Los
avisos que suele enviar Dios con males menores previniendo el mal mayor
Hace un año atrás me enteré de la sorprendente
experiencia del cantante Franz Duval con la muerte, contada por él mismo en un
programa de TV. Allí relató que cuando fue internado por una grave afección,
permaneciendo en estado de muerte durante largos minutos, se encontró con una
parte de su cuerpo dentro de un pozo oscuro y tenebroso, con rectángulos negros
en la parte superior, desde donde se asomaban toda clase de bestias y
monstruos. El se sostenía desde una plataforma, y debía luchar tenazmente para
no caer en ese abismo. Luego de intensos combates contra esos demonios, incluso
increpándolos, logró liberarse y sobrevivir, recobrando su conciencia y
regresando a la vida.
Franz Duval contó que en su juventud había padecido un
accidente desde un escenario, y en dicho programa televisivo se encontraba
difundiendo su vuelta a los shows en vivo. Al cabo de unos dos años de su
reaparición en público, fatalmente Franz sufrió un accidente durante un
recital, cayendo desde una plataforma, permaneciendo durante semanas en terapia
intensiva y finalmente perdiendo la vida.
Desde el punto de vista de la psicología, claramente
puedo discernir en este suceso y otros tantos de mi propia vida lo demoníaco de
las “compulsiones de repetición”, tal como las enseñó Freud, y sus tendencias
hacia las pulsiones de muerte, de esa muerte específica que cada uno busca en
forma inconciente. Yo, por mi parte, y haciéndome cargo de esas miserias
repetitivas en mi vida, de las que tanto me cuesta despojarme, comprendo que el
nudo traumático inicial se produjo en mí ya desde el embarazo de mi mamá, con
la degradación que mi padre hizo de ella y mía, alejándose del grupo familiar (...)
Mi
lógica de la castración no asumida
En mis conductas de caprichos se esconde un fantasma
fálico por la lógica de la castración no aceptada de que “los demás tienen a
sus padres que los acompañan y yo no”. Por ejemplo al ofenderme y ausentarme
del desfile de disfraces de la escuela, a mis siete años, porque un compañero
tenía un disfraz de He – Man mejor que el mío de “pila” que me había
confeccionado mi papá, sin contar con la compañía de mis padres en ese momento,
como todos mis demás compañeros sí la tenían. O mis aislamientos en el salón de
la escuela durante los recreos, sin salir al patio a jugar con todo el grupo al
“Ladrón y Poly”.
También en ciertas rivalidades con mi madre puede
existir una identificación mía con el sadismo de mi padre hacia ella, y un
reproche por mi propia castración no asumida de la pérdida necesaria de mi
papá. Pero paralelamente a esto, también yo me revelaba ante determinadas
dedicaciones que se me hacían, como esconderme cuando festejaban mis cumpleaños
sintiéndome insatisfecho, porque yo consideraba que no se me había brindado ese
cariño previamente. O sea, yo rechazaba la castración previa y real de mi madre
de no dedicarme la suficiente atención personal, y aparte de ser hostil hacia
mí, con diferentes conductas.
Debo eliminar los reproches inconcientes hacia mi mamá,
asumir que tuve un mal padre por sus propias culpas, agradecer todo el amor que
ella me brindó y al muy buen papá de crianza que me dio. Básicamente debo
cambiar la lógica de “no tuve un buen padre biológico” por la de “recibí el
milagro de la vida y una hermosa educación de mis padres”. Y también la falla
en la inscripción del “Nombre del padre” con el discurso de “Irineo puede
influenciarse y correr peligro por volverse un imprudente temerario como su
papá biológico”, por esta otra lógica de: “fui muy bien cuidado y criado por mi
mamá y mi papá Gustavo, recibí mucho amor y aprendí muy bien los límites y los
peligros en mi vida”. Gracias a esta lógica es que obtuve grandes logros a lo largo
de mi vida, como el nacimiento de mi hijo, mis títulos de Ciencias Económicas y
Profesor de Música, las buenas inversiones que hice con mi dinero (la compra de
mi hogar, mi auto, mis instrumentos); poder tener un vínculo cercano y fluido
con Sofía a pesar de estar separados, etc.
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