardo
que siempre hice de mi soledad, y una justificación quizás cobarde a la falta
de voluntad para convivir con mis ex parejas, incluyendo a mi hijo y a su
madre. A pesar de no haber sabido cultivar esta paz aún acompañado por mi
familia íntima, mi soledad puede ser el escudo protectorio ante situaciones
externas de presión que ahora y siempre me toquen enfrentar, en algunos casos
sin opción, como ocurre con mi trabajo.
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